GRATITUD
Su importancia para nuestra salud y bienestar
“Quien no es feliz con poco, no lo será con mucho; quien no aprecia lo pequeño, no podrá ser cuidadoso de lo grande” Lao Tsé.
La gratitud es una de las fortalezas que más aporta a nuestra felicidad y en los últimos años, las investigaciones nos han ido entregando orientaciones concretas sobre cómo podemos desarrollarla para ir aumentando nuestro bienestar. Sí, tal cual, es posible entrenar y trabajar la gratitud, así que en esta nota tomaremos el desafío e iremos compartiendo cómo poder hacerlo
para iniciarnos en este camino. Por un lado, para trabajar esta fortaleza es importante reconocer y valorar las cosas buenas que nos suceden, pero además, debemos aprender a expresar el sentimiento de gratitud.
Para empezar, es clave entender que si no apreciamos lo bueno que nos pasa no podemos estar agradecidos. Generalmente, en el ir y venir de nuestra cotidianeidad, nos detenemos escasamente a ver lo bueno, en apreciar a quien tenemos y lo que tenemos, o sencillamente lo damos por sentado. Nos levantamos por la mañana, tomamos desayuno, nos metemos a la ducha y partimos al trabajo. Si un día nos levantamos y no tenemos qué desayunar, o abrimos la canilla de la ducha y el agua nos sale fría, o no tenemos trabajo, entonces el mundo se nos viene abajo. Cuando las cosas no funcionan como deberían, nos enfadamos, pero cuando todo está presente en nuestras vidas lo vivimos desde la transparencia del vivir, es decir no apreciamos el café que tomamos, que tenemos agua caliente, que el sol sale a diario, o que simplemente despertamos.
Las personas agradecidas aceptan, valoran y aprecian las circunstancias de su vida momento a momento, incluso podrían encontrar aspectos positivos en situaciones dolorosas o difíciles, valorándolas como parte de la existencia y un aporte al crecimiento personal. Es el caso, por ejemplo, de las personas que tienden a ver el vaso medio lleno y frente a un evento negativo agradecen estar vivos, sanos, etc.
GRATITUD Y SALUD
La relevancia que tiene la gratitud en nuestro nivel de bienestar es enorme, y por lo mismo, los beneficios que reporta “el ser agradecido” guardan directa relación con nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones.
Las investigaciones recientes en gratitud nos han mostrado que las personas más agradecidas tienen mayor cantidad de emociones positivas, optimismo, esperanza y satisfacción con la vida, un mayor bienestar psicológico, subjetivo y físico, además de tender a construir relaciones sociales duraderas y significativas. Por otra parte, se ha demostrado que la gratitud está
relacionada negativamente con trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad. Dentro de la evidencia más destacada se encuentra un estudio sobre la gratitud dirigido por Martin Seligman (2005), pionero de la Psicología Positiva, quien descubrió que ciertos ejercicios de gratitud tenían un alto impacto positivo en la salud mental y calidad de vida de quienes lo desarrollaban. En dichos ejercicios, se pidió a los voluntarios que escribieran y entregaran en persona una carta de aproximadamente 300 palabras, expresando su agradecimiento a alguien que los había ayudado pero al que nunca le habían agradecido adecuadamente.
Durante más de un mes, este simple acto de gratitud mostró en los participantes un aumento de un 10% en las puntuaciones de felicidad, y una caída significativa en las puntuaciones de depresión. Y estos resultados se prolongaron hasta un mes adicional después del ejercicio.
CÓMO SER AGRADECIDOS
Para poder poner en práctica la gratitud primero necesitamos ser capaces de distinguir y rescatar aquello que es valioso y preciado. La primera condición para ejercer la gratitud es la apreciatividad, es ser capaces de percibir y elegir lo que es significativo para nosotros y consideramos digno de ser valorado.
La apreciatividad no propone ni pretende ponernos “anteojos rosas” para negar las realidades que no nos gustan, ni tampoco nos pide esconder la cabeza como una avestruz para evitar ver lo que no funciona… Nos propone que seamos capaces de observarnos a nosotros mismos, a quienes nos rodean y al mundo a nuestro alrededor de una manera que incluye todos los aspectos de la realidad, tanto los negativos como los positivos, los funcionales como los disfuncionales.
Lo que distingue a las personas apreciativas es que eligen deliberadamente aceptar su realidad y quedarse con lo mejor de ella.
Construyen su vida y su futuro focalizándose y apropiándose de los recursos existentes, de las fortalezas propias y de otros, y en el potencial positivo de aceptar y disfrutar el presente con todo lo que nos trae. Esta capacidad es un “músculo” que se ejercita y con la práctica sostenida podemos modificar nuestros niveles de apreciatividad.
Los programas para su desarrollo han mostrado cambios positivos en diferentes ámbitos de la vida de quienes la practican: laboral, social, familiar, entre otros. En general, las personas no dudan de lo bueno e importante que es la gratitud y, sin embargo, estas mismas personas muchas veces no la practican a diario.
¿POR QUÉ NOS OLVIDAMOS DE AGRADECER?
Nuestra historia y cultura pueden ser parte de la respuesta pero hay algo más y que pocas personas conocen y es común a todos los humanos: la adaptación hedonista y el sesgo a la negatividad. Explicamos a cada uno.
La adaptación hedonista
Es la capacidad de los seres humanos de adaptarse rápidamente a nuevas situaciones. Cuando se trata de acontecimientos negativos esto puede resultar muy saludable ya que nos permite sobrellevar situaciones adversas. Y frente a circunstancias positivas esta capacidad es muy saludable para motivarnos a la acción y el crecimiento, sin ella probablemente mucho de nuestro desarrollo personal y económico no habría ocurrido. Pero esta misma capacidad es también la responsable de la insatisfacción que muchas veces sentimos. Nos hace olvidar y poner en segundo plano cosas valiosas y preciadas de nuestra vida que muchas veces solo volvemos a valorar recién cuando dejamos de tenerlas. En este sentido, como el ser humano es capaz de acostumbrarse tanto a lo bueno como a lo malo con una facilidad impresionante, debemos buscar formas distintas de visualizar, cultivar el aprecio y el valor hacia lo que existe en nuestras vidas.
Las prácticas apreciativas traen nuevamente al primer plano aquello
que tiene valor y que por el hábito o la comparación social hemos dejado de estimar. Cuando las hacemos presentes y las redescubrimos, nos conmueve la abundancia y se despierta en nosotros el deseo de agradecer lo que tenemos.
El sesgo a la negatividad
Es una tendencia que tenemos los seres humanos a dar más peso a lo negativo que a lo positivo.
Visto desde la teoría de la evolución esto tiene sentido ya que nos ha salvado la vida en más de una oportunidad permitiendo nuestra supervivencia. Esta teoría muestra que aquellos organismos que tienen una respuesta más rápida y fuerte a las amenazas han sobrevivido y podido transmitir sus genes. Pero como ocurre con la adaptación hedonista este sesgo es también responsable de muchas de nuestras angustias. Cuando nos explicamos los acontecimientos de la vida a través del cristal de la negatividad es altamente probable que la angustia e incluso la depresión puedan tocar nuestra puerta.
EL CRISTAL DE LA POSITIVIDAD
Las prácticas apreciativas permiten estar más atentos a este sesgo y desafiarlo cuando se torna disfuncional para la vida. Explicar los sucesos de la vida desde el cristal de la positividad nos permite distinguir muchos más eventos positivos por los cuales estar agradecidos. La práctica de la gratitud se hace presente cuando somos capaces de ver y explicarnos la vida desde su lado más brillante. Apreciatividad y gratitud son una pareja poderosa, juntas son más que las suma de sus partes y tienen un gran impacto para nuestro bienestar.