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Una figura única con una mecánica de primer nivel

Su figura es original y difícil de clasificar. Pero en esa búsqueda de distinción sacrifica algunas funcionali­dades obvias en cualquier vehículo. Por otro lado, ofrece un motor moderno y una caja automática de seis velocidade­s.

- Gabriel Silveira gsilveira@clarin.com

Son épocas en las que todos los fabricante­s intentan tener un SUV o algo que se le parezca a un 4x4, ya que ese tipo de vehículos es buscado por los usuarios, sin importar si cuenta con alguna aptitud extra para circular fuera del camino. Son tiempos también en los que los autos convencion­ales terminan siendo, en algún punto, muy parecidos entre sí. Por eso es que modelos como el nuevo Citroën C4 Cactus, realmente distinto por donde se lo mire, es bienvenido en esta era de monotonía estilístic­a.

El C4 Cactus, que llega importado de España, se ubica entre el C3 y el C4. Mide 4,16 metros de largo y por el momento se ofrece en una única versión con motor naftero (de tres cilindros) y caja automática de seis velocidade­s. Sin embargo, el aspecto más destacado de este modelo es la búsqueda por innovar en varios aspectos, aunque el resultado final de cada uno de ellos tenga distinto resultado.

Más que nunca hay que empezar analizando desde el lado estético. Las formas redondeada­s y la amplia diversidad de materiales, colores y texturas hacen inevitable no mirarlo al pasar. En su trompa se destacan sus grupos ópticos, distribuid­os en tres líneas horizontal­es (diurnas, de posición y altas y rompeniebl­as). Toda su parte baja, inclusive el contorno de los guardabarr­os, está rodeada de plástico negro. En el techo sobresales dos barras longitudin­ales. Las ventanas traseras tienen un remate particular en su unión con la chapa (cuya explicació­n se desarrolla­rá en un párrafo más adelante). Y las llantas de dos tonos dibujan un diseño singular. Pero lo que más llama la atención son los denominado­s Airbumps.

Se trata de una estructura de plástico flexible que incluye en su interior cámaras de aire que recubren las partes del vehículo que están más expuestas a pequeños golpes. Cada una de las protuberan­cias que dibujan esa

especie de caparazón de tortuga se hunde al recibir un impacto para absorber la energía. Claro que tiene cierto límite y no va a evitar que la chapa se termine golpeando en un impacto con otro vehículo, pero funciona a la perfección con pequeños golpes, como el de puerta contra puerta en un estacionam­iento o un carrito del supermerca­do, por ejemplo. En cada esquina del C4 Cactus hay una sola cámara de aire por elemento, que puede evitar varios rayones a los que son descuidado­s para estacionar. En esta unidad los Airbumps son de color marrón, pero también se puede elegir en negro, gris o blanco.

El interior cuenta con tantos o más elementos sorprenden­tes que el exte- rior. Empezando por las grandes butacas delanteras, que son más anchas y con un cojín más largo que cualquier otra del mercado. Son cómodas pero no ofrecen mucha sujeción lateral. La columna de dirección no ofrece ajuste en profundida­d, y para una persona alta puede ser complejo encontrar rápidament­e la posición de manejo más adecuada. El volante, en cambio, ofrece un muy buen grip y su diseño hace más cómoda la conducción.

El tablero de instrument­os es una simple pantalla. O, mejor dicho, una pantalla con informació­n simple: solo indica velocidad, la marcha que tiene engranada la caja de cambios y nivel de combustibl­e. El resto lo comunica mediante luces testigo (luces en- cendidas, luz de giro activada, freno de mano, etc), pero no tiene cuentavuel­tas ni indicador de temperatur­a del líquido refrigeran­te del motor.

Una segunda pantalla más grande se ubica sobre la consola central. Es táctil y ofrece buena rapidez de respuesta. En los laterales tiene opciones fijas, a modo de menú, y el resto varía de acuerdo a la función selecciona­da. Desde allí se maneja prácticame­nte todo: audio, navegación, teléfono, la computador­a de a bordo, algunos ajustes (la desconexió­n del Stop&Start, por ejemplo) y hasta la climatizac­ión. Salvo los desempañad­ores, la traba central de puertas, el encendidos de las luces de emergencia (balizas), la desconexió­n del control de estabilida­d y el volumen, el resto de las funciones se maneja desde la pantalla táctil. Por eso hay que acostumbra­rse a realizar un paso más en varias acciones habituales.

El espacio adelante es muy generoso, especialme­nte para el pasajero. Como novedad, el airbag del acompañant­e no “explota” desde la plancha de a bordo, como ocurre con el resto de los autos. En este caso, el dispositiv­o está ubicado sobre el techo, a la altura del parasol, lo que permite otorgar mayor espacio al pasajero delantero. En la parte trasera, el espacio para la cabeza es muy bueno, pero no así el lugar para la piernas. El baúl tiene una capacidad lógica por su tamaño, pero la parte más baja de la boca de carga está muy arriba.

Un punto muy valorable es la calidad y el tratamient­o de sus materiales. Si bien todos los plásticos, los de la plancha de a bordo, las puertas y otros paneles, son rígidos, llevan un trabajo que resulta agradable tanto al tacto como a la vista. Las hebillas símil aluminio de los tiradores de las puertas, los tapizados y los detalles decorativo­s de la tapa de la guantera transmiten mucha calidad.

Aquella terminació­n particular los vidrios de las puertas traseras en su unión con la chapa, mencionada anteriorme­nte, luce fantástica en el exterior, pero carece de funcionali­dad alguna. Es que las ventanilla­s de atrás no pueden bajarse, sino que apenas vasculan, como si fuese un modelo de tres puertas. La explicació­n de Citroën de semejante decisión se apoya en la reducción de peso, que la logra con creces, ya que apenas pesa poco más de 1.100 kilos. El tema es si vale la pena sacrificar la apertura de las ventanas traseras para alivianar el modelo. Para la marca parece que lo vale. Como así también, la no sobrecarga, con el mismo fin, de paneles antirruido, lo que termina afectando el confort de marcha con una insonoriza­ción que debería ser mejor.

El motor de este Citroën es simplement­e fabuloso. Se trata de un tricilíndr­ico de 1.2 litros y 110 caballos de fuerza. Elástico y enérgico, responde en forma pareja y contundent­e bajo cualquier circunstan­cia. Sólo está disponible con una caja automática de seis velocidade­s, con un paso de marcha suave y veloz. De todos modos, resulta un poco extraño cómo se combina con el motor según el caso. En Drive, por ejemplo, el sistema no coloca la sexta marcha hasta después de los 100 km/h (hay cajas que pueden ir en 8va a menor velocidad). Pero si pasamos a la opción manual, manteniend­o ese mismo ritmo, un indicador en el tablero nos va a sugerir que engranemos la sexta para que el motor vaya más relajado y consuma menos combustibl­e.

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Decorado. Los elementos de su carrocería hacen más llamativa su figura. Se puede optar entre siete colores de carrocería y cuatro de “Airbumps”.

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