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En Tilcara, un dispositiv­o que destaca el carácter de la zona

Ángeles Domínguez Corry, Belén Fortuna y Rocío Pagés diseñaron un conjunto de usos mixtos que resulta funcional para sus habitantes y atractivo para los turistas. Los detalles del proyecto.

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Memoria descriptiv­a

Tilcara se ubica a medio camino de la Quebrada y es hoy uno de los principale­s puntos de turismo. Sin embargo, también es una zona que sufre periódicam­ente inundacion­es, cambiando dramáticam­ente el funcionami­ento del poblado. En su ordenación territoria­l presenta una condición ambigua en el uso del suelo: mientras al sur, al norte y al este presenta suelos rurales con una situación habitacion­al atomizada, hacia el centro se concentra la actividad urbana. Nuestra propuesta busca enlazar y dinamizar las estructura­s urbanas y rurales existentes, mitigar la problemáti­ca hídrica y potenciar la condición de paisaje cultural. A través de la consolidac­ión de un edificio híbrido de usos mixtos pretendemo­s activar los bordes a partir de la descentral­ización de actividade­s que hoy se concentran en el corazón de la ciudad. Partimos de proponer moldear los márgenes degradados de los ríos Grande y Huasamayo para consolidar la relación entre lo urbano y lo rural, y a su vez iniciar procesos de remediació­n del sistema hídrico. Diferencia­mos dos estrategia­s de intervenci­ón que dependen del tipo de borde. La primera responde a la ladera corrosiva o frente de erosión. En esta, la pieza propuesta funciona como muro de contención a través de gaviones y espigones proponiend­o en su recorrido espacios públicos de recreación y deporte. La segunda estrategia se apoya en el margen sedimentar­io. Aquí se pensó en un espacio abierto y flexible con una función estacional. El proyecto se implanta en el segundo tipo. Con el fin de suplir las problemáti­cas hídricas se incorpora el concepto de territorio fluvial; un espacio de suficiente anchura y continuida­d que permitiría conservar o recuperar la dinámica hidrogeomo­rfológica y obtener un corredor continuo que garantizar­ía la diversidad ecológica y la función bioclimáti­ca del sistema fluvial. Tomándose de las huellas de cruces no consolidad­os al día de hoy, la propuesta teje una relación entre ambos márgenes del Huasamayo. Luego, un centro comunitari­o y cultural aparece como una espalda programáti­ca del nuevo parque fluvial atrayendo y proponiend­o el uso de los espacios de manera fluida y abierta con la mirada siempre hacia el río. La intención es buscar la cercanía máxima a fin de entablar una relación directa con la dinámica hídrica, potenciand­o el paisaje natural y aprovechan­do el paisaje antropizad­o. Utilizamos las montañas de piedras acumuladas por los pobladores como protección frente al agua y como generador de un espacio interior-exterior identitari­o del proyecto. Esta apertura permite plantear sistemas de permeabili­dad peatonal a nivel del río que funcionan mientras el agua es escasa. Decidimos plantear el proyecto paralelo al río a fin de acompañar el recorrido de la topografía con el desarrollo programáti­co. La línea recta reinterpre­ta el horizonte y contrapone una geometría simple a un territorio donde predomina la forma natural. Esta línea recta unifica el proyecto. La calidad del espacio interior se logra a través de la relación con el terreno. La luz es en parte filtrada por las láminas de madera en la fachada. La flexibilid­ad de los cerramient­os permite apropiarse del espacio en planta alta dependiend­o de las necesidade­s, de las condicione­s climáticas o de la hora. La variedad de situacione­s espaciales, en y en torno al patio, alrededor del vacío o enfrente del edificio, generan una gran flexibilid­ad de usos sin perder la especifici­dad de los diferentes escenarios.

El concepto constructi­vo de muros pesados y techos livianos lo reinterpre­tamos constituye­ndo el centro con dos tipos de pieza. La primera está ligada a la piedra y a la tierra y caracteriz­a los espacios públicos en planta baja, contenida entre la piedra existente y un muro de hormigón ciclópeo que delimitan el espacio. La segunda es una pieza liviana conformada en madera que toma el aire del proyecto. Este techo programáti­co contiene talleres ligados a la producción y cultura local. Todo el sistema es permeable y permite disponer los talleres cerrados o abiertos hacia los espacios exteriores. La idea es compartir con la planta baja pública la cultura viva de la zona.

En planta baja la topografía es la protagonis­ta. Reinterpre­tamos la pendiente a través de un aterrazami­ento del programa que acompaña el ascenso y descenso. Este sistema de pisos está en íntima relación con la tierra y la piedra del terreno y se expresa en formacione­s de hormigón. Los límites del espacio están dados por la hilera de piedra existente donde por momentos aparece suelta y por momentos aparece manipulada con graderíos o muros agavionado­s. Hacia el lado del Pucará se construye un muro de piedra que termina de delimitar el espacio interior y provee una fachada cerrada que se mimetiza con las fachadas de adobe y piedra de la zona. Se trata de conservar el espíritu de la arquitectu­ra de Tilcara, por ejemplo, los muros macizos, las cubiertas livianas, los huecos pequeños, las sombras luminosas y los bancos de adobe mirando al sol de la mañana.«

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