“La gestión cultural y la arquitectura comparten la cultura del proyecto”
La actual presidenta del Fondo Nacional de las Artes reivindica el trabajo en equipo, sin perder de vista el método y la creatividad.
El vínculo de Diana Saiegh con la arquitectura se remonta a su infancia: su padre Aaron era constructor y ella lo acompañaba a las obras, edificios de dos o tres pisos que levantaba en Monserrat con créditos del Banco Hipotecario. El primero en la familia en recibirse de arquitecto fue su hermano mayor y luego ello lo siguió.
De la FADU conserva recuerdos “fracturados”, más que nada por los avatares políticos. “Viví todo. La Noche de los Bastones Largos, la dictadura militar, la lejanía, los miedos, tofelices Pero también guardo en mi memoria con alegría el fervor de las asambleas estudiantiles, y gratitud hacia los buenos docentes que me enseñaban a pensar, con sus correcciones a fuerza del lápiz grueso. Y por supuesto recuerdo a los compañeros tanto en aquellos años en que no la pisamos como en los que volvimos con el regreso de la Democracia. Hoy veo la facultad desde el balcón del departamento donde vivo y siento una grata nostalgia”.
De extensa trayectoria en la gestión cultural, Saiegh fue directora general del Centro Recoleta (entre 1989 y 1990, y luego entre 1993 - 1997), subsecretaria de Cultura porteña y directora del Museo de Arte Tigre. Desde 2020 está al frente del Fondo Nacional de las Artes.
“La gestión cultural llegó a mi vida profesional muy naturalmente, evidentemente, son dos profesiones que están emparentadas. Implicó un crecimiento profesional más que un cambio. De hecho, jamás sentí haber dejado atrás la arquitectura, un título que había obtenido con mucha felicidad y sacrificio a la vez, porque me recibí cuando ya tenía a mis dos hijos”, recuerda.
Para Saiegh, ambas profesiones conforman un círculo virtuoso y están muy conectadas entre sí. “Comparten la cultura del proyecto, que incluye al mundo de las ideas, el diseño, las distintas escalas, las estructuras, los detalles, la perspectiva, la planificación y el trabajo en equipo, entre otras cosas. Se requiere un alto porcentaje de creatividad y, a la vez, un método de trabajo ordenado, tanto para construir una casa como para organizar una exposición o un festival de música”.
“Abrir”, asegura, fue la palabra clado. ve en cada uno de los espacios donde trabajó. “En el Centro Cultural Recoleta, fomentamos el entrecruzamiento de las distintas disciplinas y asumimos muchos riesgos. En el Museo Tigre, el gran desafío fue respetar ampliamente la colección permanente del museo con intervenciones de arte contemporáneo, sumado a la producción propia de los artistas locales. Y cuando dirigí la Casa Argentina en París hubo que transformar una residencia de estudiantes en un verdadero espacio cultural”.
Define su rol actual con una figura muy gráfica: “Como presidenta del FNA, actúo como si fuera una directora de obra”. Asegura que está acompañada por un directorio de figuras notables e idóneas, ya que, como buena arquitecta, no trabaja sola, sino con un equipo de especialistas. “Un basamento sólido a partir del cual poder construir un gran proyecto donde cada disciplina se desarrolle al máximo de su potencia”.
En cuanto a su concepción del patrimonio, es categórica: sólo se cuida y se defiende lo que se conoce. Por eso, rescata el trabajo realizado junto a Liliana Aslan, Irene Joselevich, Graciela Novoa y Alicia Santaló desde la FADU, cuando crearon el Inventario de Patrimonio Urbano (IPU). El proyecto de relevamiento y difusión del patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires empezó a finales de los ochenta y culminó con una serie de publicaciones con fotografías, planos y textos. “Fue pionero y hoy goza de plena vigencia. La idea de preservación que introdujimos en ese momento, donde la refuncionalización es tanto o más válida que la conservación en sí misma, fue innovadora en su época y hoy es un concepto completamente vigente. Patrimonio es todo lo que conforma nuestra identidad, y todo lo que hagamos por afianzarla es bienvenido y se proyecta al futuro”.
Debido a la pandemia, este año, desde el FNA se volcaron a asistir y ayudar a los artistas a través de becas especiales para sostener la emergencia del sector cultural. “También logré que el carácter federal del FNA se cumpliera y se ampliara, que nuestros programas sean inclusivos y que se pusiera la mirada en las nuevas tendencias sin alejarse de los lenguajes más tradicionales”.
Para 2021, en lo que hace al Patrimonio arquitectónico y la Arquitectura se proponen no sólo apoyar los trabajos contemporáneos de excelencia, sino también las expresiones regionales. En 2020, por caso, ayudaron a difundir la obra de Carlos Antoraz en Jujuy. “Queremos poner la mirada en ejemplos que tienen valor comunitario y que forman parte de una manera de vivir y de afianzar las identidades culturales”, explica.
¿Lo que viene? Un proyecto de exposición que rescate los Espacios de Memoria refuncionalizados para fines culturales. Qué duda cabe: van a concretarlo ni bien la pandemia lo permita. «
“” Jamás sentí haber dejado atrás la arquitectura, un título que había obtenido con mucha felicidad y sacrificio a la vez.
Patrimonio es todo lo que conforma nuestra identidad, todo lo que hagamos por afianzarla es bienvenido y se proyecta al futuro.