“FORMAMOS UNA DUPLA DE GLADIADORAS”
ELIZALDE Y SU HIJA, SOL
Se besan, se abrazan y se miman. Son compinches y compañeras y, difícilmente, no estén de acuerdo en todo. Virginia Elizalde (63) y su hija, Sol (20), fruto de su matrimonio con Eduardo “Coco” Fernández (53), se ven reflejadas una en la otra. Se admiran y todo lo hacen juntas. Van al gimnasio, entrenan en su casa, salen a correr y se sienten fuertemente unidas por el espíritu deportivo algo que Virginia reconoce que su hija heredó de ella y de su padre.
Aventureras como pocas, todos los años corren maratones y ponen a prueba su estado físico luego de meses de preparación. En esta oportunidad participaron de “El Origen Aconcagua”, una carrera de 50 kilómetros rodeados de paisajes increíbles y con la gran montaña de fondo. Durante el desafío madre e hija tuvieron que correr, caminar y trotar, tanto en el llano
“Sol tiene un corazón gigante y yo la admiro. Es perseverante, centrada. Me encanta disfrutar de la Naturaleza junto a ella.”
como a 3900 metros sobre el nivel del mar: “Uno no está acostumbrado a correr a esa altura por eso nos ayudábamos con bastones para la subida… En uno de esos días llegamos hasta el Cristo Redentor. Fue una emoción grandísima”.
Sin timidez y con voz firme, Sol contó qué siente al acompañar a su madre en sus desafíos: “Esta es la cuarta carrera con mamá. Empecé gracias a un trabajo en el colegio que consistía en hacer un ensayo de algo que nunca hubieras hecho. Entonces me tentó probar y me encantó y desde ahí todos los años corrimos las dos juntas”. Y Virginia, con su gran sonrisa, agrega: “A mí me encanta compartir las carreras con Sol. En esta oportunidad, en la última etapa, yo sufrí una tendinitis en un tobillo y por eso el último tramo de los tres días que corrimos lo tuvo que hacer ella sola”. Virginia y Sol hacían base el “El Portillo”, ubicado en Chile, junto al resto de los atletas. Cada mañana, un bus las pasaba a buscar y las llevaba hasta el punto de largada de la carrera. Y, al final de la jornada, las esperaba en la llegada para llevarlas nuevamente al hotel. Con 63 años, Virginia cuenta cómo se siente al correr maratones: “Soy de la teoría de que a medida que pasan los años los músculos se empiezan a aflojar y comienzan los dolores en las articulaciones o sea que hay que hacer ejercicio para no caer en esos problemas. Con músculos fuertes se envejece mejor y uno se siente más vital y fortalecido”.