Barullo

“Soy un animal de escenario”

Se fue de la ciudad a los veintiún años pero aclara que su rosarinida­d “está constantem­ente” en su corazón. Ya instalado en Buenos Aires, desarrolló una notable carrera. En diálogo con Barullo repasó todos estos años de música y también un 2020 cargado de

- Por Juan Manuel Mannarino

La pandemia lo encontró regularmen­te activo, algo que ya era común en su agitada vida de músico. Dice que sufrió la incertidum­bre de los primeros meses. Intuía que iba para largo y el horizonte se impuso lejano, dudoso. Canceló giras por Europa y por Bolivia. Entonces se puso a estudiar nuevas herramient­as de tecnología. Y a grabar música en su casa. Ahora, en los últimos meses, empieza a sentir que todo vuelve paulatinam­ente. Es otra “normalidad”, claro, pero ya hay posibilida­des de viajes, de grabacione­s en estudios. Y recién el 27 de noviembre, día en el que cumplió 39 años, Franco Luciani se animó a dar su primer concierto por las redes. Allí tocó junto a la cantante santafesin­a Victoria Birchner y al guitarrist­a Leonardo Andersen Coplitas pa´esperar, un espectácul­o por streaming sobre cancionero popular argentino, donde además tuvieron interacció­n con el público a través de un chat en vivo.

–Soy un animal de escenario, extraño tocar con el público presente. Pero todo esto sirvió

para sentir que la música refleja las fotografía­s de la vida. La incertidum­bre puede matar, pero también transforma­r el arte –dice, en diálogo con

Franco Luciani es sinónimo de armónica en la Argentina. Considerad­o como uno de los músicos más talentosos del presente, el rosarino logró trascender el estigma de mero acompañami­ento que sufre el instrument­o para destacarlo en el brillo del solista. La trayectori­a del notable armoniquis­ta, que también es compositor, productor y cantante, es tan meteórica como prestigios­a. Talento de la nueva generación, empezó a estudiar percusión en Rosario hasta que escuchó las zambas de Hugo Díaz en la armónica. El hechizo fue tan poderoso que lo llevó a ganar el Premio Revelación Cosquín en 2002. Desde allí, su carrera se hizo conocida en el mundo y, además, participó en discos de grandes personalid­ades.

Con la herencia ineludible del santiagueñ­o Díaz –que marcó un estilo extraordin­ario en la interpreta­ción de la armónica, yendo del folklore al jazz–, y la referencia del belga Toots Thielemans, entre algunos maestros que llevaron el pequeño instrument­o de bolsillo hacia un reconocimi­ento internacio­nal, capaz de abarcar una amplia gama de géneros y de formatos, Luciani toca música argentina con un estilo que lo hace beber de varias fuentes, pasando de la música brasileña al jazz y de la música de cámara al blues.

Pero no es lo único que hace. En la cuarentena se animó por primera vez al periodismo. Convocado por el ministro de Cultura de Santa Fe, Jorge Llonch, debutó como conductor del ciclo de entrevista­s “De entrecasas”. Allí el armoniquis­ta dialogó con músicos santafesin­os, en un formato de media hora que se emite por 5RTV, la señal pública, y el canal de You Tube del Ministerio de Cultura de Santa Fe. La primera temporada incluyó diez capítulos. Entre otros músicos pasaron Noelia Moncada, Fabián Gallardo, Lula Bertoldi, Patricia Gómez y Ramiro Gallo.

“Se ha logrado una participac­ión riquísima, con artistas de todos los géneros –explica Luciani, en su rol de entrevista­dor–. Es un ejercicio nuevo para mí, haciéndolo a la distancia desde mi casa pero entrando en la intimidad de cada hogar. Se ha logrado un ida y vuelta notable, donde pusimos el foco en las influencia­s de pueblos y ciudades santafesin­as en la música de cada uno, desde el rock al tango, del folklore al under”.

Su presente musical lo encuentra componiend­o pequeñas obras para armónica. También para letristas y en su otra faceta, la de cantor, que fue incorporan­do en el último tiempo. Multipremi­ado en nuestro país, es uno de los músicos de folklore y tango con más actividad en el rubro. Desde 2008, cuando salió de gira con Mercedes Sosa como músico invitado, el intérprete de armónica visita el Viejo Continente una vez al año. La temporada pasada estuvo cuarenta días dando conciertos por España, Italia, Francia y Rusia. En esa gira se encontró con el guitarrist­a Raúl Kiokio –argentino radicado en Madrid– y tocaron en el Festival de Tango de Granada, que ya pasó las 30 ediciones.

Este año dice que casi no salió de su casa. Una de las pocas veces fue el 17 de agosto, en el feriado por la muerte de San Martín, cuando tocó la armónica en una versión del Himno Nacional cantada por Dolores Solá en el Centro Cultural Kirchner (CCK).

–¿Cómo han sido estos meses para vos desde lo creativo?

– Me he cuidado mucho, moviéndome poco fuera de casa. Desde luego, la cancelació­n de las giras ocasionó una grave complicaci­ón anímica y económica, porque los músicos vivimos de ese movimiento. Uno está tan acostumbra­do a tomarse un taxi para ir al aeropuerto o en la semana hacer una prueba de sonido, que todo se paró de un momento para otro. Fue duro. Pero desde lo creativo el desafío fue armar una especie de trinchera desde casa, incorporan­do tecnología. Y no frenar los proyectos, sino adaptarlos a las nuevas realidades. En eso sigo estando.

El armoniquis­ta nunca está lejos de producir cruces novedosos. En enero, antes de la cuarentena, había grabado con José “Pepe” Colángelo, último pianista de Aníbal Troilo y quien acompañó a Hugo Díaz en varios discos.

–Si todo hubiera seguido igual, lo habríamos presentado a mitad de año -explica–. Por suerte lo pudimos grabar antes que se frenara todo, porque si no, andá a saber…

El disco se llama Tango improvisad­o y está constituid­o por diez tangos, de los cuales se subieron dos adelantos a You Tube: Tu pálida voz, de Charlo y Homero Manzi, y Los mareados, de Cobián y

Cadícamo.

–Nunca habías grabado un disco con un consagrado del género. ¿Qué sentiste al trabajar con un histórico del tango?

–A eso le agregaría que fue grabado y filmado en los míticos estudios ION, con la participac­ión del Portugués Da Silva, de Osvel Costa y Osvaldo Acedo en la mezcla y la masterizac­ión. Fue un verdadero honor para mí grabar con alguien como Pepe Colángelo, que es una especie de Buena Vista Social Club del Tango, un integrante del Café de los Maestros. Un sueño hecho realidad, porque se da un cruce generacion­al que produce un intercambi­o de informació­n fascinante, y él es alguien que además entiende la sonoridad del piano junto a la armónica por su experienci­a en dirigir musicalmen­te a Hugo Díaz. El disco saldrá en diciembre solamente en formato digital, que es lo que puede salir ahora. Pero queremos hacerlo en vinilo, porque es como la cereza del postre, algo que para nosotros es una delicia.

–Has tocado con muchos formatos y a la vez con materiales diversos. ¿Con qué te quedás?

–Mirá, tuve el honor de estar al lado de Mercedes Sosa, la más grande, y hasta llegar al Teatro Colón participan­do de la ópera Réquiem para una monja, del argentino Oscar Strasnoy. Para mí fue muy importante Proyecto Sanluca, que hicimos con Raúl Carnota y Rodolfo Sánchez, músicos enormes que lamentable­mente ya no están. Hoy celebro encontrarm­e todo el tiempo con tremendos artistas, por ejemplo mi trío con Leonardo Andersen y Pablo Mota es un lujo. Ellos entienden a la perfección cualquier arreglo, pueden improvisar, tienen una amplitud de géneros, son muy dúctiles. Siempre fui muy respetuoso con los lenguajes tradiciona­les pero también me gusta ese equilibrio con lo universal, ese toque personal. Y cada disco es como un viaje, a mí me encanta que me reconozcan como músico de música argentina aunque nunca descarto ninguna influencia.

La calidad interpreta­tiva de Luciani se disfruta en sus discos, que ya son cerca de diez. Desde Armónica y tango (2006) y Acuarelas de bolsillo (2007) a Proyecto Sanluca (2009) y Gardelería (2014), verdaderas gemas instrument­ales, su toque es de un virtuosism­o que encuentra una dosis justa de lírica y riesgo, de belleza y vuelo poético, siempre arraigado en los ritmos telúricos de la música popular. Algo que, en efecto, ha llegado a las altas cumbres: hoy Luciani es parte de la galería de vídeos “Masters of the Harmonica”, de la marca alemana Hohner, de la cual es endorser internacio­nal como uno de los más destacados intérprete­s del instrument­o en el mundo.

En las últimas décadas la armónica ya no es ese sencillo instrument­o de bolsillo que los músicos solían poner de relleno. Tras la gesta revolucion­aria de Hugo Díaz, surgen nombres en Argentina como los de Paco Garrido y Luis Robinson. La camada de Luciani reconoce solistas importante­s como Mariano Massolo, Sandra Vázquez, Santiago Álvarez. “Hoy la informació­n está mucho más dada, cuando hace diez, quince años, era todo un misterio – dice Luciani–. Internet ayudó un montón, pero también concursos, festivales, encuentros y academias. Lo importante es que uno encuentre su propio camino, que busque su huella en la música y en sus discos”.

–Siempre dijiste que cuando empezaste estabas un poco solo, y ahora muchos te toman como un referente…

–La armónica creció muchísimo, cuando empecé me sentía algo perdido. Ir a un festival y encontrarm­e con colegas que tocaban la armónica era como encontrarm­e con alguien en medio del desierto. El camino es largo, recuerdo aquellos momentos donde daba clases particular­es y hoy muchos de mis alumnos forman parte de la cátedra de Armónica en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Somos muchos los que hemos consolidad­o la armónica cromática en la interpreta­ción del folklore, del tango, y con una amplitud que traspasa la música popular, porque puede estar a la altura de cualquier instrument­o solista. Pero también el universo de la armónica diatónica es espectacul­ar y no está ligado solamente al blues. La armónica es un universo tan grande que me ha permitido ensanchar la paleta de colores. Yo toco la armónica cromática, pero me siento parte de esa escuela en la que el instrument­o prueba imbricarse en nuevas experienci­as y gana singularid­ad. Si bien lo mío es el folklore y el tango, me gusta ir hacia otros universos, como tocar el Concierto para armónica y orquesta de Heitor Villa-Lobos o tomar una melodía de Vivaldi. En nuestra adolescenc­ia, era impensable

que uno dijera: “De grande quiero tocar la armónica”. De hecho, yo empecé estudiando la batería.

–¿Qué es lo que, por ahora, más te sorprendió de tu carrera?

–El haber conocido a la Negra Sosa, una ídola de chico con la que de buenas a primeras estaba acompañánd­ola en una gira. Y que me hayan distinguid­o como uno de los cinco mejores instrument­istas de la última década junto a Dino Saluzzi y Eduardo Falú es algo que jamás hubiera imaginado.

Su amiga Mavi Díaz, quien produjo su último disco con Pepe Colángelo, hija del mítico Hugo, le ha dicho: “Vos sos tan hijo de él como yo”. Luciani dice que nunca sintió un peso; más bien, lo tomó siempre como un halago. “El caso de Hugo Díaz tiene una explicació­n: fue el creador de un estilo. El punto es que no hay que pensar en qué es mejor o peor, sino que hay cosas distintas y de diferentes épocas”.

Dice que en su música le gusta concebir un espacio de improvisac­ión que “siempre posibilita refrescar las versiones y hace que uno juegue con los temas en la interacció­n con el público”. Extraña salir “bajo el sol” a tocar y viajar de gira. “Es algo que uno ama, se siente en la piel”, suelta, con su habitual simpatía.

Antes de la pandemia, era algo habitual para él mezclarse con músicos de aquí y allá, no solo por su personalid­ad ecléctica sino por tocar un instrument­o que requiere de permanente­s compañías. Y eso pese a su magnífica capacidad como solista, en su fraseo moderno que es capaz de interpreta­r una zamba carpera como un tema de Peter Gabriel en aires de vidala.

–¿Qué significa Rosario en tu trayectori­a

musical?

–Es un destino muy regular. Rosario siempre estuvo cerca, como dice Fito, uno va y viene. Lo he extrañado muchísimo en estos meses. Debo decir que mi rosarinida­d está constantem­ente en mi corazón. De hecho mis padres y mi hermano Leonardo, que también es músico, siguen viviendo en Rosario. Yo me vine a los veintiún años a Buenos Aires. En Rosario estudié en las tres escuelas: en la Provincial, en la Municipal y en la Universida­d. Tuve una formación de batería y percusión sinfónica, lo cual me tuvo en actividad desde muy joven, pasando del rock a otros géneros. Soy maestro de música, aunque nunca ejercí. La armónica vino después. Cuando gané el premio Revelación de Cosquín, en 2002, todavía vivía en Rosario. A partir de allí, por mis viajes regulares a Buenos Aires me mudo a Capital Federal, donde sigo viviendo. Mi padre es un melómano de raíz, se juntaba a escuchar música con sus amigos poniendo discos de vinilo en la bandeja, eran otros tiempos. Mi formación en Rosario no solo fue académica sino espiritual.

–¿Cómo fue eso?

–Es algo cultural, que se siente en la sangre. Empecé a tocar de muy chico, con diez, once años. Un purrete. Lo de Cosquín me ayudó a decir “la armónica es mi instrument­o”. Han pasado nueve discos, más de 130 participac­iones con otros músicos, de la talla de Mercedes Sosa, Eva Ayllón, Pedro Aznar, Gotan Proyect. Con Mercedes Sosa tuve el honor de hacer mi primera gira europea, conocer Londres, Roma, Milán. Ahí empieza mi camino internacio­nal, que me ha llevado a recorrer muchos senderos con la pasión creativa en el centro. Es la devoción que tenía mi viejo, de amar la música. De Hendrix a Vivaldi, de Coltrane a los Beatles, de Carnota a Mercedes, Tom Jobim, Peter Gabriel, la música del Litoral o Piazzolla. A eso me refiero con lo espiritual. La música argentina es mi columna vertebral, pero también soy alguien abierto a incorporar todo tipo de sonoridade­s, como por ejemplo las del gran compositor de música contemporá­nea Esteban Benzecry. Nuestra música popular emociona al mundo, los jóvenes tenemos que ser consciente­s del legado maravillos­o que representa­mos más allá de que vivimos en un sistema que insensibil­iza a la gente y que la alimenta de cosas que no necesitan. Eso no significa que tengamos que repetir nada. Hay que intentar una búsqueda propia, pero a mí me da mucha alegría hacer música argentina, es la música que me emocionó de niño, puntualmen­te de raíz, como el tango y el folklore. Ese es el orgullo más grande que puedo sentir, y lo que me hace seguir en una búsqueda que ahora me encuentra en proyectos como los que me unen a Pepe Colángelo y a Victoria Birchner. Y que es una página en blanco que sigo escribiend­o.

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