EL VALOR DEL PERDÓN
para sí mismo y los demás
En la edición anterior de Salud Alternativa hablamos de la amabilidad y la generosidad como caminos para alcanzar el bienestar. En este número, es el perdón la herramienta que nos permitirá liberarnos de cargas y caminar livianos y felices por la vida.
Según la Real Academia Española, perdonar sería el acto de donar o regalar la actitud de “pasar por encima” una falta percibida. Perdonar en esencia es liberarnos del rencor, los deseos de venganza y las emociones negativas que nos puede haber generado una situación que nos hizo daño. Aunque a veces lo creamos, perdonar no es olvidar, ni minimizar o justificar el daño, tampoco se trata de reconciliarse… de hecho, podemos perdonar a alguien que nos hizo daño, pero decidir no volver a relacionarnos con esa persona, estableciendo límites claros que nos
protejan de volver a ser dañados. El perdón es algo que hacemos por nosotros mismos, para liberarnos de emociones que nos hacen daño, para salir del miedo y la desconfianza y darnos la oportunidad de volver a creer en la bondad humana si es que el daño debilitó esta creencia. La otra persona puede que no se entere que la hemos perdonado, lo importante es que nosotros podamos seguir adelante caminando más livianos y fortalecidos de estas experiencias.
Como vemos, el perdonar es una oportunidad, es la instancia donde la persona se puede detener a sentir y mirar una situación puntual con la plena conciencia de que fue un aprendizaje, que esa experiencia a la cual se vio sometido, lo ayudó a crecer, valorarse, diferenciarse y conectarse con los valores que desea mantener en su vida, conocer y explorar diversos ámbitos quizás desconocidos de su personalidad, además de aportar a la capacidad de establecer relaciones saludables con otros, teniendo mayor claridad cuándo una relación no lo es.
LOS EFECTOS DEL RENCOR
Pese a todos sus beneficios, el acto de perdonarse a uno mismo o a otros, no siempre resulta fácil… Al percibir una intención negativa en nosotros u otros, las cuales pueden generar un daño, tendemos a enemistarnos, aislarnos, criticar o autocriticarnos, culpar o culparnos, identificándonos con emociones llamadas “negativas”, como la rabia, pena o ansiedad. Estas reacciones responden a un mecanismo de supervivencia que busca impedir que el daño continúe y dejar de ser víctima o victimario de una situación dañina, sin embargo, si su intensidad y frecuencia es alta, con el tiempo afectan nuestro bienestar, generando estrés psicológico, resentimiento, y con ello, menos salud, paz y felicidad.
¿Por qué es bueno perdonar?
El perdón es un valor humano presente en diversas filosofías, religiones y culturas, ya Aristóteles, en su Ética a Nicómaco afirmó que “cuando un hombre da pruebas de juicio en las cosas que son del dominio de la prudencia, es porque es inteligente, tiene buen sentido, y caso necesario sabe ser indulgente y perdonar; porque los procedimientos honrosos y benévolos son los que emplean todos los hombres
verdaderamente buenos en sus re- laciones con los demás hombres.” En el caso de la psicoterapia es un elemento relativamente nuevo, comienza a introducirse en los años 70; pero no es hasta los 90’ cuando se empieza a considerar una herramienta terapéutica a tener en cuenta. Según la evidencia de la ciencia del bienestar y la felicidad, las relaciones saludables son fundamentales y diversos estudios demuestran reiteradamente que las personas más felices son aquellas que practican el perdón a si mismos y a otros. Esto permite avanzar con un mayor nivel de aceptación y satisfacción frente a las diversas eventualidades de la vida.
El psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirmó que las personas que han sido profunda e injustamente heridas pueden sanar emocionalmente perdonando a su ofensor. Además, perdonar es beneficioso para la salud psicológica y física, nos lleva a una mayor plenitud y parte de una decisión personal. Asimismo, resulta bastante beneficioso el decidir pedir perdón a quien hemos dañado de algún modo, ya sea intencionalmente o no.
El saber pedir perdón, implica de algún modo, reconocer la culpa y el daño cometido a la otra persona y el querer repararlo. No siempre es fácil reconocer que uno ha generado un daño a otro, porque el ego y el orgullo obstaculiza este proceso. Una vez que se logra este reconocimiento y se procede desde la humildad, puede surgir incluso el compromiso de cuidar mejor la relación si se da la oportunidad de retomarla. Sin embargo, es de aclarar que el foco de pedir perdón no debe ser la reconciliación, sino más bien la paz interna de sentir que se está haciendo lo correcto, manteniendo el respeto ante la decisión personal del otro de volver a confiar y estar en una relación con nosotros, o no…
Lo ideal es realizar actos reparatorios que permitan comunicar a la persona que se reconoce el daño causado y hay una intención positiva de hacerle bien, aunque hay situaciones en que lo reparatorio resulta el hecho mismo de reconocer la falta y pedir perdón, y la víctima del daño no requiere nada más de nosotros que el hecho de que respetemos su límite.
¿CÓMO APRENDER A PERDONARSE Y PERDONAR?
Los seres humanos estamos en constante aprendizaje, somos un trabajo en progreso nunca finalizado, nos equivocamos y eso forma parte esencial del crecimiento y desarrollo en la vida. Reconocer la humanidad nuestra y de otros y ser capaz de abrir el corazón para perdonar, reconociendo que somos humanos y distamos de la perfección, es la esencia del perdón. De lo contrario tendemos a producir un estado de aislamiento, sintiéndonos distintos o únicos en nuestra falta, produciendo vergüenza en ideas como: “esto solo me pasa a mi”, que nos llevan a aislarnos de los demás por no sentirnos merecedores de conexión y pertenencia. Aislamiento que también sucede cuando condenamos a un otro, aislándolo de nuestra conexión y percibiéndolo como un individuo lleno de faltas. El perdón implica el reconocimiento que compartimos una humanidad común.
El acto de perdonar, también implica una verdadera aceptación de la realidad tal y como es, no como uno quisiera que fuera. Aceptación (no resignación), donde puedo observar lo que realmente hay en mí y en el otro, donde me perdono por no lograr ser mejor de lo que soy hoy y soy compasivo conmigo (en vez de castigarme y culparme crítica y destructivamente), entendiendo que estoy en un proceso de aprendizaje, que el modo en que hoy actúo, creyendo que es lo mejor que puedo hacer, posiblemente sea distinto en el futuro… La aceptación me ayuda a entender, compasivamente, que el otro quizás actuó de esa manera pues no tenía otras herramientas ni aprendizajes que le permitieran hacerlo mejor, aunque hubiese querido...
Es esa expectativa frente a la realidad, de que uno u otro sea distinto a lo que es, es lo que genera el sufrimiento e impide la liviandad y liberación del acto de perdonar. Para aprender a perdonarse y perdonar, es necesario aprender a aceptarse y aceptar al otro en lo que es hoy.
Algo que ayuda el proceso de aceptación de la realidad tal y como es,
es comprender que las personas estamos determinadas por una historia, historia que limita nuestra percepción, nos moldea y nos lleva muchas veces a reaccionar con menor sabiduría, alineamiento con los propios valores, flexibilidad mental o compasión con uno mismo y con otros. El poder aceptar la propia historia y la intención basal de que se hace lo que mejor se puede, con la limitación evolutiva que cada uno trae, nos hace dar un paso hacia delante en este camino.
Al fin y al cabo es la intención amable y no la crítica, tanto para uno, como para otros, la base nutritiva para avanzar en el perdón. Cuando nos criticamos a nosotros mismos o a otros, tendemos a generar emociones negativas, que nos limitan en poder comprender la situación, buscar soluciones y aprendizajes de lo vivido. Si logramos pasar del por qué al para qué, en un acto bondadoso y comprensivo de aprendizaje constante, podemos enfocarnos en el sentido que tienen las circunstancias que ocurren en nuestra vida y podemos integrar las distintas experiencias de una manera más integral e incluso positiva.
En este sentido, el poder perdonar de manera saludable implica poder prestar atención con curiosidad y sin juicio, a lo que se está experimentando, sin caer impulsivamente en resentimientos y tramas mentales de injusticias y venganzas. Poder observar qué es lo que se siente y qué consecuencias genera, reconociendo que esto es transitorio, en vez de aferrarse a estas reacciones, nos ayuda a conservar un estado mental con mayor paz y bienestar interior, fortaleciéndonos ante la experiencia dolorosa.