“ME DAN FUERZA PARA SEGUIR”
MARGARITA CON SUS BISNIETOS
Cuando se tiene el honor de estar frente a ella, de verla interactuar con la gente que la rodea, de escucharla responder preguntas y mantener contacto visual con su angelada mirada, uno entiende todo: Porqué es como es; porqué hace lo que hace; porqué ella. Para “conectar” con Margarita Barrientos (60) es muy importante llegar hasta el barrio Los Piletones, en el sur de CABA, adentrarse en su universo y descubrirla más allá de la ya carismática presencia que irradia cuando se presenta en los medios de comunicación. Ella es tan auténtica como la cruda realidad que la rodeó toda su vida. Es una mezcla de mujer pequeña, frágil y silenciosa con una leona enorme, que sabe rugir para pedir ayuda y poner límites. Se pone al hombro grandes cruzadas y da pelea; se relaciona con políticos y empresarios para conseguir donaciones; y cría a dos familias al mismo tiempo: la biológica y la del corazón, ambas numerosas y nutritivas. Sus afectos son su sostén para tantas batallas, las cuales le pasan factura a su salud, endeble por estos días. Pero Margarita sigue adelante. “¿Por qué ella?”, nos preguntamos. Y el origen de esa vocación santa, se explica con su primera respuesta. “Vengo de una familia muy humilde, nos faltaba todo. Cuando llegaba de la escuela, mi mamita tenía preparado un locro, a veces con carne y otras, no. Lo que siempre me llamaba la atención y nunca se lo había preguntado hasta ese día que me animé, era porqué dejaba un plato de comida separado. Le pregunté si lo podíamos comer con mis hermanos.Y mamá me dijo que no, porque si venía Dios a pedir tendríamos ese plato para darle. Ha sido más que una respuesta bonita para mí. Yo tendría unos diez años. Ella siempre nos hablaba de Dios y nos decía los nombres de las estrellas… Pero un día me desconcerté: vi que un linyerita estaba comiendo la comida que ella siempre dejaba en ese plato. Y le dije: ‘Mamá, él no es Dios’. Ella me preguntó si yo conocía a Dios, le dije que no, entonces ella me dijo que ese niño era Dios. ‘No le preguntes de dónde viene ni cómo se llama, solo dale de comer’, me dijo. Y ahí aprendí que aunque nosotros éramos muy
pobres, había otros que tenían menos y que podíamos ayudar. Mi mamá era de compartir: hacía cinco tortillas y tres las regalaba. Carneaba un chivo, repartía todo y ella se quedaba con un pedacito. Ella fue un ejemplo para mí”, explica la mujer nacida y criada en Añatuya (Santiago del Estero), refiriéndose a Saturnina, “su mamita” que murió de mal de Chagas cuando ella era una niña de 11 años.
Margarita contrajo matrimonio con Isidro Antúnez (fallecido hace cinco años), con quien tuvo 9 hijos propios y 3 adoptados. También vinieron los 16 nietos y los 2 bisnietos, y así Barrientos se fue llenando de luz. Recibe a CARAS junto a parte de su familia biológica y “del corazón”: sus hijos Walter (40), Romina (43), Juan José (38), Lucas (28), Daiana (18)… Y posó con los bebés que la convirtieron en bisabuela: Roma (2 meses) y Michelángelo (3 meses). El lugar de la nota es el que fundó hace 26 años: el comedor social “Los Piletones”, donde todos los días preparan 3400 viandas para chicos de todas las edades, madres, abuelos y personas en situación de calle. “Los chicos de la calle comen acá, sentaditos, y muchas mamás vienen con la jarra, la bolsita, se llevan el pan, las galletitas. Mate cocido con leche, chocolate con leche, leche sola… Se llevan comida muy ricas: nunca cocinamos nada que no tenga carne o pollo. El almuerzo de hoy (el día de esta entrevista) es pastel de papa con una sopa muy rica. Como el pastel puede estar medio frío, calentamos el estómago primero con la sopa… Otros días hacemos milanesas o pizza… También con sopa. Yo recorro las mesas, les pruebo la comida… Me reciben con una sonrisa. Siempre me piden cosas, y lo que tengo y puedo se los doy. Y si no tengo, saco de cualquier lado para darles”, comenta quien además tiene comedores en Santiago del Estero y Cañuelas (provincia de Buenos Aires), quien recibió el reconocimiento de “Mujer del Año” por la Cooperadora de Acción Social (COAS) y en 2011, obtuvo el reconocimiento de Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy la obra de Barrientos es gigantesca: incluye talleres de costura para que las mujeres puedan tener una salida laboral; realizan fundas para notebooks y materas de diseño exclusivo, aliados con GUL Argentina. Además tienen un Centro de Atención a Victimas de Violencia Familiar; un Centro de Salud y uno Odontológico; un Centro de Primera Infancia y una Huerta Hidropónica libre de agroquímicos, entre otros servicios a la comunidad.
Pero lo que sostiene a esta mujer que además de luchar contra la pobreza, le da pelea a la diabetes y sus problemas coronarios, es su familia. “Yo estaba pasando un momento muy difícil de salud, sufro problemas coronarios. Tengo un marcapasos, dos bypass, a veces estoy muy mareada. Pero sigo andando. La llegada de los bebés me puso muy feliz. La familia es todo, es la vida. En los comedores también está mi familia, la del corazón: todos me dicen Mamita, y en Santiago del Estero me llaman Tía”, comenta Margarita, que además de lo
que ocurre con su nombre, el diminutivo la acompaña en muchas de sus expresiones. Lo aplica todo el tiempo con los nombres y los adjetivos. Son sus herramientas para suavizar las relaciones, mantenerse humilde y fundirse con los corazones necesitados. “La idea es que cuando yo no esté, mis hijos continúen con mi legado. Ellos me dicen que están orgullosos y felices de quien soy. Cuando hablan de mí lo hacen con admiración por todo el trabajo que hago. La familia es mi pilar. Ellos saben que siempre trabajé y nunca me sentí usada. Todo lo contrario, estaba agradecida porque aprendí el valor del trabajo. Siempre digo que a la persona que no conoce el sacrificio, nada le importa. Pero cuando hacés tanto esfuerzo, todos los logros tienen un valor especial, un gustito muy lindo”, concluye.