Clarín - Deportivo

La Década Perdida, o cómo destrozar lo que se hacía bien

Otra despedida adelantada. Argentina no pasa la primera ronda por segundo Mundial consecutiv­o, a poco de cumplirse 10 años del último título en la categoría.

- Adrián Maladesky amaladesky@clarin.com

Tal vez el dolor de ya no ser sea más fuerte que la desilusión de no haber sido nunca. Para los que condujeron y conducen el fútbol nuestro quedará la condena de haber destrozado algo que se hacía bien, demasiado bien quizás para la costumbre de atar todo con alambre y que dejar todo en manos de Dios (argentino él) .

Añoramos lo que tuvimo, deberíamos añorarlo. Equipos que defendían una identidad, que jugaban bien y ganaban, sin trampas, además. La era Pekerman fue tan impecable que no sólo generó cinco títulos mundiales Sub 20 (1995, 1997, 2001, 2005 y 2007) sino que trascendió en una Selección Mayor (la que fue a Alemania en 2006) cuyos integrante­s habían pasado, todos, por los juveniles. No coronó con un título mundial mayor, es cierto. La paciencia es parte de los proyectos. A nosotros no nos sale.

Argentina aún hoy es la Selección más ganadora de la categoría (con seis títulos), pero ese viejo orgullo viene deshilachá­ndose con insólita dedicación. Ahora encadena dos Mundiales seguidos sin poder pasar la primera ronda, ninguna casualidad.

En julio se cumplirán 10 años del último título, en Canadá 2007, adjunto al de Holanda 2005 (con Messi en el equipo). Lo que vino después es la

Década Perdida. Se jugaron cinco Mundiales: para dos de ellos el equipo ni siquiera se clasificó (Egipto 2009 y Turquía 2013), en uno (Colombia 2011) realizó su mejor actuación perdiendo en cuartos de final por penales ante Portugal, y en los últimos dos (Nueva Zelanda 2015 y Corea 2017) no pudo superar la fase de grupos inicial.

De la era Pekerman se pasó a una etapa sin planificac­ión, un retroceso que se parece a un asesinato al futuro. Sin criterio ni rigurosida­d para elegir a los técnicos pasaron (después de Hugo Tocalli, campeón en Canadá) Sergio Batista, Walter Perazzo, Marcelo Trobbiani, Humberto Grondona y ahora, Claudio Ubeda, tras una convocator­ia a presentar proyectos que estuvo más cerca de una parodia que de un concurso de profesiona­les.

También pasaron jugadores como Kranevitte­r, Centurión, Lanzini y Vietto, entre muchos otros, que no pudieron enriquecer­se con la experienci­a de jugar un Mundial, o los Driussi, Correa, Ascacibar, Lautaro Martínez, por nombrar algunos más, que apenas pudieron ilusionars­e con una primera fase.

Aquel equipo campeón en 2007 tuvo de figura y goleador a Sergio Agüero y en el plantel también estuvieron Sergio Romero, Gabriel Mercado, Ever Banega y Angel Di María, todos del elenco estable de la Selección mayor desde hace un tiempo, más Federico Fazio, Alejandro Papu Gómez y Lautaro Acosta, quienes aparecen ahora en el radar de Jorge Sampaoli, el nuevo conductor de la nave.

Al año siguiente, 2008, Argentina ganó su segunda medalla dorada en los Juegos Olímpicos, esta vez en Beijing, con Batista como entrenador y Lionel Messi, Javier Mascherano, Agüero, Romero, Pablo Zabaleta, Ezequiel Garay, Fazio, Di María, Acosta, Ezequiel Lavezzi, más Juan Román Riquelme y Fernando Gago, entre otros, en el plantel. Tampoco es casualidad que los nombres se repitan.

Allí no sólo se detuvieron los logros, también se le puso un freno al desarrollo de jugadores. Sin roce en el primer nivel de la categoría se conspiró contra las posibilida­des de muchos pibes. Queda para un análisis más profundo el nivel de las últimas camadas de futbolista­s argentinos, que tal vez también muestre un deterioro y que nos sacuda sobre una búsqueda equivocada en las inferiores. Desde el caos y el desorden no se puede construir. Desde la falta de memoria tampoco.

Tras aquel 2007 y el oro en Beijing se detuvieron los logros y se frenó el desarrollo de jugadores.

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