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MUSICA Y PRESTIGIO PARA LOS FANS DEL POP Y EL ROMANCE

LOS “PET SHOP BOYS” Y MICHAEL BOLTON

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Tras deslumbrar al público y la crítica inglesa en el Royal Opera House de Londres, y celebrando los 30 años de su primer disco, el dúo de pop electrónic­o “Pet Shop Boys” se presentará el 2 de octubre en el marco del Festibal BUE. Otra visita internacio­nal: el cantante y compositor, ícono de los ‘80, Micahel Bolton, confirmó su presencia el 8 de septiembre en el teatro Gran Rex. El creador de “When a Man loves a Woman”, vendió 53 millones de álbunes en todo el mundo, dos sencillos fueron número 1 en las listas de Billboard y ganó un Grammy Awards “Estoy ansioso con cantar mis temas con las fans argentinas”, dijo.

Abordar el tema de la vejez con madurez – como si se tratara de un juego de palabras sin tiempo- nunca es tarea sencilla. La fragilidad y la vulnerabil­idad de la tercera edad siempre nos lleva a un lugar de replanteos, dudas, incertidum­bres y nos enfrenta – ineludible­mente- a nuestra propia realidad, como si se tratara de un espejo con aumento. Los sueños postergado­s, la vida vivida con intensidad y locura, lo que no nos atrevimos a ser; por miedo, insegurida­des o prejuicios, forman parte de “Parque Lezama”,la inquietant­e obra dirigida y adaptada por Juan José Campanela , en su debút con las tablas. La pieza, originalme­nte escrita por el autor y creador de historieta­s americano Herb Gardner - “Yo no soy Rappaport”- fue estrenada en Broadway en el año 1985 – ganando un Tony Award- y luego llevada al cine en 1996 y protagoniz­ada por Walter Mattheau y Ossie Davis. La versión porteña desplazó el encuentro de estos dos ancianos del Central Park de New York, a nuestro emblemátic­o e histórico parque de los barrios de San Telmo, La Boca y Barracas. Y nada de lo que sucede en escena nos aleja de una realidad tan argentina como cotidiana: el temor al desempleo, al abandono, el consumo de drogas, la impunidad de los dealers y la necesidad -imperiosa- de recurrir a los sueños y a lo imaginario, como un disparador que nos vuelve a conectar con la vida, en donde el pasado y el futuro, dejan de existir como una limitación corporal y una dificultad extrema. La conexión que existe entre los protagonis­tas: Luis Brandoni y Eduardo Blanco es clave para el éxito de esta comedia con pinceladas dramáticas. Juntos se potencian y transforma­n climas que atraviesan la cuarta pared. Las emociones fluyen y las carcajadas se conjugan con lágrimas que destilan verdades que duelen. La precisión actoral de Brandoni -un actor con peso propiose enfrenta a una majestuosa composició­n de Blanco; un octogenari­o tembloroso, con la voz quebrada por los años y la vista diluida por su ambición de contar la vida y no ver su propio final. Con roles pequeños, pero no menores; se destacan: Carla Pandolfi, Lautaro Ostrovsky, Mariano Reynaga, Celeste Gerez y Chucho Fernandez. El diseño de luces de Felix Monti y Magdalena Ripa Alsina crea climas intensos y la música de Emilio Kauderer le aporta sensibilid­ad. Definitiva­mente -y tras 700 funciones- el sello de Campanella sigue presente: la dirección es versátil y verdadera. Nada pareciera ser actuado; y uno está frente a esos espectácul­os que rescata la calidad escénica como si se tratara de un prisma que refleja nuestra propia existencia en forma de tiempo. HECTOR MAUGERI

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