“MONCHI ES COMO UN CLONCITO MIO”
GUILLERMO ANDINO RECUERDA A SU PADRE JUNTO A SU HIJO
Celebrando el Día del Padre, el periodista reprodujo, junto a su pequeño hijo, una foto que realizó cuando tenía 3 años con el desaparecido Ramón Andino.
En el hogar de los Andino los valores familiares, las tradiciones y las costumbres se respetan y se cumplen. A Guillermo Andino (50) y a Carolina Prat (43) les gusta celebrar la vida y así lo hacen en cada fecha especial que se presenta. Y esos preceptos se encargaron de transmitirle a sus hijos, Sofía (16), Vicky (12) y al pequeño Ramoncito (3). El “Día del Padre” es uno de esos días en los que todo es celebración. Pero este año el periodista quiso rendirle un homenaje a su papá cuando se cumplen 31 años de su fallecimiento. El 6 de marzo de 1987 Ramón Andino, que tenía 51 años, estaba al frente del noticiero “Realidad ‘87” cuando se descompuso y murió repentinamente. Su hijo Guillermo tenía sólo 19 años, estudiaba Ciencias Políticas y apenas un mes después, cuando lo llamó Claudio Villarruel debió hacerse cargo del trabajo de su padre y de todas las responsabilidades de pasar a ser el sostén del hogar. “Me parece que pasó una eternidad desde ese momento. Y me sorprende que haya transcurrido tanto tiempo. Hoy reflexiono y yo tengo la misma edad que tenía mi papá cuando falleció y me pasan muchas cosas por dentro. El año pasado él hubiera cumplido 80 años y con Caro pensamos que le hubiéramos organizado una gran fiesta. Encontré una foto que me hicieron junto a él, a sus 36 años, cuando yo tenía apenas 3 y me impresionó
muchísimo mi parecido con “Monchi”. Somos iguales. Y esas coincidencias de la vida son las que te marcan las cosas importantes. Mi padre está siempre presente en mi vida. Permanentemente tengo señales y recuerdos cotidianos. Justamente ahora estuvimos unos días en el Calafate y muchos se me acercaban para hablarme de él. Lo siguen recordando aún hoy. Lo que sucede es que el noticiero que él hacía y se veía en todo el país era una compañía para la gente del interior. Por eso siento que papá dejó una estela eterna”, cuenta Guillermo sin poder evitar la emoción ante los enternecedores recuerdos que se cruzan en su memoria. “Monchi” es un torpedo que corre por toda la casa. Con gritos, carcajadas y un incontenible caudal de amor. Con su pelo rubio oro, con flequillo y enormes ojos celestes. Igual a Guillermo a su misma edad. “Me impresiona y me emociona. Yo supongo que también tengo mucho de mi padre. Movimientos, muecas… El tema es que yo lo tuve muy pocos años. Apenas 19, aunque fueron intensos y compartimos muchas cosas. Por eso también me resulta muy sentimental la canción de Serrat que dice ¡A menudo los hijos se nos parecen..! Es así con el valor agregado que uno le suma. Pero para mí fue muy duro aquel momento porque yo pensé que mi viejo iba a ser eterno, que nunca se iba a ir”, repite el periodista mientras una lagrimita se cuela en la charla.
Y entonces es inevitable preguntarle qué cosas siente que heredó de ese hombre al que no tuvo la oportunidad de disfrutar por el tiempo que le hubiera gustado. “Fundamentalmente heredé el amor por la familia. Yo sentía que él mataba por nosotros y hoy me pasa lo mismo. Por mi familia soy Rambo. También era muy amiguero y yo lo soy y, obvio, mamé el amor por el trabajo. Compartíamos mucho tiempo juntos. Cosas muy simples pero hoy, a la distancia, siento muy importantes. Yo lo acompañaba al canal y al diario (el Correo de la tarde, La Razón y Clarín); eran lugares que amaba y las redacciones eran su pasión, con el ruido constante de las máquinas de escribir. Y eso me encantaría transmitirle a Monchi. Siento que te
contagia el ecosistema y eso es buenísimo”, exclama Guillermo con vivo entusiasmo. El varoncito de la familia fue muy buscado y finalmente hace tres años él sintió que con la llegada de Ramoncito a la familia podría revivir aquellas imágenes de su propia infancia junto a su padre.
“Lo miro a Monchi y no lo puedo creer. Es como un “cloncito” mío. Además le gustan las mismas cosas que me gustaban cuando tenía su edad. Se vuelve loco por el fútbol y le pega muy bien con las dos piernas. Vemos los partidos y esa rutina la siento como muy mía. También ya veo que heredó mi hobby por coleccionar cosas. Por ejemplo, lo veo ordenar los muñequitos de Los Simpson como yo acomodo mi colección de soldaditos. También se vuelve loco por la guitarra. Me pide que le prenda el micrófono para tocar y cantar y es un espectáculo verlo. De Caro también heredó su amor por la pintura. En general nosotros, como lo hicimos también con las chicas, intentamos fomentarle las inquietudes. Es muy lúdico y por eso le contamos cuentos y le encanta. Pero, evidentemente, hay un fuerte gen paterno”, cuenta con un gigante babero de orgullo.
Guillermo le agradece a la tecnología todo lo que quedará registrado para que el día de mañana los recuerdos sean más vívidos. “Es increíble pero hoy podemos perpetuar todo lo que nos sucede. Y yo a los chicos les muestro videos del abuelo y les gusta hablar de él. A mí me gustaría que mis hijos me recuerden como un padre que tenía tiempo para charlar con ellos”, concluye Guillermo emocionado.
Y mientras él habla su pequeño hijo juega con los Golden Retriever, Antonia, Tornado y Reinita, que son los dueños de la casa y que los acompañan desde hace años, con la coneja América que se divierte excavando túneles, el cobayo Ruperto, el gato Bandido que pre-
fiere mantenerse alejado de todo el ruido y Donatella, la última integrante que se acaba de sumar y es una traviesa y muy agradecida perrita que rescataron de la calle, que pasó por un refugio y que se adaptó rápidamente a las costumbres del hogar. “Ellos son todos los amos absolutos del hogar. Los perros en esta casa se adueñan de los sillones, de la chimenea, de todas las comodidades… Es muy gracioso pero a la noche, cuando nosotros nos vamos a dormir, ellos vienen al living y se instalan cada uno en un sillón diferente, frente a la chimenea y se duermen bien calentitos. Pero también son muy guardianes y soportan todo de Monchi. El juega con todos; se les sube en el lomo, se acuesta encima… Les hace de todo y los perros se dejan hacer de todo por él sin jamás quejarse”, cuenta Carolina Prat, una “perrera” reconocida.