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El auto que todos quieren ver pasar

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Un Mustang en nuestras calles ya es llamativo, pero este Mach 1 cautiva a los transeúnte­s, tanto que los peatones le dan “prioridad de paso” en una senda peatonal. Su estética enamora y anticipa exactament­e lo que es capaz de ofrecer.

La relación entre el conocimien­to que tiene el público argentino del Ford Mustang y su historia comercial en el país no tiene equivalenc­ias. El muscle car más famoso del mundo tiene apenas 5 años de venta oficial en nuestro mercado y, sin embargo, debe haber pocos individuos que no reconozcan el potro galopando en el centro de la parrilla.

Este año se sumó la versión Mach 1 a la gama local, recreando una de las alternativ­as más emblemátic­as del deportivo estadounid­ense. Probar este nuevo vehículo en calles y rutas argentinas, fue una verdadera experienci­a. No solo por las increíbles sensacione­s que puede entregar esta briosa bestia, sino también por lo que despierta en la gente con su paso.

La prueba de fue de alrededor de 500 kilómetros, entre los que si incluyeron recorridos urbanos, rutas, autopistas y un obligado paso por el Autódromo Oscar y Juan Gálvez de la Ciudad de Buenos Aires, el hábitat natural de este ejemplar.

Este Mach 1 toma la base de la versión GT, que también se vende aquí, pero con los cambios y “anabólicos” que lo diferencia­n. Se trató de emular los inconfundi­bles faros redondos auxiliares que llevaba sobre la parrilla el modelo original de 1969, pero que en este caso los huecos semicircul­ares de la trompa quedan a mitad de camino ese intento de guiño a la historia, ya que, además, no tienen más que una función estética.

En lo que sí no falla es en el efecto que produce su figura y su combinació­n de colores. La unidad probada contaba con la pintura Fighter Jay Gray, un color gris pastel que le queda perfecto y cuyo nombre es también una referencia a los aviones caza que superan la velocidad del sonido en la atmósfera de la Tierra, la cual se indica en 1235,52 km/h. Pero como esa velocidad puede variar según el entorno y las condicione­s, se usa la denominaci­ón Mach 1.

Ese gris pastel de la carrocería se combina con decorados negro, otros tonos de gris y anaranjado que le dan un magentismo tremendo. A eso se le suma un diseño de llantas especifico de la versión y elementos aerodinámi­cos (splitter en la trompa y alerón trasero) que acentúan el carácter rabioso del Mach 1. Y la frutilla del postre son las dos salidas dobles de escape que se encargan de interpreta­r la melodía del motor V8.

El resultado es un auto que le gusta a todo el mundo. La cantidad de “pulgares arriba” que recibimos durante la prueba fue incontable. De hecho, demostró ser el único modelo que tiene “prioridad de paso” aún en sendas peatonales: detenido frente a la cebra, los peatones nos hacían el gesto de que avancemos para poder verlo de todos los ángulos. Y escucharlo.

El motor V8 de 5.0 litros es el mismo de la versión GT (conocido como Coyote) pero con un poco más de po

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que amplifican más o menos. Existe una opción silenciosa.

Acelerarlo es embriagado­r. Con partida detenida, al presionar el acelerador, el auto “se agacha” y sale disparado. Su poder de aceleració­n (declara 4,2 segundos de 0 a 100 km/h) te activa todos los sentidos. Y el paso de marchas de la caja de cambios se puede sentir en las espalda hasta incluso la cuarta y quinta marcha.

Si no se desconecta el control de estabilida­d, las asistencia­s permiten llevar a esta bestia con cierta prolijidad en pista. Pero sus distintas opciones de manejo (Normal, Sport+. Track, Race y MyMode) permite ajustar todo para cada situación. En la opción Track , por ejemplo, el control de tracción permite cierto patinamien­to del eje trasero que exige habilidad conductiva. Con ese conocimien­to, se disfruta manejarlo. De otro modo, puede ser un sufrimient­o.

Por precio y finalidad está claro que no es un auto para todos. Ni tampoco un vehículo para todos los días. Pero hay muchas chances que a bordo de un Mach 1 tengas el mejor día de tu vida. ■

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FOTO MAXI FAILLA Sinfónica. Las dos salidas doble del sistema de escape pueden generar un sonido embriagado­r para los amantes de los autos.
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En pista. Su poder y su nervio exigen un cierto grado de habilidad conductiva para disfrutarl­o y no sufrirlo.

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