Caras

“NO IMAGINO UNA VIDA SIN MI FAMILIA”

FEDERICO ANDAHAZI EN SU CASA DE BELGRANO

- Por Fabián Cataldo

Ingresar a la antigua casona de Belgrano R es como adentrarse a una de sus novelas. Ambientes como capítulos, cada uno con su historia, objetos, obras de arte. Los personajes, seres que lo habitan y le dan vida a la casa, tienen todos un pasado desafiante, lleno del conflicto que alimenta un buen relato. Federico Andahazi (56), a sus anchas, ofrece su perfil más familiero, lejos de cualquier grieta, cercano a ese “aventurero interior” que cultiva un estilo de vida idílico junto a su amada mujer Aída Pippo (47), artista plástica y dibujante, de la que se enamoró hace 20 años y con quien comparte los dos grandes tesoros de su existencia: sus hijos Vera (17) y Blas (13). “Nos conocimos en un pub del bajo, en el centro. Fui a tomar una cerveza y nos cruzamos. A partir de ese día nunca nos separamos”, le dice a CARAS el psicólogo que incursiona en el periodismo con Alfredo Leuco en Radio Mitre y TN, y que acaba de publicar “La Matriarca, el Barón y la Sierva”, su última novela que va por la segunda edición, tras agotar la primera. “Transcurre a mediados de 1860, y está inspirada en una historia real, la de Juan Manuel de Rosas, quien adoptó una chiquita, hija de un compañero de armas que se estaba muriendo. Lejos de cumplir las funciones de un padre, la encerró, la violó sistemátic­amente, y terminó teniendo seis hijos con ella. En la verdadera historia se llamaba María Eugenia, pero sentí que iba a quedar atado a la actualidad (por María Eugenia Vidal), así que decidí que se llame María Emilia”, afirma el escritor que en 1997 se convirtió en Best Seller con “El Anatomista”, novela publicada en más de treinta idiomas. Y ahora prepara la segunda temporada de su programa “Vas a Viajar en mi Sidecar”, emitido por la TV Pública (Andahazi entrevista a personajes enlazados en una travesía en una antigua HarleyDavi­dson con sidecar). En 2011, Andahazi fue distinguid­o como Personalid­ad Destacada de la Cultura por la Legislatur­a de la Ciudad.

Federico continúa hablando del amor que siente por Aída. “Con mi mujer, el arte siempre nos vinculó. Yo tengo una conexión

muy fuerte con la pintura porque mi abuelo paterno era pintor, muy conocido en Hungría. Cuando me tocó viajar a Budapest para presentar uno de mis libros, me encontré con que mi abuelo había fundado un partido político. En vida llegó a ser diputado, pintó unos cuantos frescos del teatro Liszt. Te diría que la pintura es mi profesión frustrada, y cuando la conocí a Aída y descubrí que era artista plástica, establecí por esa vía una empatía inmediata”, explica Andahazi. A su lado, su “Alma Gemela” agrega:“De Federico me atrae todo. El paso del tiempo no afectó a la relación, todo lo contrario. Nos hicimos cada vez más compañeros, compartimo­s mucho. Me involucro en lo que está escribiend­o y él en lo que yo estoy pintando. Charlamos mucho de los proyectos que tenemos. Además lo considero muy valiente porque era mucho más confortabl­e quedarse con el prestigio de la literatura, pero decidió exponerse con sus opiniones políticas. A mí me parece admirable. No es un hombre tan romántico, pero a mí tampoco me gustan mucho ese tipo de cosas”. Federico se tienta, y agrega: “Somos muy amigos. No soy romántico pero sí cariñoso. Le compongo canciones de amor”. Su mujer, enamoradís­ima, suma más detalles: “Las canciones que me dedica son re lindas, me las canta todo el tiempo. Las toca con la guitarra o el ukelele. Yo le regalo los instrument­os. Ahora le compré un bajo”, agrega la ilustrador­a y artista plástica, que ilustró un libro infantil cuyo texto escribió Andahazi.

Federico no es solo un intelectua­l que habita inexpugnab­les universos de ficción. En la pintoresca casona llama la atención su colección de motos. “Debo tener más de veinte. Van desde Harley-Davidson e Indian, hasta BSA, Douglas, Kawasaki y Honda. Ando con un casco de un ex combatient­e de Malvinas, un helicopter­ista. Ya me voy a ocupar de conocer bien su historia, saber a quién perteneció y cómo llegó a donde lo compré. Me encantan las historias detrás de las cosas: tengo una moto Honda 400, del ‘81, que fue de Diego Maradona. Hasta poseo las patentes a nombre de él”, completa.

A la hora de hablar de los hijos de la pareja, la entrevista cobra una dimensión muy emotiva. “Vera es una nena adorable. Sale

a mí: es noctámbula, se duerme a cualquier hora. No tengo ninguna autoridad para mandarla a dormir temprano, tenemos un ritmo de vida muy parecido. Vera es una chica muy buena, me cuesta como padre ver que ya tiene 17. Los padres a las nenas siempre las vemos como bebés. Pero ya es grande”, dice el escritor. Y luego le dedica un capítulo aparte a su hijo Blas, a quien define como “un superhéroe”. “Es la persona que yo más admiro. Es un nene que nació con 600 gramos, con 25 semanas de gestación. Yo llegué de la Feria del Libro de Dominicana y fue un shock muy fuerte. Cuando viajé, a mi mujer le faltaba un montón para parir, y al regreso me encuentro con que el bebé había nacido. Me fui corriendo al Hospital Italiano y me encontré con una situación tremenda. Mi mujer en terapia intensiva, con una septicemia, y el nene en una incubadora. Cuando lo vi me cabía en la palma de la mano. Estaba lleno de tubos, imaginate. Eso se transformó en una bisagra en mi vida, ya nada sería lo mismo. Por suerte, Aída se recuperó rápido, pero el nene estuvo seis meses

“Podría dejar de escribir y de trabajar en los medios. Mi vida es esto: mi mujer y mis hijos, todo lo demás gira alrededor.”

internado. Le pasó todo lo que le podía suceder: tuvo hemorragia cerebral bilateral, necrosis en los intestinos, lo tuvieron que operar mil veces, y el tipo peleaba y peleaba y peleaba… Era una cosa épica (Andahazi se emociona y se quiebra, no puede contener el llanto). Era como esos héroes de las películas que pelean y no se rinden, un ser precioso. Y bueh, ahí lo tenemos. Ahora tiene las secuelas de cualquier chico prematuro, pero está bien”, completa.

Federico Andahazi y su mujer coinciden en que lo sucedido con su hijo Blas les dio una perspectiv­a distinta. “Antes, uno se hacía problema por pelotudece­s, y ahora Blas me enseña a jerarquiza­r las cosas por importanci­a. A partir del nacimiento de Blas tengo muy en claro que lo que más me interesa es que mis hijos sean felices—confiesa Andahazi, antes de hablar del legado que recibirán—. Más que dejarle nosotros un legado a ellos, son ellos quienes nos lo dejan. Jamás podría aprender en otro lado lo que me enseñó Blas. Hay que escucharlo­s, tanto a Blas como a Vera, hay que mirarlos… Porque ellos saben mucho. Pero también lo peor que les podés hacer es no hacerles sentir autoridad. Lo que más los angustia es que no se les ponga límites. Que lo dejen ir, ir, ir… Me parece que está bueno hacer un pacto tácito: yo te voy a escuchar y te voy a hacer caso, pero vos hacé lo mismo conmigo. Mi vida es esto: mi mujer y mis hijos, todo lo demás gira alrededor. Puedo dejar de escribir, de trabajar en los medios, no me importa. Pero no imagino una vida sin mi familia”, concluye el escritor.

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 ??  ?? El escritor y columnista político abrió las puertas de la antigua casona, y presentó a su mujer Aída, a sus hijos Vera y Blas, y a sus adorados perros.
El escritor y columnista político abrió las puertas de la antigua casona, y presentó a su mujer Aída, a sus hijos Vera y Blas, y a sus adorados perros.
 ??  ?? La historia de amor entre Andahazi y Pippo comenzó hace 20 años, y confiesa que con ella estableció una empatía inmediata al descubrir que era artista plástica, ya que su propio abuelo fue un pintor conocido en Hungría, y a él le fascinan los cuadros.
La historia de amor entre Andahazi y Pippo comenzó hace 20 años, y confiesa que con ella estableció una empatía inmediata al descubrir que era artista plástica, ya que su propio abuelo fue un pintor conocido en Hungría, y a él le fascinan los cuadros.
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 ??  ?? Andahazi con sus motos (Zündapp, Indian, BSA, Harley-Davidson, Douglas, Kawasaki y una Honda 400, que fue de Maradona); y objetos como un tanque Bobber, un amplificad­or Dynaco y una máquina de escribir Corona.
Andahazi con sus motos (Zündapp, Indian, BSA, Harley-Davidson, Douglas, Kawasaki y una Honda 400, que fue de Maradona); y objetos como un tanque Bobber, un amplificad­or Dynaco y una máquina de escribir Corona.
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Federico en “El Altillo del Loco”, como llama al lugar donde escribe. Su novela, “La Matriarca, el Barón y la Sierva”, va por la segunda edición, y dice que sus hijos Vera y Blas le dan sentido a su vida. Aída posó con su cuadro y el bulldog francés.

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