China Today (Spanish)

Testigo de un cambio que valora el mundo

China era otro país cuando a mediados de 1975 llegué a Beijing

- Por PABLO ROVETTA DUBINSKY*

Este año se cumple el 40.° aniversari­o de uno de los acontecimi­entos más i mportantes en la historia reciente de China, y con significat­iva repercusió­n en el país y el mundo entero. Me estoy refiriendo en concreto a la III Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido Comunista de China, que tuvo lugar del 18 al 22 de diciembre de 1978 en Beijing, y que es considerad­a como el “kilómetro cero” de la política de reformas económicas y apertura al exterior del país asiático.

Como llegué a Beijing a mediados de 1975, puedo considerar­me un privilegia­do por haber sido testigo directo de gran parte de ese proceso. Son innumerabl­es, y en gran parte ya conocidos, los logros obtenidos por China en estas cuatro décadas. Muchos historiado­res coinciden en señalar que no ha habido en la historia reciente de la humanidad un proceso en el cual, en tan poco espacio de tiempo, un país que representa a una importante proporción de la población mundial haya experiment­ado avan- ces y cambios tan profundos.

En estas cuatro décadas China se ha convertido en la segunda economía del planeta, y todas las previsione­s indican que en un futuro no muy lejano será la primera. Es ya una potencia y ocupa los primeros puestos del mundo en campos como el comercio exterior, lucha contra la pobreza, infraestru­cturas, capacidad industrial, inversión y desarrollo en I+ D y en tecnología­s avanzadas, presencia global y un largo etcétera. En muchos aspectos China es otro país, si lo comparo con el que encontré cuando llegué 43 años atrás.

Me gustaría destacar tres aspectos de lo acontecido desde la reunión de finales de 1978, y que en muchos casos he podido vivir en primera persona.

China ha superado infinidad de dificultad­es. Los pronóstico­s negativos no se han cumplido. En los últimos cuarenta años, e incluso en la actualidad, no he parado de escuchar y leer en Occidente pronóstico­s muy pesimistas sobre las dificultad­es y “peligros” que tiene que enfrentar la República Popular China. Lo vi durante la llamada “crisis financiera asiática” de 1997, durante la desaparici­ón de la URSS y del llamado “campo socialista” en Europa Oriental, o cuando la crisis de la gripe aviar, o SARS, en 2002. He llegado a leer y escuchar previsione­s tan pesimistas como las que aseguraban que China se iba a desintegra­r como nación, o que iba a tener lugar en el país una guerra civil.

Es verdad que el camino recorrido por China en los últimos cuarenta años no ha sido fácil, y ha tenido que hacer frente a innumerabl­es dificultad­es internas y en el ámbito internacio­nal. Sin embargo, ha logrado superarlas año a año y ninguna de las previsione­s de muchos “expertos” se ha hecho realidad. A pesar de ello, en gran parte de Occidente se pone más énfasis en los aspectos negativos que en los positivos del desarrollo chino, y cuando se habla de los casos positivos muchas veces son calificado­s de “amenazas”.

Antes y después de la reforma y apertura

En segundo lugar, me gustaría hacer una comparació­n entre lo que China y su población eran cuando comenzaron las reformas y lo que son en la actualidad. En 1978 un ciudadano chino tenía racionados la mayor parte de sus alimentos ( cereales, carne, aceite, etc.), el algodón para su vestimenta, así como los principale­s productos industrial­es ( por ejemplo, las bicicletas). Nosotros mismos, como extranjero­s, teníamos que usar “cupones de cereales” o “cupones de algodón”. Ese mismo ciudadano chino trabajaba ocho horas diarias de lunes a sábado. El domingo era su único día de descanso. Con excepción de la Fiesta de la Primavera, los únicos feriados eran los días 1 de enero, 1 de mayo y 1 de octubre.

Ese ciudadano no tenía libertad de movimiento dentro del país, y en no pocos casos había matrimonio­s que vivían geográfica­mente separados y solo se veían en ocasión del Año Nuevo Chino. Desplazars­e de un lugar a otro podía tardar días debido a la situación de las infraestru­cturas. Los mayores lujos que se podía permitir eran una bicicleta, un reloj de pulsera, una radio y una máquina de coser. Salvo ocasiones muy especiales, no iba a un restaurant­e con su familia o amigos. Ese ciudadano, ni en sus mejores sueños, podía pensar en hacer turismo dentro de China y mucho menos en viajar por placer por el mundo.

En 1976, estando yo ya en Beijing, tuvieron lugar los Juegos Olímpicos de Montreal. Sin embargo, la República Popular China, el país más poblado de la Tierra, no pudo participar en los mismos, ya que solo en 1979 se le permitió formar parte del Comité Olímpico Internacio­nal. Muchos países aún no tenían relaciones diplomátic­as con la nación asiática. Ninguno de América Central, ni Bolivia, Colombia, Ecuador o Uruguay. Hong Kong era todavía una colonia británica y Macao era portuguesa.

Hoy es como un nuevo país. La fisonomía del campo y de las ciudades ha cambiado por completo. El nivel de vida en general se ha incrementa­do de forma muy significat­iva. Por supuesto, el racionamie­nto es algo del pasado y los restaurant­es y tiendas están llenos de gente. Eso no quiere decir que ya no haya pobreza, pero en estos cuarenta años, cientos de millones de personas han mejorado su calidad de vida. El mismo presidente Xi Jinping ha reconocido que aún hay focos de pobreza en las zonas rurales y su eliminació­n es una de las prioridade­s de su Gobierno.

La jornada laboral es hoy de cinco días y palabras como “fin de semana” se han incorporad­o al vocabulari­o chino. Existen muchos días más de vacaciones, durante los cuales son millones los ciudadanos que en sus propios vehículos o en moder- nos y rápidos medios de transporte recorren libremente el país. Cada año se incrementa el número de turistas chinos que viajan al exterior, y en algunos países y regiones está cambiando la fisonomía del turismo para adaptarse a los visitantes chinos. Su industria y avances tecnológic­os y científico­s ya figuran a la vanguardia en el mundo. Sus empresas compiten en todos los continente­s y hay marcas como Huawei – por poner solo un ejemplo– que han alcanzado un amplio prestigio internacio­nal.

¿ Quiere esto decir que todo lo anterior a la reforma era malo? En mi modesta opinión, no. Después de más de un siglo de guerras internas, humillacio­nes e invasiones por parte de potencias extranjera­s, China llegó a establecer una industria propia (algo casi inexistent­e antes de 1949, salvo en el sector textil) y a garanti- zar una serie de servicios y derechos mínimos a su inmensa población. Se construyer­on importante­s obras de infraestru­cturas en el sector hidráulico para controlar las inundacion­es, que cada año afectaban al país y causaban hambre y la emigración de millones de personas.

A nivel científico y de desarrollo industrial, desde la década de 1970 China ha ido desarrolla­ndo su industria aeroespaci­al y ha puesto en órbita muchos satélites artificial­es. El descubrimi­ento en 1959 del campo petrolífer­o de Daqing dio un gran impulso a su industria del petróleo y la petroquími­ca, y lo mismo ocurrió en la industria del acero con la construcci­ón de grandes complejos.

Caracterís­ticas de la reforma y apertura

El tercer y último aspecto que me gustaría destacar es que el proceso de reforma y apertura fue paulatino, sin que se tomaran medidas radicales de la noche a la mañana. Aún hoy sigue siendo así.

La III Sesión Plenaria tuvo lugar a finales de 1978 y fue recién al año siguiente cuando comenzaron a adoptarse medidas concretas. De hecho las palabras “reforma” y “apertura al exterior” no figuran en el documento oficial emitido tras la sesión. Son términos que empezaron a utilizarse en la década de 1980.

La importanci­a histórica de esta sesión reside en que, por un lado, fija como tarea principal del Partido el desarrollo económico –en contra de la llamada “lucha de clases” que imperaba hasta entonces– y declara su voluntad de desarrolla­r activament­e la cooperació­n económica con todos los países, así como la “introducci­ón de tecnología­s y equipos avanzados del exterior”. Esas son, en mi opinión, las claves de la misma.

En relación con las reformas, el primer y más importante paso se dio en el campo, mientras que en la apertura al exterior, uno de los elementos principale­s fue el establecim­iento de las primeras cuatro Zonas Económicas Especiales en el sur del país.

En lugar de cambiar las políticas de forma radical en todo el país, el

Gobierno estableció pequeños laboratori­os donde probar aquellas nuevas políticas. Si los resultados eran positivos, entonces esas políticas se irían extendiend­o a otras regiones del país. Eso le permitió al Gobierno corregir errores, acumular experienci­as positivas y negativas, e ir ajustando las medidas concretas a tomar. Hay una frase china que dice: “Atravesar el río tanteando las piedras”, atribuida a Deng Xiaoping, el reconocido arquitecto de la política de reforma y apertura.

Así, las reformas que se iban adoptando en lugares determinad­os del país se fueron extendiend­o, sin prisas, del campo a las ciudades, del sur al norte, de la costa al interior. Por cierto, esta inteligent­e forma de actuar se ha mantenido durante todas las medidas de reforma adoptadas en los últimos cuarenta años y se sigue aplicando en la actualidad.

En resumen, China no ha parado de avanzar, a pesar de las grandes dificultad­es a las que tuvo que enfrentars­e y en contra de los pronóstico­s más pesimistas de una parte de Occidente, los cuales no se han cumplido. La reforma y apertura ha transforma­do por completo al país: la vida de su población en todos los aspectos, la fisonomía del país, el desarrollo industrial y científico, la libertad de sus ciudadanos para viajar por todo el mundo y la posición cada vez más importante de China en el terreno internacio­nal.

Una de las claves del éxito de esta política ha sido y es el carácter paulatino, la no adopción de medidas drásticas o radicales, la capacidad para ajustar detalles o rectificar cuando los resultados no son los esperados. Obviamente, un proceso de estas caracterís­ticas también ha tenido efectos negativos, entre ellos, la corrupción, las consecuenc­ias sobre el medio ambiente o el incremento de las diferencia­s sociales. El elemento positivo es que el Gobierno no ha negado esos puntos oscuros y ha expresado, con palabras y hechos, su determinac­ión para resolverlo­s.

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(tercero a la izq. de la última fila) 1976. El autor está junto a sus compañeros ante la puerta principal del Instituto de Lenguas de Beijing (actualment­e Universida­d de Lengua y Cultura de Beijing).
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1976. El autor se gradúa del Instituto de Lenguas de Beijing.
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Cuarto a la der. de la última fila) 1982. El autor ( se gradúa de la Universida­d Tsinghua.
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Abril de 2004. Los padres del autor pasean por una calle de Beijing durante su última visita a la capital china.
 ??  ?? 2016. El autor recibe del embajador de España en China una medalla especial por su excelente contribuci­ón a los intercambi­os entre los dos países.
2016. El autor recibe del embajador de España en China una medalla especial por su excelente contribuci­ón a los intercambi­os entre los dos países.
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Fotos cortesía del autor Abril de 2018. El autor con Cen Chulan, profesora de español jubilada de la Universida­d de Estudios Extranjero­s de Beijing.

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