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RABOLINI: RENOVADA Y MUY FELIZ

REGRESO DE MEXICO

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La noche del domingo 27, Karina aterrizó en Ezeiza después de una serie de reuniones con empresario­s aztecas. Con look “total black”, tapado animal print y clásico bolso de Hermés, se la vio renovada.

Se despierta a media mañana, como siempre le gustó hacerlo, desayuna, se viste con su equipo de joggins, sus zapatillas y sale a correr por los verdes y soleados senderos del barrio privado “El Golf”, ubicado en la zona de Nordelta. Luego hace un frugal almuerzo y durante sus tardes no hay rutinas impuestas. Así es parte de la nueva vida de Karina Rabolini (50). Desde que se separó de Daniel Scioli (60), después de protagoniz­ar una historia de amor que se prolongó por casi treinta años, la bella mujer rubia decidió dar un paso al costado del mundo de la política, desaparece­r de todos los sitios que solía frecuentar, cambiar hasta su celular y comenzar una vida nueva. El amor volvió a sorprender­la nada menos que de la mano de quien fuera uno de sus colaborado­res durante la campaña presidenci­able de Scioli. Ignacio Castro Cranwell (45), quien por ese entonces estaba casado, la hizo recuperar su gran sonrisa. A principios de 2016 él se separó y se enamoró de Karina. Desde un primer momento se pusieron de acuerdo para mantener cada uno su casa, sobre todo él que convive con sus tres hijos. Sin embargo, suelen hacer vida familiar y ella mantiene una excelente relación con ellos. El hoy Director de Relaciones Institucio­nales del Ministerio de Educación Porteño, a cargo de Soledad Acuña, hoy vive sus tranquilos días en pareja. Karina lo acompaña en su fanatismo por Boca mirando algunos partidos los fines de semana y también lo apoya en su pasión por el rock. “Nacho”, como lo llaman en la intimidad, toca la guitarra y los teclados en la banda de música “Proyecto Sofá” que formó junto a unos amigos y a su hermano mayor, Sebastián, que es abogado. Durante las “vacaciones de invierno” la pareja disfrutó de unos días de esquí y relax en el Cerro Bayo, en Neuquén, junto a los tres hijos de Cranwell con los que Karina habría entablado una excelente relación. El domingo 27 de agosto, a las 20:00 horas, el tranquilo hall del Aeropuerto Internacio­nal de Ezeiza se vio alterado por un fuerte murmullo. Una bella mujer rubia, alta, delgada, con pantalón, camisa y altísimas botas en negro, tapado animal print y gran bolso Birkin de Hermès, cruzó a paso firme. Un colaborado­r llevaba su “carry on” y un chofer la aguardaba con el motor del auto en marcha en una de las entradas laterales del aeropuerto. El propósito de su viaje a México fue mantener reuniones con importante­s empresario­s aztecas para profundiza­r las actividade­s que la destacaron en América y parte de Europa como una gran emprendedo­ra, primero con sus líneas de ropa interior, luego de cremas y fragancias y más tarde de gafas. Trabajo y amor, dos pilares que sostienen la felicidad de Rabolini.

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