Un auto para tener emociones todos los días
El sonido del escape, la puesta a punto de las suspensiones y la fuerza del motor invitan a no parar de manejar.
Hace un par de décadas (y un poco más también), todo fabricante de autos anhelaba deportividad para sus modelos. Fue así que cualquier tipo de vehículo contaba con algún atributo deportivo: ya sea por su motor, por su diseño, por su tablero de instrumentos, por el estilo de sus llantas o por la “calco” que llevaba al costado y decía “sport”.
Eso fue cambiando con el tiempo y hoy lo que va es parecerse a un SUV. Y por eso casi todos los fabricantes del mundo quieren ofrece un SUV o algo que se le parezca. Es así que el rendimiento deportivo dejó de ser una propiedad valorada para la mayoría y se transformó en una cualidad deseada para unos pocos. Muy pocos. Para esos existe una marca como Abarth.
El modelo 595 Turismo toma la base y el formato del simpático Fiat 500, que en este modelo se transmite con una idea rabiosa, picante y ponzoñosa, con la inequívoca marca del escorpión que identifica a la empresa.
Se trata de una compañía que no tiene mucha tradición en nuestro país. De hecho, son muy pocos los que podrían identificar su logo. Pero generalmente quienes lo hacen conocen perfectamente que no se trata de un modelo común y corriente.
Abarth nació en 1949, en Bolonia, Italia, como un constructor de carrocerías para modelos de competición, especialmente de Ferrari. Pero a principios de los 70, fue adquirida por Fiat y pasó a ser la encargada de la división sport del fabricante italiano.
Pero como su actividad se circunscribía al territorio europeo, su nombre no era muy conocido en estas tierras. Es más, en la última década del siglo pasado, su presencia se diluyó por completo incluso en el Viejo Continente. Hasta 2007, cuando Fiat decidió relanzar Abarth, que más adelante usó el Fiat 500 de base para resumir en él toda su herencia deportiva.
¿Cómo es posible cambiarle esa expresión fresca del 500 y convertirlo en este “enano fortachón” con aspecto desafiante?
Para eso se le agregó “músculo” en la trompa, con una parrilla que parece salirse del contorno original de la carrocería y con tomas de aire más generosas, además de un splitter central en de color rojo.
En las vistas laterales se le dio mayor volumen en los guardabarros para intentar contener las anchas ruedas que van calzadas sobre unas inconfundibles llantas de aleación.
A pesar de ello, el sector trasero es el más llamativo, con un alerón que continúa la línea del techo más dos caños de escape enmarcados dentro de un voluptuoso difusor de aire. Tiene lógica que en un escorpión lo más llamativo sea la cola.
Esta versión 595 Turismo llegó al mercado local en 2017 y ahora vuelve (en realidad nunca se fue, pero las complicaciones para importar hicieron que conseguir una unidad disponible sea una misión casi imposible) con la misma mecánica que venía ofreciendo.
Se trata de un motor naftero de 1.4 litros, la base del mismo propulsor que equipan las versiones racionales del Fiat 500, pero que en este caso lleva un turbocompresor que le da el carácter picante que lo define. Es así que llega a los 165 caballos de fuerza y los 230 Nm de torque.
El propulsor va unido a una caja de cambios manual de 5 velocidades, con una palanca ubicada en una posición más alta respecto de la ubicación habitual en otros modelos, lo que favorece su accionamiento. Sin embargo, los recorridos largos de la selectora reducen ese beneficio.
Con solo girar la llave para poner en marcha el motor se empieza a generar un ronroneo proveniente de los escapes que invitan a empezar a manejar lo antes posible. Si no fuera por ese sonido, hasta las 2.500 rpm no demuestra una diferencias significativas respecto de un Fiat 500, por ejemplo.
Pero es a partir de allí que el turbo comienza a soplar y el empuje que genera lo convierte en un auto picante, nervioso y con el brío que inspira su estética. El indicador de presión del turbo junto al tablero de instrumentos lo ratifica: su indicador de aguja trepa con gran velocidad entre los 0,4 y 1,2 bares a partir de las 3.000 rpm.
Pero todo eso se logra hacer más rápido (incluso las reacciones previas a las 2.500 rpm) si se presiona el botón Sport que está en la consola central. También se endurece la dirección un poco más.
Cada vez que uno se sube al 595 Turismo es un nuevo desafío. Es un auto que por las sensaciones que entrega provoca constantemente al conductor. Por momentos es puro nervio y muestra una agilidad sorprendente. Los recorridos cortos de las suspensiones, su reducida distancia entre ejes y los neumáticos de bajo perfil (205/40 R17) hacen que sobre un asfalto parejo se sienta hasta la más mínima imperfección. El auto va agarrado al suelo.
Por eso también se vuelve un poco saltarín si la superficie no es pareja. Y ahí está otro desafío que propone este auto si se le va a dar un uso cotidiano. No es un vehículo cómodo y cada calle con adoquines que se atraviese será un pequeño suplicio.
Al menos en esta edición 2021 se reemplazaron las extraordinarias butacas Sabelt (con gran sujeción lateral pero poco recomendables para todos los días) por unas más confortables. El resto no ha cambiado nada.
Sigue siendo el mismo auto chico capaz de entregar sensaciones que ningún otro modelo de su categoría puede brindar. No quiere decir que sea el más rápido o el de mayor aceleración, pero sin dudas las emociones se perciben de otra manera en este Abarth 595 Turismo. Y para eso no solo hay que tener el dinero para comprarlo, sino la decisión elegirlas para recibirlas cada vez que uno se pone al volante.w