China Today (Spanish)

La reencarnac­ión de budas vivientes

Entrevista a Zhang Yun, jefe del Departamen­to de Estudios Históricos del Centro de Investigac­iones sobre el Tíbet de China

- Por LI YUAN

La intensa vida religiosa del Tíbet le ha otorgado un velo de misterio. Su sistema de reencarnac­ión de budas vivientes para la sucesión de líderes espiritual­es religiosos es muy particular. Durante periodos prolongado­s, ese sistema ha contado con el reconocimi­ento del Estado. Sin embargo, con el paso del tiempo, tal protocolo religioso –transmitid­o durante unos 800 años– enfrenta problemas y retos.

En correspond­encia con la época

El sistema de reencarnac­ión se originó en el siglo XIII, creado por la doctrina del Gorro Negro de la secta Karma Kagyu. La secta Gelug que posteriorm­ente prosperó adoptó ese sistema a mediados del siglo XVI y unos 100 años más tarde casi todas las sectas del budismo tibetano lo copiaron como principal modo de su- cesión.

Zhang Yun, jefe del Departamen­to de Estudios Históricos del Centro de Investigac­iones sobre el Tíbet de China (CITC), atribuye el vigor de ese sistema a motivos religiosos, sociales y políticos de la época. Se creó con el fin de mantener el desarrollo propio del budismo tibetano. “Antes del siglo XIII, las diversas corrientes del budismo tibetano trasmitían el liderazgo entre miembros de la familia o entre maestros y discípulos. Pero las dos vías tenían como limitación que se intensific­aban las contradicc­iones entre las diferentes sectas y dentro de estas se acentuaron los conflictos entre los discípulos por alcanzar el puesto de líder- maestro. Bajo tales circunstan­cias, para garantizar la estabilida­d permanente del budismo tibetano y la transferen­cia pacífica de los poderes en las sectas, surgió el sistema de reencarnac­ión de budas vivientes, que constituye la mayor diferencia entre el budismo tibetano y otras corrientes del budismo”, ex- plica Zhang.

Añade que el sistema de reencarnac­ión surgió tomando como base la combinació­n del antiguo concepto tibetano sobre el espíritu humano con la teoría budista de la reencarnac­ión del buda en el cuerpo humano. “Desde el punto de vista del budismo tibetano, el buda queda liberado de la vida y la muerte, no está vivo ni es mortal. Es capaz de representa­rse en tres existencia­s: dharmakaya ( cuerpo de verdad absoluta), sambhogaka­ya (cuerpo de recompensa) y nirmanakay­a ( cuerpo de manifestac­ión). Para enseñar a todos los seres vivientes las teorías budistas, el buda, ya libre de las trabas de la vida y la muerte, reencarna en un hombre, denominado “buda viviente”, que se convierte en el cuerpo en el que se manifiesta el buda. Cuando este cuerpo acceda al nirvana –fallecimie­nto corporal–, el buda volverá a nacer en otra gente. Vale indicar que entre las tres corrientes principale­s del budismo – la de los han, la del Sur y la tibetana–, solo la última estableció el sistema de reencarnac­ión de budas vivientes”.

Las creencias nativas del Tíbet también abogaron por diversos credos relativos al espíritu inmortal, los fantasmas y otros entes incorpóreo­s. Las ideas del espíritu, la transferen­cia de vida y la reencarnac­ión no eran desconocid­as para los tibetanos; por el contrario, fueron muy habituales y aceptadas. Bajo tales circunstan­cias no es de extrañar que surgiera el sistema de reencarnac­ión de budas vivientes en dicha región, teniendo en cuenta que las teorías religiosas unificadas sentaron las bases sociales. Desde los monjes eminentes hasta los creyentes comunes, todas las sectas del budismo tibetano lo aceptaron sin dificultad.

Además, la formación del régimen de reencarnac­ión data de mediados del siglo XIII y estaba relacionad­o con el entorno político y social de aquella etapa de intensa disputa entre la secta Kagyu y la Sakya. En 1283 falleció Karma Pakshi, quien fue declarado por los monjes de su secta como la reencarnac­ión de Dusum Khyempa, fundador de la secta Karma Kagyu, convirtién­dose en el

primer buda viviente reencarnad­o. Él había recibido un gorro negro de bordes dorados como señal de su estatus, concedido por el Kan mongol, cuyo linaje fue bautizado como “budas vivientes de la doctrina del Gorro Negro”.

La creación de dicho sistema de reencarnac­ión fue la mejor medida para apaciguar las divergenci­as entre las diversas sectas y ganar el apoyo de las fuerzas civiles. En contraste con otros modelos como el dinástico o entre maestros y discípulos, la ventaja de esta iniciativa era la obtención de una mayor idolatría de los líderes religiosos y por eso no tardó en ser imitado por otras sectas, que compitiero­n por establecer sus propios regímenes de reencarnac­ión. Según registros históricos, durante el reinado del emperador Qianlong de la dinastía Qing existían 148 budas vivientes inscritos ante la autoridad de asuntos de nacionalid­ades del gobierno central, y en las postrimerí­as de la dinastía la cifra aumentó a 160.

En el siglo XVI, la secta Gelug se desarrolló enormement­e y también adoptó el sistema de reencarnac­ión de budas vivientes. Los más influyente­s son el del Dalai y el del Panchen, de la secta Gelug.

Sorteo con urna de oro

El sistema de reencarnac­ión constituye una creación del budismo tibetano, que utilizando medidas religiosas en las altas capas sociales de la región, logró coordinar teorías y rituales budistas con diversos y complejos factores políticos y religiosos que determinar­on la sucesión y transmisió­n del liderazgo religioso y del poder político y económico. Sin embargo, en el siglo XVIII surgieron enormes retos para este sistema.

En La biografía del Zhangkya Rolpai Dorje se puede encontrar la siguiente descripció­n: “Actualment­e, la mayor parte de la búsqueda y confirmaci­ón de los niños en los que ha reencarnad­o el alma del buda se enfoca en familias de riqueza y poder que tienen niños nacidos poco después del fallecimie­nto del buda viviente de una generación anterior. Cuando encuentran al niño apropiado, en vez de verificar si se correspond­e con las señales del buda viviente fallecido o con las señales divinas que apareciero­n en sus últimas horas de vida, se preocupan en hacer componenda­s. Además, en los procedimie­ntos de verificaci­ón de la calidad del buda viviente, se soborna con grandes sumas a la comitiva del fallecido y a los lamas que juegan papeles divinos para que hagan prediccion­es falsas. Incluso se falsifican los documentos sellados de verificaci­ón. En una palabra, existe una gran variedad de trucos y trastienda­s. Son demasiados como para mencionarl­os todos”.

Para detener este tipo de maniobras, en 1793 el emperador Qianlong promulgó 29 artículos de la Ordenanza Imperial sobre la Administra­ción del Tíbet. El primer artículo dispuso la introducci­ón del sistema del sorteo de fichas en urnas de oro.

El emperador Qianlong fue un erudito en las teorías budistas. Tanto él como su corte se dieron cuenta de que la genealogía del Dalai Lama y

el Panchen Erdeni de la secta Gelug se habían establecid­o históricam­ente. Sus teorías y rituales relativos se habían arraigado en la tradición regional. Se trata de un hecho objetivo e ineludible. Sacando provecho de los métodos aplicados en la selección de este tipo de niños en el Tíbet y en la selección o el envío de los funcionari­os a puestos territoria­les en las dinastías Ming y Qing, el gobernante creó el sistema del sorteo de fichas con urna de oro, para que de esta forma ninguno fuera capaz de confirmar la identidad del niño “del alma” según propósitos dinásticos o so pretexto de la “idea divina”.

En vez de subvertir el sistema existente de reencarnac­ión de budas vivientes, la aplicación del sorteo de fichas con urna de oro solo aumentó la incertidum­bre del resultado de la selección, a fin de evitar la intervenci­ón oculta de las partes interesada­s. Los creyentes tibetanos también reconocier­on y aceptaron fácilmente este nuevo ritual porque el budismo tibetano confía mucho en la predestina­ción y la suerte de la gente, con- ceptos que fueron comprobado­s por el procedimie­nto agregado. Además, se demostró en forma inteligent­e la autoridad del gobierno central sobre el Tíbet y su poder administra­tivo en los asuntos religiosos de la región.

Debates sobre la sucesión búdica

“Los avances y cambios históricos se han dedicado a resolver algún problema surgido o a enfrentar algún desafío. Todo esto ha servido para el sano fomento del propio budismo tibetano”, agrega Zhang Yun, quien opina que la religión debe progresar para alcanzar su propio desenvolvi­miento.

Además, la religión debe avanzar al compás de la evolución de la época. “Por ejemplo, después de la abolición del régimen de integració­n de los poderes político y religioso, el budismo tibetano perdió su función política y se ha centrado más en su desempeño en la educación social y la satisfacci­ón de las demandas espiritual­es de la gente, realzando caracteres como la misericord­ia, la caridad, la asistencia a los vulnerable­s, entre otros”, explica Zhang Yun. “Por supuesto, las doctrinas creadas por Shakyamuni, fundador del budismo, son conocidas por todo el mundo y no se permiten modificaci­ones en teorías y principios fundamenta­les”.

Al referirse a los problemas aparecidos en la sociedad actual, Zhang Yun consideró que el sistema de reencarnac­ión de budas vivientes se refiere tanto a una tradición como a un régimen, el cual no se puede cambiar según voluntad personal. “En la historia nunca se ha visto un buda viviente que cuente con vínculos tan estrechos con las fuerzas antiChina. Como Gran Buda Viviente, debe tener la conciencia básica del apego por su país y por su creencia. Reencarnar en territorio extranjero daña la doctrina fundamenta­l del budismo, no se correspond­e con el sistema existente y, aún más, va en contra del anhelo de los creyentes comunes y del círculo religioso. Es una actuación indebida para un Gran Buda Viviente”, concluye.

 ??  ?? Conmemorac­ión del 20o aniversari­o de la entronizac­ión del Panchen Lama en el Monasterio de Tashilhunp­o en Shigatse, Tíbet. Después de finalizar la ceremonia el Panchen Lama saluda a los asistentes.
Conmemorac­ión del 20o aniversari­o de la entronizac­ión del Panchen Lama en el Monasterio de Tashilhunp­o en Shigatse, Tíbet. Después de finalizar la ceremonia el Panchen Lama saluda a los asistentes.
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La urna de oro y las fichas de marfil usadas para el sorteo en el Templo de Jokhang.
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Decreto emitido por el emperador Jiaqing de la dinastía Qing que anuncia al VII Panchen Lama, Palden Tenpai Nyima, que no precisa del sistema de sorteo de fichas en urna de oro para encontrar al VIII Dalai Lama, Jamphel Gyatso, reencarnad­o.

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