De Francia a China
Sin darme cuenta han pasado tres años y medio desde que regresé a mi país. Muchos amigos franceses están preocupados por mi vida en China. No cesan de preguntarme: ¿La niebla tóxica daña tu salud? ¿La calidad de vida es menor que la de Francia? ¿Puedes encontrar libros en francés? ¿Extrañas el vino y el queso de Francia? Extraño mucho el queso y el vino, por supuesto. Pero puedo comprar quesos Gouda, La vache qui rit, Brit y Camembert en los supermercados de Beijing y todo tipo de vinos, como Mouton Cadet, producidos en Francia, Chile, España, Italia, Estados Unidos y otros países. Además, como en estos años la moneda china se ha ido revaluando hasta un 20 %, los productos importados no son tan caros. Tengo la sensación de que serán más baratos y aparecerán con más frecuencia en la mesa de los chinos.
En cuanto a mi vida en China, como describo en mi libro Les Chinois sont des hommes comme les autres (Los chinos son hombres como los demás), no hay gran distinción en comparación con la vida que tenía en Francia. Pero mucha gente me ha estado preguntando sobre ello, así que he decidido escribir este artículo. Voy a hablar de este tema tomando como referencia cuatro aspectos esenciales: el vestuario, la alimentación, la vivienda y el transporte.
Vestuario
Sobre este tema quiero mencionar dos puntos importantes. Primero, la ropa china es de buena calidad y se vende a un precio razonable. Cuando vine a pasar mis vacaciones hace diez años, algunos chinos vestían con austeridad y hasta con ropa desgastada y rota. Sin embargo, hoy en día los vestuarios de
quienes residen en metrópolis como Shanghai y Beijing son comparables con los de famosas ciudades del mundo. En cuanto a las mujeres atractivas, quizás el gusto de ellas no esté al mismo nivel que el de las francesas, pero su vestuario difiere bastante del de las que viven en países con menor desarrollo económico. Tal cambio se debe a los bajos precios. Si encargo dos trajes de gran calidad en la calle Maoming de Shanghai, famosa por sus sastrerías, me cuestan en total 5800 yuanes (unos 790 euros), incluidos tres camisas y dos puños de obsequio. Este precio es igual al de un traje de marca francesa y su calidad es la misma.
Muchos franceses que viven o viajan frecuentemente por China prefieren hacer encargos en dicha calle, donde se pueden encontrar los trajes más baratos del mundo. Por supuesto, como gente común y corriente, me limito a hacer encargos raras veces. Habitualmente compramos ropa por Internet, donde uno se asusta por los precios tan bajos, pero que, además, es muy conveniente. Pido artículos por la mañana y los recibo por la tarde. Si no estoy satisfecho, los puedo devolver o cambiar. Luego de tres años en China, el 80 % de mi vestuario lo he comprado por Internet. Es ridículo que los países europeos establezcan medidas antidumping para los productos textiles de China.
El segundo punto se refiere a que China carece de marcas nacionales con fama internacional, a pesar de que ya es una superpotencia en el sector textil. Eso no quiere decir que en el país no se fabrique ropa de alta calidad, sino que todavía mantiene un nivel básico de comercialización. Debido a la falta de marcas de renombre internacional da la impresión de que la ropa producida aquí es de mala calidad. La realidad es que las que se producen actualmente son de una calidad superior y pueden competir con cualquier marca internacional. El vestuario común de los chinos posee un nivel muy alto. Además, China produce un nuevo tipo de tela denominada “fibra de bambú”, que es muy cómoda para la ropa interior, por ejemplo.
Alimentación
Comer es un placer en China. Cuando vivía en París disfrutaba probando platillos internacionales exquisitos. Al regresar a China, me di cuenta de que también podía disfrutar de la gastronomía internacional en metrópolis como Beijing, Shanghai, Guangzhou, entre otras ciudades. El precio tanto en los