SOLUCIONES VERDES PARA MEJORAR LA EXPERIENCIA
En 1996, Ben van Berkel estuvo en Buenos Aires a propósito del capítulo porteño de los encuentros internacionales Any, liderados por Peter Eisenman y Cynthia Davidson y organizados acá por Jorge Sarquis. El holandés Van Berkel, con sus 35 años, el español Alejandro Zaera Polo y el estadounidense Greg Lynn eran una suerte de herederos de Eisenman y Rem Koolhaas, con quienes habían estudiado.
Como contaba Sarquis, haciendo uso de palabras de Ignasi de Solà Morales, no adscribían al “racionalismo” que dominó la primera mitad del siglo pasado con eso de acoplarse al “espíritu del tiempo”, ni a los movimientos derivados del “organicismo” que dominaron la segunda mitad poniendo el acento en la búsqueda del “espíritu del lugar”. Estos jóvenes venían, más bien, a bucear los nuevos territorios de las islas globalizadas, con sus programas de computación que emulaban organismos vivos o flujos circulatorios, con nuevas palabras; sin paredes, pisos ni techos. Claro, las noticias del cambio climático todavía no habían llegado a la arquitectura.
El que sí ya había intuido la transformación del planeta era el chaqueño Emilio Ambasz, visto hoy como el gran precursor de la Arquitectura Verde. Y quien, como anunciamos días pasados (ARQ 08.12.20) ahora tiene un instituto con su nombre en el MOMA de Nueva York dedicado a la investigación de la interacción entre arquitectura y ecología. Tal vez sus edificios más radicales y reconocidos sean la Prefectura de Fukuoka y el Centro Cultural y Deportivo en Shin Sandal, ambos de 1990.
También en los tempranos 90, Norman Foster se subió a la movida verde con el Commerzbank en Frankfurt, un edificio de oficinas casi triangular con un ático de toda su altura y con jardines intercalados. Pero más radical y hasta literal fue la respuesta de Stefano Boeri cuando luego de enterarse por una investigación de Zaera Polo que el 94% de los rascacielos contemporáneos son de acero y vidrio, levantó el ya famoso Bosque Vertical en Milán.
En esta misma dirección, han aparecido muchos edificios que se valen del verde para proteger sus fachadas, reducir el consumo energético y moderar el efecto isla de calor.
En el Distrito de Artes de Southbank en Melbourne, Green Spine -proyectado por Unstudio, la oficina liderada por Ben van Berkel, y por Cox Architecture-, será el más alto de Australia. Tiene un gran basamento en forma de terrazas del cual emergen dos torres con grandes balcones llenos de verde. Los prismas se retuercen para facilitar la llegada del sol y favorecer las vistas. Una vez más, con 30 años de trayectoria, la oficina de Van Berkel renueva su “juramento hipocrático” buscando soluciones para resolver la ecuación densidad, sostenibilidad y calidad de vida. «