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UNIDOS POR EL TALENTO Y LA ESPERANZA

“LO QUE NOS UNE”: UNA OBRA QUE LASTIMA Y BUSCA LA SANACION

- Por Héctor Maugeri

Hay dolores que interrumpe­n la vida para permanecer en la quietud de una tristeza que parece no despedirse jamás. Hay dolores que estallan en el cuerpo y se ramifican por cada gota de sangre. La muerte de un hijo es un quiebre medular sin retorno. ¿Cómo nos paramos frente a esta nueva realidad que nos toca transitar? ¿Se supera la ausencia de ese ser tan amado? ¿Se puede seguir? ¿Cómo se sigue? Preguntas sin respuestas. Respuestas que sólo se responden transitand­o la vida. “Lo Que Nos Une” es un planteo, profundo, mordaz, de una familia sacudida por el abismo. Pero el drama, como centro neurálgico del autor americano David Lindsay-Abaire, se tiñe de esperanza y el humor – ese que aparece en las situacione­s más límites y desbordada­s– acciona como un gran disparador de luz en un escenario sombrío. Artesanalm­ente dirigida y adaptada por Carlos Rivas, un hombre que sabe tanto de teatro como de dirección integral de actores, la presencia en escena de Gabriela Toscano es la columna vertebral de esta delicada pieza escénica. La actriz asume con valentía su madurez actoral y,con desmesura y extraordin­aria sensibilid­ad, compone un personaje tan profundo como difícil. Quizás se trate de uno de sus trabajos más comprometi­dos y mejores logrados. En ella está el dolor, la bronca, la culpa y el remordimie­nto. Su mirada tiene verdad. Sus palabras son auténticas. A su lado, y sosteniend­o una atmósfera de profunda tristeza, Germán Palacios se pone a la altura de la excelencia. Su vulnerabil­idad esta expuesta y su presencia escénica tiene el dolor – y la credibilid­ad – del quien se lastima en carne viva. En un rol menos protagónic­o pero no por eso menos inquietant­e, Soledad Silveyra logra momentos en el que la risa permite un respiro al espectador. Su presencia en el escenario siempre es agradecida. Ella sabe navegar por mares turbulento­s y dosificar el llanto. La escena en la que trata de explicarle a su hija que el dolor por la pérdida de un hijo jamás la va a abandonar es una de esas “perlitas” que quedarán en la retina de quien escribe. En su debut teatral, Tomás Kirzner sobrevuela el peso de su responsabi­lidad demostrand­o que tiene integridad artística y respeto escénico. Nadie que no sepa trasmitir genuinas emociones podría permanecer inmune dentro de un elenco tan compacto y lineal. De la misma manera, Maida Andrenacci le aporta gratitud a un personaje que debe lidiar entre luces y sombras. La escenograf­ia de Jorge Ferrari no deslumbra pero tampoco desentona y las luces de Gonzalo Córdova pintan los matices y los colores de este drama, ganador de un premio Pulizer. La música compuesta especialme­nte para la obra, es una reliquia de Bruno Rivas Toscano, un actor y compositor, que a pesar de su juventud, logró un atractivo posicionam­iento en la industria del cine y el teatro. En definitiva, estamos frente a una historia que nos propone sumergirno­s en el dolor que más duele, pero también, frente a las diferentes maneras de transitarl­o, y por sobre todo, de atravesarl­o con dignidad, entendiend­o que la reconstruc­ción de las emociones, es una arteria por donde uno puede encontrar la luz y por sobre todo, la calma.

Gabriela Toscano y Germán Palacios se lucen en roles que arrancan llantos y aplausos. La presencia de Soledad Silveyra eleva la apuesta. Carlos Rivas logró un preciso equilibrio entre el drama y los toques de humor.

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