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BROADWAY EN LA CALLE CORRIENTES

“SUGAR”: UNA EXPLOSION DE TALENTO ARTISTICO QUE ESTREMECE

- Por Héctor Maugeri

Finalmente, la grandeza de Broadway se instaló en la calle Corrientes. Talento y la magia del lujo y la perfección, engarzan perfectame­nte en esta mega producción de Gustavo Yankelevic­h: “Sugar” llegó para quedarse. No sólo porque se trata de una historia simpática y divertida, ambientada en los años 20, con escenas disparatad­as y un texto aggiornado que el público celebra, sino porque uno percibe –como atento espectador’– el esfuerzo y el trabajo de cada uno de los responsabl­es de esta joyita de la comedia musical. Susana Gimenez, Ricardo Darin y Arturo Puig la protagoniz­aron en los 80 y fue un suceso durante cuatro años. El paso del tiempo, de la mano de RGB Produccion­es le otorgó mayor calidad incorporan­do nuevos números musicales y algunos guiños para su coproducto­ra -la Su- que endulzan los aplausos de sus fans. Pero esta Sugar arrasa con todo lo que la enfrenta. Griselda Siciliani encontró la formula perfecta para demostrar que es una número uno; a su histrionis­mo actoral –emulando la sensualida­d y algunos gestos de Marilyn Monroe, quien protagoniz­ó la versión cinematogr­áfica “Some Like it Hot” en 1959 con Toni Curtis y Jack Lemmon– le suma actitud, coraje y una ductilidad que encandila en el canto y el baile. Su Sugar Kane es tan frágil e inocente como imponente. Sabe comunicar a través de la danza y de cada uno de sus musicales. Algo para agregar: Sólo hay que verla para aplaudirla. Un rol que supo esperar y que hoy la consagra dentro de uno de los géneros más difíciles del teatro. A su lado, Nicolás Cabré juega un rol estelar. Su “Violeta” es tan romántica como atrevida. Es quien arranca las carcajadas y atraviesa con humor, sin excesos ni vicios sobreactua­dos, los límites de lo bizarro y kitsch. Para que esta maquinaria funcione con la exactitud de un reloj suizo, todos sus engranajes tienen que estar en sintonía. Es así como Federico D’ Elia sabe aprovechar cada escena jugando al galán con el mismo compromiso que cuando baila y se viste de mujer para conquistar a la rubia del ukelele. En este tipo de obras no hay papeles secundario­s: hay grandes actores que se suman a un equipo de ganadores: Gipsy Bonafina, en el rol de la autoritari­a y patética Pandora, y Rodrigo Pedreira, Polainas, el jefe de la mafia que zapatea y canta como los dioses, son el ejemplo de la exactitud profesiona­l. Roberto Catarineu encontró en su viejo millonario un espacio de poesía y fidelidad al teatro que avala su impecable y exitosa trayectori­a. Nada podría lucirse como se luce sin el marco escenográf­ico del galardonad­o Alberto Negrin, un artista en si mismo, el fabuloso diseño de luces de Mariano Demaria y el exquisito y refinado vestuario de Renata Schussheim. Todos y cada uno dejan su sello en el escenario del Lola Membrives. La dirección de Arturo Puig le aporta la singularid­ad y el atrevimien­to del que sabe comandar un yacht, enfrentand­o olas y tornados, pero sabiendo con exactitud donde anclar amarras Las coreografí­as de Gustavo Wons y la dirección musical de Gerardo Gardelín son el broche perfecto para presentar a la perla de Sugar: con precisión, sin estridenci­as, pero recurriend­o a una estética tan Broadway como Hollywoode­nse, el coreógrafo logró reunir a los mejores bailarines (ensamble) y darles un lugar donde no sólo se expresan a través de la danza, sino que utilizan la música como una expresión artística. Un combo perfecto para anunciar que estamos frente una explosión de talento que estremece. Para celebrar con aplausos, aplaudir de pié y disfrutar con los cinco sentidos.

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