“CON JORGE AUN SOMOS FAMILIA”
LA EX DE LANATA, SARA STEWART, ARTISTA PLASTICA
Un noble gesto la sacó de su lugar de confort: el anonimato. Es que Sara Stewart Brown fue noticia en 2015 cuando donó un riñón para salvarle la vida a Jorge Lanata, en un inédito trasplante cruzado que involucró a una madre, Nora, y a su hijo, Ignacio. Ellas, donantes, y ellos, receptores. Tan sólo un año después y luego de casi dos décadas de relación, Sarah se separó físicamente de Jorge, más allá de que sus vidas siguieron unidas por aquel hito colectivo y por la hija en común, Lola, de 14 años. Aunque le huye a la exposición, su rol de artista fue una excusa para abrir su mundo íntimo a CARAS. Del 29 de agosto al 2 de septiembre, Sarah será parte de la feria de arte directo de artista más grande del mundo, BADA, en La Rural. Será con su original obra “Papelitos de Colores”, que simboliza la mirada optimista que la define. —¿Cómo se inicia en el Arte? —Desde chica me interesé por la pintura. En la Universidad, estudié una carrera que nada que ver, Artes y Ciencias del Teatro, para producir y dirigir Teatro. El arte visual era algo que siempre hice de forma autodidacta. Hice crítica teatral en las revistas 21, 22 y 23, luego trabajé como productora en Los Miserables y luego me sumé a Fernando Peña en la escritura de guiones. Después fui mamá, trabajé un poco más en teatro y viví una crisis existencial al entrar a los 30. Decidí volver al Arte y estudiar Artes Visuales. En el medio se murió Fer Peña, con quien trabajaba en teatro. Hice la carrera de Artes Visuales en el IUNA y empecé a trabajar antes de recibirme. —¿Cómo vive esta crisis? —Tengo mis opiniones políticas pero no me involucro, sólo como lo hace un tuitero. Estuve afuera de viaje durante las elecciones y yo estaba en mi burbuja artística. A veces siento que no tenemos salida y me preocupa la idiosincracia de repetir ciclos permanentemente.
—¿Se filtra la coyuntura en su
“Mi obra es un mundo feliz. Busco belleza, cero que ver con la realidad. Eso me define. Trato de buscar lo bueno en todos lados.”
obra?
—Ni en lo más mínimo, mis obras son papelitos de colores. (Risas) Mi obra es un mundo feliz. Busco belleza, cero que ver con la realidad. Eso define mi personalidad también. Trato de buscar lo bueno en todos lados.
—¿Qué obras de su casa destacaría?
—No tengo muchas obras importantes, pero el más destacado es un grabado de Antonio Berni. Tengo una obra de Eugenio Cuttica de la serie Campos de Trigo que me regaló mi ex (Jorge Lanata) cuando nos separamos porque se llevó mucha obra y quedó esa pared vacía, así que me la obsequió (Risas). El cambiaba todo de lugar permanentemente y clavaba, no como yo que usó rieles y perchas, así que la pared estaba dinamitada. Tengo otra obra que me autoregalé de Ricky Crespo que va a estar en BADA, que está en la entrada. Tiene una frase “Smells Like Teen Spirit”, de un disco de Nirvana. Cuando lo vi, le pregunté si me lo podía llevar para probarlo en mi casa, es algo común entre los artistas, y funcionó.
—¿El arte la ayudó a rehacer su vida pos Lanata?
—Sin duda. Estuvimos juntos casi 20 años, entre idas y vueltas. Viví con él casi toda mi vida adulta.
—¿Cómo vivió esa orfandad producto de su separación?
—Nosotros construimos una familia súper ensamblada y sólida. En ese sentido, seguimos siendo familia y nos contenemos en lo que podemos, cada uno con su personalidad. Lanata es sensible y sensato muchas veces. Sabemos que uno cuenta con el otro para siempre. Tengo una relación espectacular con su hija mayor, Bárbara, y cada dos semanas hacemos una comida familiar. Lo mismo sucede si hay algún tema con Lola. Desde ese punto de vista, no hubo orfandad.
—¿Que las mujeres de su vida sigan a su lado lo define de algún modo?
—El no tiene mucha familia, no
tiene hermanos, sus padres murieron, entonces somos nosotros su familia. Si lo internan, como sucedió en tres oportunidades este año, ahí estábamos todos para acompañarlo. Andrea, Bárbara, Lola, yo y su actual pareja. Si pasa algo, somos bloque. Cuando hay que estar, estamos todos.
—¿Cómo es criar a una adolescente?
—Lola tiene 14 años y dice que va a estudiar Filosofía y Letras. El otro día dijo que le interesaba la Psiquiatría. Total misterio (risas). Los chicos crecen y uno pierde la noción de qué pasa por sus cabezas. Es re difícil lidiar con una adolescente. Yo me sien
to joven, tengo 44 años, entonces lo que me pasó con mi hija, es que creí que estaba re preparada para lidiar con su adolescencia y fue todo lo contrario. De un día para el otro, me tomó por sorpresa y me preocupa todo. Lola maduró rápido y a los 12 ya estaba en plena adolescencia. Lola es re buena pero también es brava, le gusta salir y quiere hacer todo lo que hacen los chicos más grandes, así que estamos intentando frenarla entre todos (risas). También me dicen que tiene los padres que tiene, eso es una realidad. No es malhumorada ni conflictiva, sólo tiene una cuota de rebeldía.
—¿Jorge es de ponerle límites?
—Sí, a veces se pone re severo y otras no. Elige qué batalla dar con ella. Es un padre re presente. A veces bromeo que es más hermano que padre, porque es cómplice por momentos. —¿Sigue con el running? —Sí, sigo con mis carreras de montaña. Hace poco acompañé a una amiga que corrió 330 kilómetros y le hice de crew, que es hacer asistencia durante la carrera corriendo algunos tramos. Fueron 66 horas corriendo, durmió 1:20 hora nada más. Es una experiencia que me voló la cabeza. Yo hice 60 kilómetros en tres días, un día 35 y de noche, al día siguiente, 27 kilómetros, por el medio de la vegetación.
—¿La afecta correr sin el riñon que donó para el trasplante cruzado de Lanata?
—Mi vida sigue completamente normal. Me hice un control recientemente y me dijo que parezco de 15 años.
—¿Habla con la madre y el hijo que participaron del trasplante cruzado?
—Con Nacho, que tiene 25 años, no hablo tanto, pero la relación es con su mamá, Nora. Hablamos para los aniversarios seguro.
—¿Cómo es la relación de cuatro personas unidas por dos riñones?
—Básicamente, Nora y yo lo hicimos para ayudar a nuestros seres queridos. A mi lo que me pasa es que me dio mucha satisfacción. Pese a que no me define siento que habla de mi. Estuvo buenísimo porque se habló del tema, es como lo de los padres de Justina trabajando por la Ley. El año pasado se hizo el primer trasplante cruzado luego del nuestro y sentí que abrimos camino a otros. Más allá de lo que pasó con nosotros como familia y de que les mejoró la calidad de vida a los interesados, logramos poner en tema algo de lo que mucha gente no hablaba. Me convertí en una referente para quienes van a donar.
—¿A Jorge lo reta por no cuidar su salud?
—Cero. No se cuida nada, pero yo no tengo facturas respecto a eso. Le doné porque me nació y me parecía que estaba bien y era lo que había que hacer. Después, él es dueño de su cuerpo y de lo que hace con su vida. No es mi rol tampoco. Es grande. Se tiene que cuidar él por ese simple hecho, pero no es mi lugar decirle que tiene que hacer y que no. ¿Si me gustaría que se cuide más? Sí, me encantaría. Tampoco estoy más con él. Mi propósito ahora es cuidar el único riñon que tengo para vivir hasta los 80 años.