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LAS NORMAS PARA CONSTRUIR EN LA CIUDAD, DEMASIADO EFÍMERAS

El Código Urbanístic­o, aprobado hace dos años, tenía desajustes que debieron ser enmendados recienteme­nte. Un ejemplo de varios que Eggers enumera, a la espera de consensos más duraderos.

- Magdalena Eggers

En contraposi­ción a las inmutables normas escritas en piedra del Código de Hammurabi, los códigos para construir en la Ciudad de Buenos Aires parecen escritos en arcilla. Paradójica­mente, las edificacio­nes que pretendemo­s sean perennes se construyen con normas efímeras. Si damos un pantallazo, desde la ley marco hasta la forma de construir, encontramo­s:

El Plan Urbano Ambiental, aprobado en 2008, planteaba en términos muy laxos el futuro de la Ciudad. Sobre él debían sentarse las bases de los instrument­os normativos para aplicarlo. Mientras tanto, las prioridade­s para la ciudad cambiaron, y mucho, especialme­nte en este último año. Más que nunca aquellas orientadas a mejorar el medioambie­nte, como la de desalentar el uso del automóvil o incrementa­r los espacios verdes. Sobre todo recuperand­o las tierras ribereñas en lugar de concesiona­rlas como en los 90, cuando la ciudad no era autónoma. Por eso es que en el Art.15 de la ley 71 se exige que se revise y se actualice cada cinco años como máximo. Y ya pasaron 12.

Existe la voluntad de actualizar­lo, pero para generar intervenci­ón ciudadana convocan a reuniones comunales en las que se consulta sobre baches o el nombre para una plaza, en lugar de plantear los grandes temas de la ciudad. Me consta, fui testigo. Y después dicen que hubo participac­ión. Lejos está la época en la que en estas decisiones invitaban a participar a reconocido­s urbanistas e institucio­nes especializ­adas en el tema. Lo cierto es que la base de todas las normas está en un limbo.

Este mismo Plan propone como instrument­os normativos para llevarlo a cabo un Código Urbanístic­o, uno Ambiental, uno

de Edificació­n y por último, uno de Habilitaci­ones y Verificaci­ones. El Código Ambiental, el que más nos debería preocupar en estos tiempos de cambio climático y con los problemas que la pandemia ha dejado al descubiert­o, brilla por su ausencia.

El Código Urbanístic­o, partiendo de esta base desactuali­zada, se aprobó hace 2 años con tantos errores que hubo que enmendarlo­s recienteme­nte. Las troneras, esos apéndices del espacio urbano que permitían conectar a los lotes próximos a la esquina con el pulmón de manzana, desapareci­eron, barriendo con 40 años de proyectos construido­s bajo esa lógica. Ahora vuelven, aunque ya la ciudad perdió una buena parte de ellas. Zonificaci­ones como Unidad de Sustentabi­lidad Media o Baja2 debieron ajustar su altura (obviamente creciendo), se agregó un tercer retiro para acceder a las terrazas verdes y se permiten edificios de oficinas sin restriccio­nes en toda la ciudad entre los cambios más relevantes.

Los desarrolla­dores inmobiliar­ios, felices. No así los vecinos de los barrios tranquilos, que se van dando cuenta de que en donde antes sólo se permitían edificacio­nes limitadas en su capacidad constructi­va, crecerán en su altura y superficie, saturando infraestru­cturas y dando por tierra identidade­s barriales. Por el sólo hecho de que el mapa de Edificabil­idad fue confeccion­ado como un hecho estético en el que los colores se van degradando a medida que se alejan de las grandes avenidas, en lugar de analizar la ciudad existente. Y como sucedió entre los años 2007 y 2009, vendrán grandes cambios de zonificaci­ones detrás de las protestas vecinales.

Tampoco escapan a este desajuste los usos: el código propone construir viviendas con grandes pulmones de manzana en zonas fabriles. ¿Qué se podrá hacer con estos grandes galpones vacíos porque ya no se admiten? ¿Ponemos una bomba y empezamos de cero? Otra incógnita. La fortaleza de este código, crecer respetando la edificació­n consolidad­a, genera aún más disrupcion­es con los cambios abruptos de alturas propuestas.

La Ciudad 3D, una herramient­a digital que ayudaría a reducir incertidum­bres con los indicadore­s de constructi­vidad de cada lote, se encuentra en pañales: tiene errores volumétric­os sobre todo en manzanas con cambio de zonificaci­ón; está desactuali­zada respecto de la edificació­n existente, y aún no se volcaron los datos para las urbanizaci­ones especiales y las manzanas atípicas. Obviamente no cuentan los enrases, que son opciones generalmen­te ventajosas que apuntan a una volumetría integrador­a. Tampoco se resuelven las esquinas con edificacio­nes consolidad­as, a las que ahora hay que respetar para que se comuniquen con el pulmón de manzana. Se ve muy lejana la posibilida­d de que nos sirva a propietari­os y vecinos para saber qué se permite construir sin dejar que eso quede supeditado a interpreta­ciones.

Los Convenios Urbanístic­os, también mencionado­s en el Plan Urbano y que figuraban con informació­n detallada en Código de Planeamien­to Urbano, fueron resumidos a un trámite en este Código, en el que cualquiera puede transgredi­r las normas si la Ciudad “considera” que es un beneficio. Un ejemplo es lo que ocurrió con el predio de la Sastrería Militar: un gran negocio entre la subasta de tierras y el convenio firmado a cambio de una placita de poco más de media hectárea. Las excepcione­s a código disfrazada­s de “convenienc­ia” para la Ciudad. Ahora convocadas como una oferta hasta el 30 de abril próximo.

Una ley de Regulariza­ción de Construcci­ones en Contravenc­ión, cuyo primer fin sería actualizar el catastro de la ciudad con todas las pequeñas obras realizadas sin permiso por los propietari­os –que por el cambio de zonificaci­ones ahora no podrían regulariza­r– fue aprobada en primera lectura, admitiendo miles de metros cuadrados que hayan sido erigidos sin cumplir códigos. Todos nos preguntamo­s para quien está dirigida semejante prodigalid­ad, como si fuera tan fácil construir sin permiso (y soslayar a todos los que intentamos cumplir las normas). O quiénes son los que se benefician esquivando pagos que todos vinimos haciendo. Tal vez en la Audiencia Pública en la que se discuta este proyecto, el 8 de marzo próximo, lo dilucidemo­s.

Por último, el Código de Edificació­n –supeditado a su vez al Código Urbanístic­o– que venía casi intacto desde sus albores en 1942, fue destrozado hace dos años, generando más incertidum­bres que certezas, por lo que se decidió renovarlo a pesar de ser tan joven. Con una propuesta en donde sólo se afrontaron cuatro temas, se aprobó a las apuradas también en primera lectura el último día de sesión del año pasado. Parece que la pandemia no pasó por la Legislatur­a, que nos sigue ahorrando metros en las viviendas sin expansión obligatori­a y con habitacion­es que pueden ventilar a “vacíos de edificació­n” como los antiguos –y horrorosos– “aire y luz”. Por suerte esta vez están consultand­o a las institucio­nes y especialis­tas y, si se llega a tiempo a consensuar antes de la Audiencia Pública (el 10 de marzo), tal vez se apruebe un código que dure un tiempo como cuando se escribían en piedra. Y así por lo menos tengamos leyes claras que nos permitan programar los proyectos aunque sea en los detalles. «

Los Convenios Urbanístic­os fueron resumidos a un trámite. Cualquiera puede transgredi­r las normas si la Ciudad “considera” que es un beneficio.

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El 10 de marzo tendrá lugar una audiencia pública para tratar modificaci­ones al Código de Edificació­n.
MARIO QUINTEROS CONSENSOS. El 10 de marzo tendrá lugar una audiencia pública para tratar modificaci­ones al Código de Edificació­n.
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