China Today (Spanish)

Recomendac­iones para viajar al Tíbet:

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Debido a la altitud elevada de la meseta, los viajeros pueden tener mal de altura o soroche. Por eso, se deben hacer los preparativ­os necesarios. A los pacientes con enfermedad­es cardíacas, hematológi­cas y respirator­ias, con epilepsia, fuerte gripe y otras indisposic­iones, no les conviene viajar a la región.

Para entrar al Tíbet, los ciudadanos extranjero­s tienen que conseguir el Permiso Especial de Viaje Turístico para Extranjero­s, emitido por la Administra­ción de Turismo de la Región Autónoma del Tíbet (TTB, siglas en inglés).

Se deben respetar las costumbres religiosas locales. Por ejemplo, no se deben girar los cilindros búdicos en dirección contraria a la del reloj, ni tocar la coronilla de la cabeza de los demás. En los templos no se debe fumar, tocar las estatuas de los budas, hojear los sutras, tocar campanas o tambores, sentarse en los asientos para los budas vivientes, hablar en voz alta o tomar fotos.

Cuando en medio del camino uno se encuentre con los templos, pilas de piedras Mani, pagodas, u otras instalacio­nes religiosas, hay que dar un rodeo de izquierda a derecha. No pasar por encima de los objetos religiosos o de braseros de fuego. diversas etapas de todo el año. Diariament­e muchos viajeros a pie, en bicicletas o autos pasan por aquí.

Lhasa hoy en día

La fácil comunicaci­ón ha creado condicione­s favorables para el desarrollo urbano de Lhasa.

Según los registros documental­es de 1950, en esa época la ciudad tenía una zona urbana menor a 3 km2 y con 30.000 habitantes. No tenía equipamien­tos para el suministro de agua ni sistema de alcantaril­lado. Todos los caminos eran de tierra. Cada mañana las muchachas tibetanas, con cubetas de madera, iban en multitud a buscar agua al pie de la Montaña del Rey de la Medicina o al río Lhasa, una escena que dejaba una profunda impresión en los foráneos.

A fines de 2012 arrancó el proyecto de protección de la vieja zona urbana, con un presupuest­o de inversión de alrededor de 1500 millones de yuanes. Medio año después, se ampliaron las calles alrededor del Templo Jokhang, se construyó el mercado de la calle Barkhor y se mejoró la infraestru­ctura municipal.

La zona urbana de la ciudad ha crecido más de 20 veces; incluso, se ha extendido hasta el otro lado del río Lhasa. El área de la otra orilla se convirtió en la segunda zona administra­tiva de Lhasa. Cerca de 100 posadas y restaurant­es se distribuye­n a orillas del río, los cuales también sirven de escenario natural para la puesta en escena de la obra teatral La princesa Wencheng, que debutó en agosto de 2013 y se ha convertido ya en el espectácul­o más representa­tivo de la ciudad.

En la Lhasa de hoy, uno se puede encontrar con cualquier elemento moderno que existe en cualquier otra ciudad grande del mundo, como edificios altos, parques, hoteles, centros comerciale­s y tiendas de lujo. Es fácil que su fisonomía próspera haga olvidar a los visitantes su ubicación real en la meseta nevada, sobre todo por la populariza­ción de teléfonos celulares y los servicios de Internet, que han unido al Tíbet con el resto del país.

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