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EL PALACIO DE MAXIMA

UNA MANSION DE 1985, CON 3 PISOS Y 50 AMBIENTES

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Aunque sobre sus cabezas descansen brillantes y pesadas coronas, la realeza también aguarda ansiosa el momento de comenzar sus vacaciones. Por eso Máxima (47), Guillermo (51) y sus hijas Amalia (14), Alexia (13) y Ariane (11) volvieron a sonreir frente a la puerta de su residencia, Villa Eikenhorst. Así la familia real holandesa arrancó oficialmen­te su ansiado receso de verano. Ante la casona en la que llevan viviendo quince años, los reyes posaron frente a cientos de fotógrafos con sus rostros, después de mucho tiempo, nuevamente iluminados por grandes sonrisas. Ese es su hogar desde que en 2003, un año después de su boda, se instalaron en la villa ubicada en una zona de caza y renunciaro­n al palacio de Huis Ten Bosch, residencia de la entonces reina Beatriz (80) y que según dicen, se convertirá en un futuro no muy lejano en su hogar definitivo, luego de que finalicen las obras de remodelaci­ón que supervisa la propia Máxima. La casona está en la localidad de Wassenaar, dentro de la finca De Horsten que posee tres propiedade­s (Raaphorst, Ter Horst y Eikenhorst), a 20 kilómetros de La Haya, y está rodeada por 12 kilómetros de bosques. La mansión tiene una superficie de más de 600 metros cuadrados y cuenta con 50 ambientes repartidos en tres pisos. Está circundada por una gran galería con una terraza cubierta que Máxima llenó de plantas típicas de la Argentina para que se convirtier­a en su rincón privado. También tiene una gigantesca piscina con sauna y entre los majestuoso­s jardines de 10 hectáreas hay una reserva ornitológi­ca de 415 hectáreas. Fue construída en 1985 y especialme­nte rodeada por un lago artificial para que sólo se pueda acceder a través de un puente. Posee establos donde las princesas cepillan a sus caballos, una amplia biblioteca y un comedor de grandes dimensione­s en el que reciben a figuras diplomátic­as y de la realeza europea. El inmenso terreno fue adquirido por el príncipe Federico a mediados del siglo XIX y desde entonces forma parte del patrimonio de la Familia Real Holandesa. Dicen que Máxima y Guillermo eligieron este lugar para vivir para que allí sus hijas puedan llevar una vida dentro de lo más cercano a la nor-

malidad para chicas de su edad. Ya que Villa Eikenhorst no se encuentra abierta al público. Los curiosos que llegan hasta sus límites sólo tienen permitido pasear por los alrededore­s. Sí la finca De Horsten es visitada diariament­e por muchos amantes de las caminatas en medio de la naturaleza, ya que cuenta con varios circuitos de entre 1 y 7,5 kilómetros de largo. Esta mansión es muy especial ya que allí creció el propio Guillermo y en él vivirán hasta que Amalia se acerque a los 18 años cuando la familia deberá mudarse al majestuoso “Palacio Real”, ubicado en el corazón de Amsterdam, frente a la Plaza del Dam, que fue construido en 1645 como regalo del príncipe Federico Enrique a su esposa Amalia Van Solms, sobre 13.659 pilares de madera y presidido por una escultura de Atlas sosteniend­o un globo terráqueo de más de mil kilos. Dicen que la familia ya está preparando su próxima mudanza al palacio Huis ten Bosch, en La Haya. Durante los últimos meses se realizaron todas las refaccione­s supervisad­as por la propia Máxima con el objetivo de acondicion­arlo y prepararlo para sus nuevos habitantes. Al no ser de acceso público para visitas, como sí lo son otras residencia­s de reyes en Europa, no es posible conocerlo por dentro. Sin embargo, se sabe que las remodelaci­ones comenzaron a fines del año pasado y todavía no han finalizado. Según comentan los especialis­tas, los reyes y sus hijas posaron al frente de la mansión (donde se hospedaron Mauricio Macri y Juliana Awada cuando visitaron los Países Bajos, en marzo de 2017) quizás, a modo de despedida. Lo más llamativo fue la recuperada gran sonrisa de la esposa del rey que desde la inesperada muerte de su hermana, Inés Zorreguiet­a, a principios de junio de este año, no se la veía tan plena. Con su rostro iluminado, Máxima hasta se animó a jugar con sus hijas, a compartir cómplices secretos e intercambi­ar dulces miradas con su marido.

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La Familia Real Holandesa posó en la puerta de su hogar frente a cientos de fotógrafos del mundo entero cumpliendo con la tradición de despedirse ante su descanso de verano. Hubo saludos y muchas bromas.

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