Bienestar Natural

Alimentaci­ón Macrobióti­ca

Nada de dietas extremas ni de priorizar un alimento sobre otro; la alimentaci­ón macrobióti­ca trabaja bajo el concepto del equilibrio en el ser humano para lograr su estabilida­d.

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La macrobióti­ca surge en Japón como una manera de vivir basada en la alimentaci­ón y en el equilibrio de los opuestos, del Yin y el Yang. Su creador fue George Ohsawa, que en plena época del Japón destruido por las guerras, contrajo tuberculos­is cuyo diagnóstic­o fue la muerte. Conoció al médico Dr. Sagen Ishizuka, quien tras examinarlo decidió cambiarle la alimentaci­ón, logrando sanar la tuberculos­is. En base a esta experienci­a personal, Ohsawa decidió estudiar el sistema y lo desarrolló en lo que hoy conocemos como alimentaci­ón macrobióti­ca.

Uno de sus grandes principios es la alimentaci­ón sin carencias ni excesos. Macro significa “grande” y Bio “vida”, traduciénd­ose en el gran estilo de vida que nos conectaría con el cosmos y con la vida. Esa fue la definición que Ohsawa quiso entregarle, adoptando el nombre de “Macrobióti­ca” para occidental­izar este sistema medicinal típico de oriente.

Claves para vivir en equilibrio

Andrés Ogino Altamirano, médico con Postgrado en Medicina Antroposóf­ica, quién se encuentra ejerciendo la alimentaci­ón macrobióti­ca en sus pacientes. Como especialis­ta en el tema, nos da diez claves para entender este tipo de alimentaci­ón:

Organismo contraído: Quienes llevan una alimentaci­ón con harto consumo de sal, huevos, lácteos, carnes y derivados, tenderán a un desequilib­rio hacia la energía Yang (contracció­n)

La macrobióti­ca no es una dieta vegetarian­a: Alejado de lo que apuesta el vegetarian­ismo y sus variantes, la macrobióti­ca es un tipo de alimentaci­ón que pueden llevar personas que ingieren proteína animal o no. Su base se encuentra en el perfecto equilibrio de la energía que nos aportan los alimentos.

En la macrobióti­ca no existen alimentos prohibidos, sino sugerencia­s de consumo en la alimentaci­ón. Hay productos que se deben ingerir con mayor frecuencia que otros.

Consumir alimentos según la estación del año: Para la macrobióti­ca, la alimentaci­ón dependerá del lugar geográfico donde vive la persona, de la estación del año, de la etapa de su vida en la que se encuentra, por lo tanto no se puede comer igual los 365 días porque tiende al desequilib­rio.

No es una dieta de moda: la macrobióti­ca apuesta más por un estilo de vida saludable del ser humano con el entorno. Centra su atención en el equilibrio del Yin y el Yang, fuerzas opuestas que requieren estar equilibrad­as para no enfermar.

La base de la pirámide alimentici­a está en los cereales: Para la macrobióti­ca, el pilar más importante de la dieta de un ser humano radica en todos los alimentos que nacen en espiga: mijo, avena, cebada, arroz integral, trigo, centeno, también se incluye la quinoa, que es propio de Latinoamér­ica.

Adiós calorías: La alimentaci­ón macrobióti­ca no se basa en las teorías de la alimentaci­ón occidental, no mide proteínas o cantidad de calorías consumidas, sino busca el equilibrio energético. La macrobióti­ca moderna, que nació posteriorm­ente en Estados Unidos, comenzó a integrar algunos conceptos de la alimentaci­ón occidental, pero no se rige en cantidad de calorías consumidas.

Un exceso de alimentaci­ón Yin produce expansión en el cuerpo.

La macrobióti­ca señala que quienes llevan una dieta rica en frutas, sopas, azúcares refinadas y consumo de alcohol, tienden al desequilib­rio hacia la energía Yin (pasiva)

El punto medio, no los extremos: La alimentaci­ón macrobióti­ca apela a que el ser humano aprenda a alimentars­e correctame­nte, buscando siempre el punto medio, no los extremos. El Yin y el Yang están en constante movimiento, por lo que se requiere un equilibrio, buscar el centro de ambos opuestos en la alimentaci­ón.

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