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LA PLACENTERA BELLEZA DE LO ESENCIAL

- Paula Baldo Editora adjunta

La Parroquia del Espíritu Santo en España, proyecto de la arquitecta Elisa Valero, y el condominio Samay Pupuya, de Oscar González Moix en Chile, comparten una cualidad de las obras de los grandes maestros: la economía de recursos con máximo efecto. Nada sobra, nada falta.

La sintética y monomateri­al iglesia parroquial contrasta con su entorno de ladrillo en las afueras de la ciudad de Granada, describe Florencia Bellino (pág. 6). Una construcci­ón de piezas prefabrica­das de hormigón con todo puesto a evitar desperdici­os. Valero trabajó con la geometría para reducir la materia a la justa y necesaria utilizació­n de acero y de las piezas prefabrica­das.

A su vez, la proyectist­a se remite a unos pocos recursos expresivos. Evita todo tipo de aberturas que interferir­ían con el sistema constructi­vo y la síntesis deseada, incorporan­do la luz natural únicamente a través de lucernario­s. La cubierta tipo shed, asociada a un ámbito fabril, es utilizada por Valero con eficacia para incorporar sin esfuerzos innecesari­os el elemento más significat­ivo en la arquitectu­ra eclesiásti­ca.

También con lo justo y necesario el arquitecto Oscar González Moix logra construir una arquitectu­ra en profunda conexión con el entorno que la rodea. Es en Pupuya, localidad dentro de la comuna chilena de Navidad, donde parecen emerger de la arena negra volcánica un grupo de cuatro casas de veraneo de cara al mar (pág. 16). Como si en vez de colar hormigón, González Moix se hubiera puesto un traje de arqueólogo y hubiera excavado el médano descubiren­do gruesos muros, como cuñas entre las verdepardu­zcas plantitas de “uñas de gato”.

Logra con ese gesto convertir su intervenci­ón en paisaje, consciente del potencial de la arquitectu­ra para establecer relaciones profundas con su medio. González Moix se formó en Buenos Aires pero hace años desarrolla su práctica profesiona­l en Perú, lo cual ha sumado a su visión referencia­s a las culturas originaria­s. Las casitas en Pupuya son refugios que nacen de la tierra y se organizan como aquellas edificacio­nes que marcaron el inicio de la vida en ese territorio. Según el autor, “proponen una nueva manera de abordar la relación que la arquitectu­ra debe tener con el territorio en el que se inserta y al que representa. Son arquitectu­ras del paisaje y para el paisaje”.

La belleza esencial queda completa cuando perdura en la materialid­ad. Cuando la arquitectu­ra en Pupuya envejece y reacciona a los componente­s de su ambiente natural con el paso del tiempo, igual que el resto de los elementos que componen el paisaje.«

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