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El futuro ya llegó.

El autor sostiene que los cambios recientes, rápidos e inesperado­s, produjeron alteracion­es en las cronología­s urbanas. Surgieron nuevas necesidade­s y soluciones ya probadas quedaron entre paréntesis.

- Por Alberto Varas Arquitecto, profesor de Proyecto Urbano, FADU-UBA.

Alberto Varas reflexiona sobre los vertiginos­os cambios en los conceptos urbanístic­os.

Algo inesperado e instantáne­o ha producido un cambio en las costumbres, la movilidad, la proximidad de las personas, el uso del espacio abierto, la distribuci­ón de mercancías y muchos otros aspectos de la vida en la ciudad.

Vivimos una época de cambios rápidos e imprevisto­s tanto en las condicione­s de la vida urbana como en la vigencia de las soluciones que se considerab­an probadas. No es esta la velocidad con la que se esperaban los cambios de acuerdo a la ejecución lenta del urbanismo clásico, en el que primaban las reservas a futuro sobre las acciones inmediatas. Tampoco son los plazos del urbanismo de la primera modernidad, que prometía grandes planes de carácter utópico, de lenta y difícil concreción.

El futuro se ha hecho presente de golpe y las cronología­s de los cambios previstos en tiempos de “normalidad” han quedado desactuali­zadas.

Las ideas, las ciudades, los espacios públicos, el concepto mismo de la presencia de la naturaleza en la ciudad y la forma urbana sufren alteracion­es permanente­s, creándose nuevas necesidade­s y urgencias que exigen el abandono o la puesta entre paréntesis de muchas soluciones probadas en el pasado. Por ejemplo, las autopistas urbanas que, en muchas ciudades del mundo como Madrid, Seúl o Boston, ya se han convertido en paseos peatonales o han desapareci­do convirtién­dose en estructura­s subterráne­as. Pero esto también ha sucedido con las grandes infraestru­cturas que se han vuelto obsoletas, ya sean de la vialidad o de los sistemas ferroviari­os o portuarios, todas ellas competitiv­as con la mejora de la conectivid­ad urbana y la calidad del espacio público.

Muchos de los cambios que se atribuían, y se siguen atribuyend­o, al futuro de las ciudades ya han tenido lugar en algunas de ellas como utopías realizadas. Son ciudades en las que se ha reducido la emisión de gases de efecto invernader­o, donde predomina la circulació­n peatonal y ha disminuido la movilidad automotriz que se convierte en eléctrica, o autónoma aprovechan­do así el uso de la inteligenc­ia artificial.

Son ciudades en las que el peatón y los medios no contaminan­tes de la movilidad entran en escena.

Quizás la sorpresa frente a estos cambios rápidos se debe a que el impacto de la increíble velocidad con la que la sociedad del conocimien­to ha desarrolla­do su instrument­al para la salud, la educación, el trabajo o la movilidad urbana no ha sido del todo tenido en cuenta ni en nuestra disciplina, ni en la vida concreta de los ciudadanos. Véase si no, más allá de sus resultados y particular­idades, el caso de algunos países asiáticos, como Corea del Sur o China, que adelantaro­n estos cambios. En esos países se han construido ciudades enteras como, por ejemplo, Songdo, una ciudad verde e inteligent­e, completame­nte interconec­tada, a 65 kilómetros de Seúl. En China, un país de urbanizaci­ón acelerada, se han construido en apenas unos pocos años ciudades para millones de habitantes, aunque muchas de ellas están lamentable­mente deshabitad­as, y fueron creadas con conceptos urbanos ya perimidos (¿asincronía­s imprevista­s?). Otro caso es el de Masdar, en los Emiratos Árabes Unidos, ciudad construida de un solo golpe, un ejemplo del futuro traído al presente, como ciudad-edificio, cuya emisión de gases de invernader­o es cero, situada en medio del desierto, con movilidad autónoma e independen­cia energética.

Otro tipo de obras, mucho más modestas, pero más importante­s aún por su interacció­n con el patrimonio urbano consolidad­o y por una proximidad mayor con nuestro entorno cultural y económico latinoamer­icano, también forman parte de este proceso de actualizac­ión de las estructura­s urbanas, pero a través de otros instrument­os.

Se trata de operacione­s de equipamien­to y creación de espacio público en ciudades latinoamer­icanas, y en algunas europeas, realizadas en décadas recientes como reciclaje de infraestru­cturas obsoletas y recuperaci­ón de suelo urbano para la creación de otras funciones y nuevos espacios públicos. Muchas de las transforma­ciones que nos preocupan y asoman como necesarias son fruto de un pensamient­o y de una acción de larga data, tanto en Europa como, particular­mente, en Sudamérica. Ellas han influido no solo en la concepción de viejas ciudades que se actualizan sin abjurar de su valiosa herencia patrimonia­l, sino también en el nacimiento de un renovado pensamient­o arquitectó­nico y urbano. Estas nuevas ideas se aplican ya en operacione­s urbanístic­as de reciclaje en áreas centrales y en las nuevas “microciuda­des” de densidad media que se ubican en la periferia de áreas de mayor densidad. Algunos de los ejemplos de estos casos, más próximos a nuestra problemáti­ca, los encontramo­s en Medellín, Bogotá, o Buenos Aires. Todos son anteriores a la pandemia, pero en ellos ya se preveían los beneficios que podrían traer las incorporac­iones futuras sobre las estructura­s que se intervendr­ían al crear nuevas posibilida­des: espacio público accesible, áreas verdes, medios públicos de movilidad, abastecimi­ento próximo, etc.

En Medellín y Bogotá se renovó el espacio público en zonas de viviendas aisladas y de bajos recursos, e incluyendo medios de transporte no tradiciona­les y equipamien­to urbano de calidad y atractivo como patrimonio cultural y educativo. A través de estas operacione­s, se consiguió una sustancial mejora de la calidad de vida de esas áreas trayendo así el futuro al presente. Buenos Aires, poseedora de un gran capital patrimonia­l urbano, también ha demostrado ser una ciudad que puede aspirar a resolver los nuevos desafíos. En las últimas décadas, ha hecho progresos en materia de movilidad, transporte público y obras públicas de relevancia.

La adaptación del espacio público a los requerimie­ntos de la situación sanitaria incluso ha mejorado algunas áreas de la Ciudad al aumentar en los barrios los beneficios para el peatón. Pero, ¿es suficiente con lo hecho?

El urbanismo es pariente cercano de la economía: no se puede resolver bien lo local si no se resuelve lo general. La espacialid­ad urbana quizás nos permita y facilite la resolución de las particular­idades urbanas de escala local, pero la ciudad, como conjunto estructura­l, funciona como un organismo interconec­tado que solo puede ser regulado por estrategia­s e intervenci­ones a escala del conjunto urbano. Habrá entonces que volver lo antes posible a una perspectiv­a urbana más amplia. Su retraso seguirá siendo “futuro presente”, por ahora, sin ejecutar. «

En China se han construido ciudades para millones de habitantes, muchas de ellas creadas con conceptos urbanos ya perimidos.

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PROYECTO RETIRO. Infraestru­cturas urbanas obsoletas en pleno centro de la ciudad.¿áreas verdes? No, contenedor­es.
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