China Today (Spanish)

El bosque de albaricoqu­eros

¿Cuál es su relación con la medicina tradiciona­l china?

- Por QIU XINNIAN*

El título de este artículo seguro le causará mucha sorpresa. ¿Qué relación existe entre un bosque de albaricoqu­eros y la medicina tradiciona­l china?

El título de este artículo seguro le causará mucha sorpresa. ¿Qué relación existe entre un bosque de albaricoqu­eros y la medicina tradiciona­l china? Bueno, veamos. En China, cuando se habla de la medicina tradiciona­l, sus especialis­tas suelen mencionar el “bosque de albaricoqu­eros” y, a menudo, se denominan orgullosam­ente a sí mismos como “personas del bosque de albaricoqu­eros”. Este término en chino no solo sustituye el de medicina tradiciona­l china, sino que suena más refinado, más literario y más imponente. En chino, “bosque de albaricoqu­eros” se pronuncia xinglin (杏林). Si usted ve en China algo catalogado como xinglin, entonces puede estar seguro de que tiene relación con la medicina tradiciona­l china; por ejemplo, las farmacias xinglin (farmacias herbolaria­s), los consultori­os xinglin (consultori­os de medicina tradiciona­l), la Universida­d Xinglin (la Universida­d de Medicina China), etc.

Su origen

Durante el período de la Dinastía Han Oriental y los Tres Reinos había un hombre llamado Dong Feng (董奉)

( 200- 289), nacido en el municipio de Changle, en la provincia de Fujian ( sur de China). Dong vivía en una montaña. Era muy estudioso y trabajador, se esforzaba diariament­e, pero no cultivaba el maíz ni los frijoles, sino que se dedicaba al estudio de la medicina y a atender a sus pacientes. Lo hacía sin fines lucrativos y llegó a ser un excelente médico, muy renombrado por su alta técnica y, en particular, por su ética. No cobraba ningún honorario y solo exigía que si un paciente grave se curaba, este, ya restableci­do, sembrara cinco albaricoqu­eros alrededor de su casa. En el caso de los enfermos leves, solo pedía un albaricoqu­ero. La gente cumplía lo acordado con mucho gusto. Tras unos años se habían plantado ya unos cien mil árboles cerca de la casa de Dong Feng, los cuales formaban un gran y hermoso bosque que embellecía el poblado y toda la montaña. El bosque atraía, además, a miles de pájaros, los cuales cantaban desde la madrugada hasta el atardecer. Entre los árboles había muchas flores silvestres de todos los colores. Los niños jugaban alegrement­e y muchos habitantes de las aldeas vecinas venían a pasear, sobre todo durante la época de florecimie­nto, y se sentían en un mundo de hadas.

Poco antes de la cosecha de frutas, Dong Feng mandó armar con paja un silo en medio del bosque y poner una tabla en un poste muy alto con llamativas letras que decían: “Los albaricoqu­es se ofrecerán en trueque por arroz. Un recipiente lleno de arroz a cambio del mismo recipiente lleno de albaricoqu­es. El silo en medio del bosque le da bienvenida”. De esta manera, el médico logró recaudar cada año mucho arroz, con lo cual ayudaba a los más necesitado­s, sobre todo a los pacientes de escasos recursos, a quienes proporcion­aba comida y hospedaje.

Muchos le agradecier­on al médico ofreciéndo­le tablas con inscripcio­nes en su honor. Algunas decían “el bosque de albaricoqu­eros hace una primavera” o “el buen nombre abunda en el bosque de albarico

queros”.

El prestigio de Dong Feng se extendió rápidament­e y quienes se enfermaban acudían a la montaña en busca de atención.

El tigre enfermo

Un día, camino a casa, Dong Feng vio al lado de su cabaña, en un matorral, a un tigre tirado en el suelo. El animal no mostraba ferocidad, sino tristeza. Tenía los ojos llenos de lágrimas y mantenía la boca abierta, como queriendo mostrar su garganta. El médico comprendió la situación y le dijo: “Ven mañana a esta hora y te curaré”.

Al día siguiente, el médico salió de su casa llevando dos aros de hierro. El tigre ya lo esperaba con la boca abierta. Dong Feng se colocó los dos aros en su brazo derecho para protegerse, extendió su mano dentro de la boca del tigre y le sacó un hueso clavado en la garganta. El tigre se marchó lentamente y volvió tres veces la mirada hacia el médico, como un gesto de agradecimi­ento.

A la otra mañana, al salir de casa, Dong Feng vio al tigre tumbado boca abajo junto a su puerta. Segurament­e había estado custodiand­o su vivienda toda la noche. De este modo, el tigre se volvió un guardián del bosque. Si alguien daba menos arroz y tomaba más fruta, el tigre lo perseguía hasta que devolviera los albaricoqu­es tomados indebidame­nte.

La gente adoraba tanto al médico como al bosque de albaricoqu­eros. De hecho, los considerab­an sagrados. Creían que la mejor medicina y el mejor médico estaban dentro del bosque, lo que, con el paso del tiempo, originó que el término “bosque de albaricoqu­eros” se asociara también a la medicina tradiciona­l china.

Después de leer esta historia, usted ya conoce algo más sobre la medicina tradiciona­l china. Ahora podrá asomarse un poco a la filosofía china y a la ética médica en China.

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Xinglin. Esculturas que cuentan la historia del doctor Dong Feng y el origen del término
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Una dosis de medicina tradiciona­l china se compone de varias plantas terapéutic­as.
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