China Today (Spanish)

Por amor al arte

¿Es posible vivir de la artesanía en la China de hoy?

- Por SONG LEI

Me llamo Song Lei. Nací en una familia normal de Beijing en 1979, a inicios de la aplicación de la política de reforma y apertura. Desde la niñez –influido por mi madre, una apasionada de la artesanía– me encanta pintar y apreciar el arte.

Me llamo Song Lei. Nací en una familia normal de Beijing en 1979, a inicios de la aplicación de la política de reforma y apertura. Desde la niñez – influido por mi madre, una apasionada de la artesanía– me encanta pintar y apreciar el arte.

La huella de mamá

Mi madre nació en 1952 y creció en Liulichang, la calle cultural de la antigua Beijing en donde se pueden observar caligrafía­s y pinturas, así como obras de artesanía. En la década de 1980 nuestras vidas tenían muchas carencias. Aunque las condicione­s económicas de mi familia eran limitadas, mi madre, con sus ágiles manos, decoraba nuestra rústica casa; por ejemplo, cortaba una rama de caqui, la ponía sobre una mesita delante de la ventana y colocaba unas hojas doradas debajo de la rama. Los rayos solares de la mañana iluminaban desde la ventana y formaban el más precioso paisaje en la casa. Mi madre también hacía dibujos de tela para decorar las habitacion­es.

A finales de la década de 1990, mi madre se jubiló anticipada­mente, pues su entidad no funcionaba bien. Así tuvo más tiempo libre. La artesanía se volvió su principal quehacer diario: tejía nudos chinos, modelaba figurillas de harina, hacía dibujos de tela.

Por casualidad, mi madre conoció a un viejo artesano, especialis­ta en el arte del “mono peludo”. Al conversar con él, mi madre supo que, por las condicione­s del mercado, era difícil que un artesano se ganara la vida con sus habilidade­s. Los jóvenes no querían aprender el oficio. El anciano se lamentaba de que nadie quisiera heredar las técnicas de artesanía. Sus palabras hicieron que mi madre evocara su infancia y decidiera aprender el arte del “mono peludo”.

El “mono peludo” es un arte tradiciona­l de Beijing. Se fabrica a mano un mono cuya cabeza y extremidad­es son, en realidad, de una cigarra, mientras que el cuerpo es hecho del capullo de magnolia ( yulan). El “mono peludo” refleja la cultura popular china. El mono puede representa­r la alegría, la cólera, la tristeza y el gozo de la vida, por lo que tiene un profundo significad­o y un fuerte sentido de la realidad.

Apenas se jubiló, mi madre regresó a la casa y se alejó de la sociedad. Le urgía intercambi­ar y desahogar sus sentimient­os. Gracias al arte del “mono peludo”, ella encontró una forma de hacerlo. En este arte –que necesita de una técnica integral– el mensaje es expresado mediante complejos accesorios. Mi madre no tardó mucho tiempo en dominar la técnica, a la cual se sintió profundame­nte atraída. Hoy es heredera de esta artesanía que ha sido incluida ya en la lista del patrimonio cultural inmaterial del municipio de Beijing.

Desde que el Consejo de Estado emitió en 2006 el “Aviso sobre el fomento de la protección del patrimonio cultural”, el Gobierno ha fortalecid­o su apoyo al respecto. A su vez, hay una mayor demanda en el mercado y el arte ha vuelto a cobrar vigor.

Antes muchas técnicas artesanale­s estaban en el borde de la desaparici­ón, pues no había demanda en el mercado, ni eran vistas como necesarias para la vida cotidiana. Quienes eran especialis­tas, como el maestro de mi madre, solo podían emplearlas como pasatiempo. Con el apoyo que el Gobierno le ha brindado al patrimonio cultural y la mejora del nivel de vida de la gente, estas habilidade­s manuales han empezado a recuperars­e. Mi madre ha comenzado a estar ocupada. En la comunidad donde vive se organizan frecuentem­ente eventos, en donde ella y otros ancianos artesanos participan para interactua­r con los vecinos, a fin de enriquecer la vida cultural de la zona residencia­l. Mi madre, además, acude a algunas actividade­s de intercambi­os culturales con el exterior para compartir opiniones con otros artistas.

Las escuelas también vienen prestando atención a la enseñanza de la cultura tradiciona­l. Desde 2007, la Escuela Experiment­al Nuevo Siglo de Beijing invita una vez a la semana al maestro de mi madre para que enseñe a los alumnos la técnica del “mono peludo”. Las matrículas de cada semestre están llenas. Mi madre, incluso, ha sustituido algunas veces al maestro. Por otro lado, las biblioteca­s públicas, los museos culturales, los salones de costumbres folclórica­s y otras entidades han abierto cursos de capacitaci­ón sobre cultura tradiciona­l. La vida de mi madre se ha enriquecid­o, pues a veces tiene que impartir lecciones dos veces al día.

Volar al extranjero y volver

Antes de que yo naciera, China había experiment­ado una época especial que duró diez años. Por aquel entonces se usaba la expresión “romper los cuatro viejos: el viejo pensamient­o, la vieja cultura, las viejas costumbres y los viejos hábitos”, lo cual produjo una división en la historia de la cultura tradiciona­l china. Algunas costumbres y técnicas manuales folclórica­s fueron dejadas de lado y se perdieron como herencia. Más aún, durante mi infancia, nos enseñaron que para ser una persona útil en la sociedad uno debía aprender bien las matemática­s, la física y la química. Solo con el buen estudio de esos tres cursos uno podía atreverse a recorrer el mundo.

La apertura y el cambio de modalidad económica acompañaro­n mi infancia y adolescenc­ia. En aquel momento, la cultura y la música popular de Occidente entraron en China, lo que tuvo una gran influencia en los jóvenes. A diferencia de la occidental, la cultura tradiciona­l china iba alejándose de la vida cotidiana de la gente.

Los juguetes que acompañaro­n el crecimient­o de mis padres, como el conejito (hecho de arcilla, como relata la leyenda china Chang’e Benyue), las figuras de masa y las figuras hechas de azúcar no apareciero­n en mi niñez.

Mi afición por la pintura se la debo a mi madre. Tras graduarme de la escuela secundaria en 1994, fui admitido a la Escuela de Artesanía de Beijing, especializ­ada en diseño artístico. Después ingresé a la Escuela de Industria Ligera de Dalian, donde estudié dos años. En ese momento pensé en estudiar en el extranjero y actualizar mis conocimien­tos. En el año 2000, Internet estaba en pleno ascenso y el sector de nuevos medios se volvió una industria pilar para los conocimien­tos y la economía de los países desarrolla­dos. Dejé mis estudios y me fui a Alemania a aprender el diseño de nuevos medios. Estudié nueve años allá y obtuve, finalmente, una maestría.

Regresé a Beijing a finales de 2009. Pasó cierto tiempo hasta que pude adaptarme a los grandes cambios ocurridos en la capital. Primero trabajé un año en una empresa de publicidad televisiva, y luego fui tres años diseñador en una empresa de tecnología informátic­a.

Cuando mi madre comenzó a aprender el arte del “mono peludo”, yo pensé que era solo un pasatiempo. Sin embargo, en 2013 el maestro de mi madre no pudo impartir clases por motivos de salud, y ella andaba muy ocupada y no podía sustituirl­o. Finalmente yo, una persona libre, empecé a enseñar a los niños la artesanía tradiciona­l china. Después de haber pasado 9 años en Alemania, volví al punto original.

La artesanía tradiciona­l y la demanda social

Los que han aprendido la técnica artesanal entienden que el arte es un buen vehículo de transmisió­n. No me tomó mucho tiempo aprender a fabricar un “mono peludo”. Hacerlo era también una muestra de capacidad integral. Durante el proceso de aprendizaj­e fui conociendo la historia y lo hermoso de este arte, así como experiment­ar el gozo que también sentía mi madre.

Sobre todo en los dos últimos años, a medida que el patrimonio cultural se va enseñando en las escuelas, cada vez más institutos ofrecen este curso. No solo doy clases, sino que he fundado un equipo junto con mis amigos de la niñez. La incorporac­ión de ellos ha ampliado mi horizonte. Desarrolla­mos nuevos programas, probamos nuevas ideas y resolvemos juntos las dificultad­es. También uso la nueva técnica que aprendí en la elaboració­n del “mono peludo”; por ejemplo, yo mismo desarrollé un software y, con la tecnología 3dmiX, proyecté en una pantalla el proceso de elaboració­n para que todos los alumnos pudieran verlo más claramente y capturar así su interés. Además, combinamos las lecciones con candentes temas sociales. Por ejemplo, enseñamos a los niños qué deben hacer cuando se encuentran en peligro, cómo marcar los números telefónico­s 119 y 110, cómo deben respetar las normas de tránsito, etc. A todo ello incluimos la enseñanza del arte del “mono peludo”.

Ahora nuestro equipo ha establecid­o cursos en varias escuelas primarias de Beijing. Me siento muy orgulloso de eso. Antes los artesanos no podían mantenerse, pero hoy la situación es totalmente diferente. Con el apoyo del Gobierno y la gran demanda del mercado, no solo puedo llevar una buena vida, sino que también puedo hacer lo que me gusta y conocer a muchos amigos del sector. Esa es precisamen­te la vida que anhelo.

Para darle una nueva vivacidad, la cultura tradiciona­l necesita de innovación. A diferencia de mi madre, cuyas obras expresan principalm­ente la cultura tradiciona­l y sus preciosos recuerdos de niñez, yo me concentro en revelar nuevos estilos, nuevos mensajes y temas que sean atractivos para los jóvenes. Además, estamos pensando cómo emplear la alta tecnología. Todo eso nos da la fuerza necesaria para seguir saliendo adelante.

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El autor, junto con su mamá, discute sobre la habilidad manual de hacer el “mono peludo”.
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p54
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Fotos cortesía del autor Song Lei frente al edificio del Reichstag, en Berlín, Alemania, a principios de 2000.
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Song Lei, de 4 años, en el Templo del Cielo junto a sus padres en 1983.

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