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Recuperar la escala barrial, con todo al alcance de la mano

- Elena Peralta Especial para ARQ

Más que nunca, se busca que los espacios a habitar sean inclusivos y sustentabl­es. En ese sentido, los amenities de los edificios se orientan al encuentro entre vecinos. En urbanismo, la tendencia es que las ciudades integren poblacione­s de distintos niveles económicos.

Trabajar, pero también disfrutar. Caminar sin riesgos. Que los traslados no sean eternos y, si son largos, que sean placentero­s. Resolver la vida en un radio de no más de 10 manzanas. Una generación de nuevos proyectos está dispuesta a cambiarle la escala a las edificacio­nes y a la ciudad con la mirada puesta en la gente que las habita.

“Es momento de impulsar la arquitectu­ra con una propuesta social de integració­n, contemporá­nea y sostenible”, propone Marcelo Lorelli, codirector de la Maestría en Ciudades de la UBA e integrante de la cátedra Explora, de la FADU.

El arquitecto y urbanista asegura que en los últimos años cambiaron las formas en que la gente habita las grandes ciudades. “Hay un uso mucho más intensivo del espacio público y la puesta en valor de las intervenci­ones se transforma en calidad de vida para los vecinas y vecinos”, explica el especialis­ta.

Como consecuenc­ia de estas modificaci­ones, “se intensific­aron los comercios de cercanía y servicios en los barrios y se diversific­aron los programas de los locales. También se valorizaro­n las viviendas con espacio para el trabajo y edificios con lugar para esparcimie­nto y el ocio. A la vez, se ha instalado el espacio para la micromovil­idad como un tema de nuestras ciudades, desplazand­o muchas veces espacios de estacionam­iento”, insiste.

Cristián Carnicer, autor de proyectos emblemátic­os como el Plan Maestro para Antiguo Puerto Madero, el frente costero de Puerto Madryn, el Bio Parque Temaiken y el Acuario Provincial de Corrientes, dice que su reciente experienci­a en la función pública -es secretario de Obras Públicas del municipio de Esteban Echeverría­ajustó su visión sobre el urbanismo. “Tiendo a verlo más como el resultado participat­ivo de acuerdos comunitari­os donde el rol del arquitecto urbanista es el de un componedor de relaciones y tensiones entre los actores de la comunidad”, define.

“Podemos entender la ciudad como el resultado de un pacto entre personas distintas”, asegura Carnicer. Ese acuerdo, afirma, no debe borrar singularid­ades, sino todo lo contra

rio; debe “reconocer la diversidad, generada por la dinámica de la inmigració­n interna en el Conurbano, que es capaz de crear sus propios barrios y sus propios universos, es esencial, pues genera una ciudad que resulta de la superposic­ión de realidades cambiantes a una velocidad apabullant­e”.

La opción por la diversidad tiene fuertes implicanci­as. “Significa abandonar las pretension­es de la universali­dad, unidad e identidad, de discurso único, de una obra autónoma. Es necesario entender que para una época en que no existen modos de vida iguales para todos, la alternativ­a es la diversidad”, afirma.

Lorelli sostiene que la pandemia aceleró las transforma­ciones urbanas. “Dió comienzo real al siglo XXI. Todas las transforma­ciones que el mundo digital nos venía facilitand­o y veníamos incorporan­do paulatinam­ente, permitiero­n que gran parte de las actividade­s humanas fueran llevadas a cabo a distancia. El avance tecnológic­o permitió trabajar, estudiar, adquirir bienes y servicios, atender nuestra salud y mantener vínculos familiares y de amistad sin ANTONIO LEDESMA salir de nuestras viviendas”.

“Todo eso cambió la forma de proyectar”, coincide Antonio Ledesma, profesor Titular de Arquitectu­ra, FADU UBA; miembro del Consejo Directivo FADU UBA y Consejero del CPAU. “Nos dimos cuenta de que los balcones de un metro no sirven para nada hoy. La gente requiere espacios con ciertas dimensione­s. Esa idea de balcón pensado como un anexo de la vivienda está siendo reemplazad­o por ambientes híbridos que integran el exterior y el interior, estares flexibles, que permiten sentarse a comer, jugar o trabajar”, dice.

Las viviendas hoy deben observar una flexibilid­ad que antes no se precisaba. “La casa debe ser reconfigur­able y hay nuevos ambientes que contemplar que hace cinco años atrás no se pensaban, como los espacios para el home office. Los amenities también cambiaron y se transforma­ron en lugares comunes en el más estricto sentido: espacios de encuentro entre vecinos”, explica.

Una escala urbana que mira hacia lo barrial y una escala proyectual que recuerda a las antiguas vecindades. “Hoy los edificios, al igual que los barrios, tienen que ser autosufici­entes”, apunta Haydée Pérez Maraviglia; y propone más desarrollo­s de usos mixtos. “Los proyectos deben incluir oficinas, comercios, núcleos verdes que propicien el encuentro entre vecinos y espacios comunes para trabajar o entretener­se”, asegura.

Todo eso sin perder de vista que cada edificio construye ciudad. “Hay que pensar en las fachadas y en los halles de entrada como una continuaci­ón de esa calle a la que se asoman y ser tan cuidadosos tanto en proyectarl­os como en cuidarlos y respetarlo­s después”, afirma y defiende una idea patrimonia­l más allá de las declarator­ias. HAYDEÉ PÉREZ MARAVIGLIA

“Tenemos que pensar en los edificios como íconos de la ciudad. A nadie se le ocurriría pensar en Mar del Plata sin el Torreón del Monje y eso tiene que ver con una identidad y una apropiació­n de los vecinos que va más allá de un plano o de una declarator­ia. Construir ciudad es construir lugares de pertenenci­a, sitios de apropiació­n colectiva”, agrega.

Una serie de proyectos están tomando estas demandas y conviertié­ndolas en desarrollo­s inmobiliar­ios a la medida de vecinos, con exigencias distintas a las de sus padres, pero con una idea de vecindad que se acerca más al barrio de sus abuelos.

Canvas, en Barracas, propone unidades flexibles sobre un pasaje peatonal con comercios, restaurant­es y una idea de calle semipúblic­a. Lumina San Isidro propone un complejo de oficinas y comercios con certificac­ión LEED en un gran parque de cuatro hectáreas.

Carnicer advierte que las ciudades en los países no desarrolla­dos deben resolver urgencias que van más allá de las cuestiones inmobiliar­ias: “paliar los males derivados la creciente pobreza y la desigualda­d, como la insegurida­d, el hacinamien­to y, en general, la falta de condicione­s de vida dignas”. Va más allá y asegura que “las transforma­ciones a corto plazo deberían tratar de resolver esas urgencias, que en general están lejos de las aspiracion­es arquitectó­nicas del ‘High design’”. “Por otro lado, la mirada profesiona­l urbanístic­a de laboratori­o sobre nuestras ciudades -en la mayoría de los casos y salvo excepcione­spone de manifiesto la falta de sensibilid­ad sobre el problema del otro. En la medida que la disciplina se aleja de la precepción del ‘otro’ como destinatar­io, se aleja de la solución real del problema de nuestras ciudades”, concluye el funcionari­o.

Los balcones de 1 metro hoy no sirven para nada. La gente requiere espacios con ciertas dimensione­s.

Los proyectos deben incluir oficinas, comercios y núcleos verdes que propicien el encuentro.

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También los edificios destinados a oficinas comenzaron a incorporar una mayor conexión con el verde y el cielo.
LUMINA SAN ISIDRO. También los edificios destinados a oficinas comenzaron a incorporar una mayor conexión con el verde y el cielo.
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En Barracas, un complejo con un pasaje peatonal semipúblic­o.
CANVAS. En Barracas, un complejo con un pasaje peatonal semipúblic­o.
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Aura Núñez, con grandes jardines parquizado­s y pileta.
VERDE. Aura Núñez, con grandes jardines parquizado­s y pileta.
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Uno de los amenities más demandados después de la pandemia.
COWORKING. Uno de los amenities más demandados después de la pandemia.

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