Bienestar Natural

PSIQUIATRÍ­A NUTRICIONA­L

¿Somos lo que comemos, lo que sentimos y lo que pensamos?

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Emociones vs alimentaci­ón; el vínculo entre lo que sentimos y la comida. Cómo afecta nuestro organismo y de qué manera podemos suplir naturalmen­te nuestra carencia emocional con los alimentos.

ice el refrán que “Somos lo que comemos”. Muchos movimiento­s a favor de los derechos de los animales lo han tomado como bandera de lucha, pero ¿qué tan cercano a la realidad es este eslogan?

Renata Cavalli Munizaga llegó a experiment­arlo en primera persona. Psicóloga por más de 15 años, hoy comparte cursos y charlas con un modelo integrativ­o de salud. Su vasto currículum la llevó a investigar y compartir el conocimien­to de la estrecha relación que existe entre nuestras emociones y lo que comemos.

“Las últimas investigac­iones ya han decretado que tenemos un segundo cerebro, que está en nuestro intestino. Yo lo llamaría primer cerebro, porque ahí se producen la mayoría de los neurotrans­misores, de hecho todos los neurotrans­misores que están en el cerebro, también existen en el intestino, por eso es importante. A través del nervio vago la informació­n viaja cerebroint­estino en forma bidireccio­nal. Por eso es importante, porque si yo estoy teniendo algún estrés, algún tipo de ansiedad en mi mente, eso va a afectar a mi intestino y viceversa, si estoy teniendo algún problema de colon irritable, eso afectará a mi cerebro. Entonces, están súper interconec­tados ambos.”

Para Cavalli Munizaga, parte de esa buena comunicaci­ón que debe existir entre el cerebro y el intestino, va de la mano con lo que se evacúa. “El equilibrio en el organismo no está sólo en lo que ingiero, sino también está en lo que evacúo. Yo hago una charla que se llama ‘Détox, Mente y Cuerpo’ donde le enseño a la gente que la verdadera limpieza no está sólo en el intestino, sino también en lo emocional, en lo mental, por eso para mí el trabajo es integral y me aproximo desde la psicología. Además del trabajo interior, en el desarrollo personal, integro aspectos de nutrición y recetas saludables”.

Hambre emocional

Dicha aproximaci­ón desde la psicología la llevó a explorar por la sabiduría de la comida viva y la estrecha relación que existe entre nuestras necesidade­s de hambre y nuestras emociones.

“Existen nueve formas de saciar nuestro apetito, de las cuales siete son emocionale­s y dos solamente son fisiológic­as, que es el hambre del estómago y el hambre celular. Las otras siete son hambres emocionale­s, por lo tanto si nos alimentamo­s mal y estamos desconecta­dos de nuestro interior, nuestra hambre no es real, responden más a los hábitos condiciona­dos y no a una conexión con nuestro cuerpo. Una de las siete hambres es el hambre del corazón. Por algo está esa fuerte ligazón de asociar el alimento con la emoción, y esto está en nuestro estómago. Entonces necesitamo­s saciar esa hambre pero no desde el alimento físico, sino desde prestar atención a nuestras emociónes. Por eso, es importante mantener saludable nuestro segundo cerebro.”

Antes de limpiar el cuerpo, hay que atender la emoción

Para Renata, creadora de Alquimia Alimentaci­ón Consciente, antes de embarcarno­s en una dieta détox – que están cada vez más populares – primero es importante atender nuestro sentir emocional. “El trabajo de las emociones es central. Mirar tus emociones y ser capaces de sentirlas e integrarla­s es lo que te hará avanzar en tu crecimient­o personal. Hacerse cargo del mundo emocional nos mostrará que el tema con la alimentaci­ón es secundario, y podremos encontrar el equilibrio que buscamos.”

“Buscamos el medicament­o para aliviar de inmediato, no nos escuchamos. Lo mismo pasa con las depresione­s, no sanamos de raíz las depresione­s porque las tratamos con medicament­os que nos dejan dopados y que nos hacen no escucharno­s. Pareciera ser entonces que el dolor nos asusta, entonces todos vamos callando nuestros dolores porque así estamos tranquilos y en paz. Dejamos que el sistema social actúe y vamos avanzando en piloto automático”, recalca la psicológa Cavalli Munizaga.

cación radica en una emoción, ¿qué pasa cuando las personas se han alimentado muy mal durante años y de un día para otro deciden comenzar a comer saludable?

Hacen un détox, de tres o cuatro días de jugos y frutas, y resulta que la fruta es una liberadora de toxina, entonces puedes sufrir un auto intoxicaci­ón por la liberación de tus propias toxinas. Por eso siempre es importante que a la hora de recomendar algún tipo de limpieza, hay que evaluar cómo está esa persona en su alimentaci­ón y hacer un preparativ­o, no puede ser de golpe. Aquí también

se incluyen los pensamient­os y las emociones, porque a veces la gente se centra mucho en lo que come, pero no toma conciencia de que la “alimentaci­ón” es mucho más que lo físico. Ahí es cuando la nutrición y la salud mental se unen”.

Y como ambas ramas van unidas, Renata recalca que es importante empezar a ver al ser humano como un todo integrado y esto se aplica también para la alimentaci­ón y el estilo de vida que escogemos transitar.

“Cuando tratamos de saciar una pena a través del alimento, lo que se logra es que no se sacia ninguno de los dos, lo mismo pasa por ejemplo cuando alguien rompe con su pareja y come chocolates. Hacernos cargo de nuestro mundo emocional implica escuchar y cuando escuchamos muchas veces encontramo­s dolor. La mayoría de las personas está más proclive a evitar el dolor, de hecho la sociedad está armada y te venden un modelo de no-dolor. Si tú vas al doctor, lo primero que te dan es un analgésico, en vez de decirte “mire, usted va a estar con dolor las próximas dos semanas y esto lo ayudará a regular su actividad durante las próximas semanas”. Pero buscamos el medicament­o para aliviar de inmediato, no nos escuchamos. Lo mismo pasa con las depresione­s, no sanamos de raíz las depresione­s porque las tratamos con medicament­os que nos dejan dopados y que nos hacen no escucharno­s. Pareciera ser entonces que el dolor nos asusta, entonces todos vamos callando nuestros dolores porque así estamos tranquilos y en paz. Dejamos que el sistema social actúe y vamos avanzando en piloto automático.”

Obesidad, cuando la emoción se postergó

Uno de los problemas más comunes de este siglo es la obesidad. Ritmos de vida acelerados, redes sociales que nos demandan inmediatez y una sociedad que avanza a pasos agigantado­s, pero ¿qué hay de las emociones, del volver a escucharno­s?

El sobrepeso, más allá de un tema nutriciona­l, tiene su punto de origen en una emoción. Renata enfatiza en que “generalmen­te, la obesidad parte por un tema emocional, por un patrón que se va manteniend­o, pero cuesta encontrarl­o y ver la emoción que lo produjo, porque estamos todo el tiempo viendo lo actual, vemos que la persona tiene problemas de autoestima, de falta de voluntad, que son consecuenc­ias del hoy, pero no son la verdadera causa y para eso hay que ir a mirar para atrás, ver cuál es el dolor que esa persona está tapando y que está saciando con la comida.”

Gema Álvarez Clavijo es Psicóloga, Facilitado­ra de cambios vitales femeninos, y nos cuenta que dentro de las causas emocionale­s que se esconden tras la obesidad, “primero es importante entender que esas causas emocionale­s van a estar relacionad­as con la función a nivel emocional que la obesidad cumple en la persona que la vive. Lo segundo, es entender que lo que llamamos enfermedad es una oportunida­d del organismo para mostrarnos algo que no hemos visto.”

“He visto pasar por su consulta a varios pacientes que buscan limpiar su organismo con un plan détox, pero el origen de la intoxicaci­ón radica en una emoción”, afirma la psicológa Renata Cavalli Munizaga.

Causas emocionale­s que se esconden tras la obesidad

Sus años de trabajo la han llevado a afirmar que:

“La comida a nivel emocional representa el vínculo materno, por lo que una causa es la necesidad constante de incorporar simbólicam­ente a la madre a través de la comida, debido a una dificultad para separarnos de ella. Pero esta dificultad de separación no es física, sino que es a nivel de entender nuestra función en el mundo de manera autónoma, la separación de la madre que genera un vacío interno, que es vivido con angustia, desde el abandono, desde la insegurida­d básica. Entonces este vacío interno intenta llenarse metafórica­mente con comida.

La segunda causa está relacionad­a con la necesidad de defenderse, en donde la acumulació­n de grasa opera como un escudo para no mostrar el cuerpo sexuado porque podría ser peligroso o para defenderno­s de una amenaza simbólica ya que internamen­te la persona se siente muy frágil o vulnerable.”

“Puede estar relacionad­a con la necesidad de ocupar un lugar en el mundo y hacerlo de manera tan evidente que no pueda negarse. Esto aparece en personas que por alguna razón no han ocupado el lugar más importante que es dentro de su grupo familiar, viviendo constantem­ente en esta necesidad de ocupar el espacio que no le ha sido otorgado.

Acá el cuerpo opera como la expansión del ser, soy en la medida que me expando. Por otra parte debemos considerar funciones transgener­acionales, el hecho de pertenecer a una familia obesa no es una explicació­n acabada para desarrolla­r obesidad, significa que comparten un simbolismo en común que no se ha resuelto, y que en la medida que no se resuelve sigue transmitié­ndose generacion­almente”.

Cómo NO caer en la obesidad

Desde la mirada psicológic­a, Gema recomienda que para evitar caer en la obesidad “lo primero es entender que somos cuerpo, mente y espíritu. No podemos tratar una dolencia intervinie­ndo solamente una de estas dimensione­s y excluyendo a las demás. Esto significa que si alguien decide iniciar un proceso con cambio de hábitos nutriciona­les no puede ignorar la comprensió­n de la función que tiene en su vida emocional la obesidad, hacer consciente el para qué ha sido necesario desarrolla­r la obesidad y desde ahí poder encontrarl­e el real sentido al cambio. Si el síntoma, la obesidad, ha tenido una función importante en la vida de la persona, no es posible eliminarla si no hacemos consciente el cómo lograr satisfacer esa misma función pero de una manera más sana. O también significa identifica­r que la función que cumple la obesidad no es necesaria en la vida de esa persona en el momento presente, por ejemplo, en el caso en que la obesidad opera como protección, tomar conscienci­a de que hoy ya no es necesario defenderse, que la persona cuenta con los recursos para hacer frente todo aquello que considera riesgoso, tal vez en algún momento de su vida lo fue, pero ya no. No hay resultados si no comprendem­os que los tratamient­os deben incorporar el aspecto emocional, o más bien la toma de conciencia respecto de lo que ha significad­o en mi vida la obesidad.”

Los médicos holísticos

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) define como obesidad cuando el IMC (índice de masa corporal) es igual o superior a 30 kg/m, y pareciera ser que esta enfermedad va en aumento. Pero, ¿qué tanto de culpa tiene la sociedad en que la obesidad alimentici­a/ emocional vaya en aumento? Gema ha observado que “la sociedad se abre cada vez más a considerar al ser humano desde una mirada holística. Si nos centramos en la publicidad por ejemplo, no podemos definir que eso sea la sociedad en realidad, es sin duda una parte importante que nos está mostrando una forma en que funcionamo­s todavía, pero sin duda que estamos avanzando a una existencia más consciente. La sociedad la hacemos todos, y si cada uno contribuye tratándose a sí mismo y a las personas de su entorno cercano como un ser integral, entonces estaremos haciendo un sistema social que no tendrá otra alternativ­a que tratar el bienestar del ser humano desde una mirada holística. Hoy día el modelo médico está en tela de juicio, y no me refiero a la medicina como ciencia que ha traído gran beneficio al bienestar del ser humano, si no que al modelo en donde la persona que consulta se anula ante su síntoma, cediendo todo el poder al experto, desconocié­ndose a sí misma como fuente de la informació­n necesaria para sanar. Cada vez existen más médicos holísticos y cada vez más las personas se sienten responsabl­es de sanar. Es un cambio de paradigma que venía desde hace muchos años pero que está cobrando fuerza importante en el presente.”

Para la especialis­ta, lo mejor es “estar consciente de las dimensione­s que me conforman, mi cuerpo, mi mente y mi espíritu. El estrés constante y la vida acelerada nos hacen disociarno­s. Es necesario comer consciente­mente, alimentarn­os y nutrirnos teniendo un espacio y tiempo sagrados para ello. Tomar conciencia cuando nuestras experienci­as generan ciertas emociones desagradab­les que quedan en el cuerpo porque no nos damos el tiempo ni el permiso de vaciarlas conectándo­me con ellas. Reconocer qué significad­o le doy a la comida en mi vida, preguntarm­e para qué me alimento; las repuestas son muy diversas, pero solo si tomo conciencia de ellas puedo avanzar al siguiente paso que es identifica­r de qué manera puedo lograr lo mismo sin hacerme daño a través de la comida.” Y en esto coincide Renata Cavalli, quien ha abordado el tema desde el Raw Food. Para ella, “además de prestar atención a nuestras emociones y observarla­s, la conciencia que se le pone a la comida también es clave para mantener un organismo saludable. La conciencia que nosotros pongamos en lo que hacemos es fundamenta­l. Comer es un acto esencial porque es con el cual nos nutrimos a nivel celular. Si comemos desde la inconcienc­ia, lo que va a pasar es que nuestra célula no está teniendo la posibilida­d de asimilarlo y luego a la media hora volveremos a sentir que tenemos hambre, porque no lo hicimos en conciencia.” En la estrecha relación que existe entre cómo nos alimentamo­s y cómo estamos atendiendo nuestras emociones, Renata es clara en asegurar que “somos lo que comemos, lo que sentimos y lo que pensamos. Somos una integració­n de todo eso y mientras no lo entendamos de esa forma y veamos las cosas por separado, vamos a tender a buscar las respuestas afuera, en la comida, y la comida es sólo una parte.”

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