Una reparación histórica para el campo
Wang Wei, poeta de la dinastía Tang, escribió sobre su retiro en las montañas Zhongnan: “Vivo al pie de los cerros/ cuando lo deseo, me voy solo a contemplar la belleza de las cosas, ya que uno se conoce solo dentro de sí mismo/ camino hasta el lugar último de las aguas, me siento y miro cómo nacen las nubes/ si por azar me encuentro con un anciano en el bosque, entonces charlamos y reímos”.
La belleza y placidez de la vida en el campo es uno de los tópicos más destacados de su obra. Arroyos tornasolados que serpentean entre las montañas, bosques de bambú y árboles de cerezos lanzando sus flores al aire son algunas de las visiones que despertaron el disfrute y la meditación de un poeta que fue signo de su época
Lo cierto es que el campo ha ocupado un lugar central en las artes y la filosofía, sin mencionar la economía o el gobierno de China durante siglos. Desde pintores y pensadores inspirados por la belleza natural hasta movimientos políticos que colocaron al campesinado como el principal actor para el cambio social, el pasado del país asiático estuvo en gran medida definido por su modo de producción rural. Las necesidades de alimentar a la población más numerosa del planeta se sumaban a los desafíos de administrar un territorio que se caracteriza por su extensión. Tal vastedad abarca desde los desiertos y planicies de Asia Central hasta los terrenos fértiles, cruzados por lagos al sur del río Yangtsé, junto con la diversidad humana y étnica que se encuentra entre sus montañas y mares.
Uno de los más fructíferos
El profesor de estudios chinos de la Universidad de Harvard William Kirby señaló que el campo chino fue tradicionalmente uno de los territorios más fructíferos a nivel mundial. Si se tenía en cuenta la producción sobre la superficie cultivable, la agricultura china superaba históricamente a la de otros países reconocidos por su producción de alimentos. Esta característica en gran medida estuvo basada en el trabajo del campesinado chino y aseguraba el sostenimiento y desarrollo de la población en el Reino del Centro.
Si la ruralidad ocupó un lugar central en el pensamiento y la historia económica de la China clásica, desde el inicio de la política de Reforma y Apertura en 1978, el campo y sus habitantes han vivido un conjunto de transformaciones tan aceleradas como las que se observaron en el resto del país. A través de políticas como la instalación de las Zonas Económicas Especiales, el desarrollo chino tuvo su epicentro en las ciudades de la costa del Pacífico, mientras que el campo fue quedando en un lugar secundario.
Los resultados de estas políticas fueron descritos por el Banco Mundial,