“NO LE TENGO MIEDO A LA MUERTE”
PEPE CIBRIAN Y SU BATALLA CONTRA EL CANCER DE PROSTATA
Llega al Instituto de Oncología del Hospital Alemán con una sonrisa perfectamente dibujada en su rostro. Como todos los días, desde hace un par de semanas, allí pasa sus tardes mientras combate el cáncer de próstata con sesiones de rayos. Aunque ante su situación más de uno se desmoronaría, él lucha con optimismo y entereza. Se siente como en su casa y hasta luce una bata a cuadros de Polo que compró en alguno de sus incontables viajes. Así, Pepe Cibrián Campoy (69) se enfrenta a esta dura enfermedad a la que, como él mismo indica, vencerá.
“No todo el mundo viene optimista y eso no es bueno. Cuanto más uno aporta al tratamiento, mejor va la cosa. Yo llego, siempre una hora y media antes, y saludo a todos. Traigo tortas para el té y charlamos. Después, me siento en la sala de espera y tomo una jarra grande de agua para que los técnicos puedan visualizar bien los órganos a la hora de hacerme rayos y, quince minutos después, ingreso al aparato”, cuenta.
Con el histrionismo que lo caracteriza, enfrenta la tan temida afección con mucha entereza y suele hablarle al mal que lo aqueja cuando ingresa al equipo de última tecnología con el que se realiza el tratamiento.“Ya conozco el aparato y sus ruidos. Cuando la máquina se pone en funcionamiento empiezo a putear a la célula…”, se sincera.
Mientras combate la enferme-
“El cáncer si no es tratado a tiempo mata. Pero si se previene, es absolutamente salvable.”
dad recuerda el momento exacto en el que, tras una operación en la vista, fue diagnosticado. “La vida conmigo ha sido siempre muy mágica. Tras la intervención que me realicé en los ojos, el Dr. Alessandrini, que era el cirujano oftalmólogo, me dijo: ‘Operate el párpado porque lo tenés bajo. Hay mucha piel y eso te perturba la línea de visión’. Siguiendo su recomendación fui al cirujano plástico. Ese simple acto fue mi salvación. Cuando llegué al consultorio le pedí que me operara el párpado, las bolsas y la papada. Ya que estaba ahí me hacía todo. Más allá de los pre quirúrgicos normales, el médico me pidió que me hiciera un análisis de próstata. Ahí fue donde me enteré que tenía cáncer en un grado elevado. A los seis días me operaron en el Otamendi. La biopsia dio un grado menor del que había dado durante el primer examen. Al tiempo me hice el PET, una tomografía radioactiva, dio que estaba todo bárbaro y que, gracias a Dios, no había metástasis”, recuerda.
Si bien los análisis dieron perfecto, a mediados de este año su nivel de glucosa en sangre dio elevado, por lo que siguiendo la recomendación médica fue realizar las sesiones de rayos para terminar de eliminar las células cancerígenas que quedaron en la zona.
Quien se cruza con él por los pasillos del Hospital Alemán se lleva mucho más que un saludo cordial. Hoy Pepe siente que su deber es ayudar en la prevención de esta enfermedad y motivar a todos a realizarse estudios clínicos una vez por año. “La gente no se hace chequeos porque tiene mucho miedo al resultado. Prefieren no saber, pero en ese ‘no saber’ se mueren. El gobierno, éste o todos, tiene la obligación de trabajar sobre la prevención. Hoy todos festejan el arreglo de la calle Corrientes, pero según los datos del LALCEC (Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer) el costo de todo eso, más de 300 millones de pesos, equivale a 140 mamógrafos. Por ejemplo, en las provincias del Norte el LALCEC tiene uno solo que es ambulatorio y recorre toda esa zona. ¿De qué me sirve como ciudadano que me arreglen la calle Corrientes y que no haya mamógrafos y sus equivalentes? El cáncer si no está tratado a tiempo mata como cualquier enfermedad, pero si se previene es absolutamente salvable”, asegura.
Artista comprometido con infinidad de causas, realizará una función de “Marica” a beneficio de LALCEC. “Será el 19 de septiembre en el Teatro Astral, a las 20:30 horas. A la salida vamos a poner alcancías donde cada uno va a poder poner la suma de dinero que pueda. Estaré eternamente agradecido a Julio Gallo, el dueño del teatro, que no dudó en prestármelo para esta ocasión”, expresa.
Sin dejar de trabajar desde su diagnóstico, hoy dirige “Sherlock: El misterio del Guante Rojo”, un musical de su autoría, protagonizado por Adabel Guerrero, que se presenta viernes y sábados a las 20:30 en el Teatro Ludé; y ya tiene organizada toda su agenda laboral para el 2018.
Antes de comenzar su sesión de rayos del día, conversa con la Dra. Carmen Castro, oncóloga y radioterapeuta que lo trata. Mientras comparten una gaseosa y alfajores, se acerca un hombre que lo mira y le dice: “Mi madre tiene 99 años y es sobreviviente del Holocausto. Quiero decirle que la única razón por la que ella vive son sus obras. Dice que gracias a usted ella encuentra paz en medio de tanto caos”. Emocionado y con la voz entrecortada, Pepe agradece el cumplido y mira al cielo, como buscando el rostro orgulloso de sus padres, José Cibrián y Ana María Campoy, que sin lugar a dudas acompañan cada uno de sus pasos y se enorgullecen por su hijo, que al igual que ellos, hizo del arte su modo de vida. “Tengo muchas ganas de vivir. Soy un hombre feliz. Mi presente son casi 70 años y soy consciente de que no me queda mucho tiempo. Lo que sí sé es que el que ya he vivido ha sido maravilloso. Mi vida ha sido muy privilegiada. No le tengo miedo a la muerte. Le tengo miedo al dolor. No sé sufrir”, concluye.