Dispositivo cultural.
El museo M9, de Sauerbuch Hutton, busca revitalizar la ciudad de Mestre, Italia.
Mestre es una ciudad de menos de 100 mil habitantes y la entrada continental a la bella Venecia. El perfil de esta localidad del norte italiano se orientó como polo industrial y comercial mientras que la real capital de la región de Véneto es un destino turístico de atractivo mundial por excelencia. Ambas ciudades se mantienen conectadas ambas por el largo Puente de la Libertad.
En un intento por abrir la identidad de Mestre a un plano más heterogénea, la Fundación Venecia organizó un concurso para crear un museo dedicado al siglo XX. En ese momento, no existía un guión curatorial definido pero sí un lugar: un exconvento abandonado con estructuras obsoletas a su alrededor. El sitio tenía sus exigencias, que el estudio alemán Sauerbruch Hutton supo comprender y aprovechar mientras se fue perfilando el sentido de las exposiciones y su contenido.
A la cabeza del proyecto del M9 estuvo el arquitecto argentino Juan Lucas Young, quien vive en Berlín desde 1993. Con una media sonrisa, se muestra orgulloso del trabajo realizado y explica qué es lo que destaca de este edificio que combina arquitectura moderna con estructuras del siglo XVI: “Me gusta caminar por la diagonal, la secuencia de cuando entrás por la calle principal y se ve el agua, el patio con el techo translucente, el cuerpo grande y el chico y la dinámica que crean juntos en ese espacio, el contraste del hormigón, la cerá
mica y el vidrio”. La descripción de Young expone un espacio revitalizado y ecléctico, donde antes había estructuras anquilosadas que no podían ser recuperadas y que entorpecían la circulación por la calle.
El esquema diseñado por el estudio consiste en dos volúmenes -a los que Young hace referencia- caracterizados uno por ser más extendido, destinado al museo, y otro más corto, para las oficinas. Juntos, enmarcan una nueva plaza pública y son la entrada a un camino peatonal trazado entre la plaza Erminia Ferretto, la más importante de Mestre, y la Vía Cappuccina.
Este recorrido atraviesa el antiguo patio del Convento delle Grazie, el cual fue transformado para usos que complementan las necesidades del barrio. Así, el camino que conecta dos extremos de la manzana queda animado por bares, cafés y comercios.
En un principio, cuenta Young, la idea fue poner en valor el edificio eclesiástico y las caballerizas, pero fue imposible por el estado de abandono. “Era muy caro sanearlas, así que decidimos demolerlas y reconstruirlas”, explica. En su lugar, se resolvió replicar la estética original y cubrir el patio con una estructura de chapa translúcida. Aquí se ubicaron los locales comerciales y gastronó
micos, uno de los requerimientos del comitente que buscaba financiar la obra cultural y, a su vez, generar un mayor dinamismo en el entorno.
El edificio del museo ofrece instalaciones públicas en la planta baja, incluyendo una mediateca, un auditorio, una tienda y un café. Todo el nivel se trata de un espacio abierto, sin barreras, para que el público visitante pueda ingresar a una exposición o simplemente pasar el rato, en una transición suave entre la vía pública y el interior.
Una escalera larga y dramática guía hacia las galerías y espacios para eventos. El área de exhibición permanente ocupa dos cajas negras en los primeros niveles. Están dedicados a un narrativa de la historia moderna de Italia. En tanto, las exhibiciones temporarias se albergan en el último piso, en una caja blanca, iluminada naturalmente por una claraboya cenital, otro de los aciertos que destaca Lucas Young.
Entre las mayores dificultades del proyecto, el arquitecto menciona algunas demoras en las excavaciones y cuestiones que debieron resolverse a medida que se descubría el estado original del emplazamiento. También, la gran responsabilidad que sintió el estudio al recomendar a la empresa de cerámicas, de origen alemán, para el revestimiento de la fachada.
“Lo elegimos porque en Italia es un material muy usado. Es de larga vida y nos permitía hacer una buena composición de colores. Nos gustaba la idea de generar un contraste entre el hormigón a la vista interior y la fachada en cerámica. En líneas generales, el proyecto estaba definido así desde el principio. Sólo cambiamos el tamaño de las piezas. Al final, quedamos muy contentos con el resultado”, expresa.
Dirigido a un público amplio al que se lo invita a pasar desde un acceso “sin umbrales”, el museo aporta un espacio urbano distinto en una ciudad que busca ampliar su oferta y mejorar la calidad de vida.«
r La distribución se organiza a partir de una planta baja de fácil acceso, dos niveles de cajas negras y un último piso muy luminoso.