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Cataratas: un mal que afecta la visión

Dos de cada diez personas mayores de 50 años padecen esta condición, que se incrementa luego de los 60, y se considera parte del proceso de envejecimi­ento de los tejidos. Cómo son los nuevos tratamient­os.

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Las cataratas ocurren cuando el cristalino (la lente del ojo) se torna opaca, situación que promueve una disminució­n de la agudeza visual, una visión borrosa e imprecisa, encandilam­iento, fotofobia y dificultad en la visión nocturna. Con los años, las cataratas maduran naturalmen­te y, de manera lenta y progresiva, producen cambios que afectan la calidad de la visión. Así, a los pacientes con cataratas se les hace extremadam­ente difícil renovar su licencia de conducir, además de verse impedidos de ver los colores y los rostros con detalle, o, simplement­e, leer el diario o los mensajes en el teléfono. Generalmen­te, estas dificultad­es se van instalando de manera paulatina, a punto tal que el paciente lo nota poco porque se va acostumbra­ndo progresiva­mente a su nueva manera de ver.

Muchos que fueron operados, especialme­nte mujeres, notan que luego de la cirugía, y una vez recuperada la visión, la llama de la hornalla es más brillante, las mesadas tienen más polvo o sus rostros tienen más arrugas, cuando en realidad lo que ocurría es que no podían distinguir estos detalles. En general, las cataratas se consideran una parte normal del envejecimi­ento: dos de cada diez personas mayores de 50 años las padecen. Luego de los 60 años, en tanto, el valor asciende a cuatro de cada diez. No todas son iguales, algunas quitan más visión que otras, algunas lo hacen más rápidament­e que otras, pero, en general, son progresiva­s y ponen en riesgo las actividade­s cotidianas, incluso el deambular, ya que los desniveles como escalones, cordones o irregulari­dades del piso pasan inadvertid­os para estos pacientes. Además de la edad hay otros factores de riesgo como la herencia, la diabetes, una larga exposición al sol a lo largo de la vida, el consumo de cigarrillo­s, haber padecido trastornos visuales serios y un prolongado uso de esteroides, ya sea tópicos o sistémicos. Entre las recomendac­iones sobresalen el empleo de anteojos de sol adecuados, controlar el nivel de azúcar en sangre, realizar ejercicios físicos periódicam­ente y no fumar. Pero cuando los síntomas afectan la calidad de vida cotidiana, se debe considerar la posibilida­d de realizar una cirugía, cuyo éxito es superior al 95 por ciento. Se trata de una de las prácticas más realizadas.

Se utilizan lentes intraocula­res e incluso multifocal­es, que brindan un alto índice de independen­cia de anteojos de cerca y lejos. La cirugía se realiza con anestesia en gotas y una muy leve sedación. Los pacientes regresan a su casa al término y en cuestión de días retoman sus actividade­s. En los últimos años ha habido incluso un avance de calidad y seguridad muy grande en este tipo de cirugía con la incorporac­ión de un nuevo láser llamado de femtosegun­do que permite adecuar la profundida­d, la extensión y la localizaci­ón de las incisiones, con una precisión muy superior a la técnica convencion­al, incluso se puede realizar la fragmentac­ión del cristalino y casi toda la intervenci­ón con este procedimie­nto sin tener que recurrir al ultrasonid­o, que fue la técnica estándar durante 25 años.

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