San Lorenzo paró a River y además lo llenó de dudas sobre el arco y la delantera
Con un Merlini iluminado y la solidez de Caruzzo, el local sostuvo el triunfo. La lesión de Driussi y un grave error de Batalla en el gol de Paulo Díaz fueron decisivos.
Dos desafíos se le presentaron a River en la tarde del Nuevo Gasómetro. Uno lo conocía de antemano: en caso de ganar, superaba a Boca en la tabla al menos por unas horas, y así le trasladaba toda la presión a Gago y compañía, que más tarde enfrentaban a Independienle te. El otro se le presentó ni bien comenzado el partido: sin Alario (suspendido), Sebastián Driussi tuvo que dejar el campo de juego por una lesión antes de los 25 minutos, por lo que el equipo de Núñez debía buscar esos tres puntos sin su as de espadas y sin su as de bastos. Los retos estaban planteados, pero los de Núñez no estuvieron a la altura: además del bajo nivel en general, pagaron muy caro el grosero error de Augusto Batalla en el segundo gol azulgrana y dejaron pasar una oportunidad de oro en la pelea por el título. Del otro lado, la fiesta fue absoluta: con la victoria, los de Boedo volvieron a meterse en zona de clasificación de Copa Libertadores, y hasta se dan el lujo de hacer cuentas y soñar con más...
A pesar del horario del partido, ninguno de los dos salió a a la cancha con la típica modorra dominguera. Todo lo contrario: el inicio se jugó con los dientes apretados. River, entonado, fue quien se paró mejor, y, con presión, le ganó el mediocampo a su rival. Así, los volantes visitantes tuvieron espacios para jugar, mientras que a San Lorenzo pasó todo lo contrario: acorralado e incómodo en cada centímetro del Nuevo Gasómetro, los azulgranas quedaron resignados a que Merlini -el más lúcido- pudiera salir de la pegajosa marca del rival para generar peligro, algo que casi no sucedió.
Sin ser un vendaval, a River le alcanzaba para ser superior a San Lorenzo. Eso sí, le costaba llegar al arco rival. Claro: Auzqui no es Alario, y el 4-3-3 que dispuso Gallardo, si bien sirvió para complicar a los de enfrente, no se tradujo en chances de peligro. Parecía mejor el visitante, pero en su primera aproximación, San Lorenzo golpeó al mentón: tras un lateral, Belluschi, rápido de pies y de cabeza, envió el centro para que Blandi pusiera el 1-0. La falta de efectividad que los de azulgrana tuvieron a lo largo de este semestre, de repente, quedó de lado, y el local se encontró con una ventaja inesperada. Pero River no se achicó en la desventaja. Mantuvo su plan. Y reaccionó rápido. Al igual que sucedió la fecha pasada, ante Racing, Mussis falló en la mitad de la cancha, y a partir de ahí, con el equipo desordenado, se sucedieron más equivocaciones hasta llegar al desenlace de la jugada: Pity Martínez buscó el arco, pero la pelota pegó en la mano de Angeleri. Penal, que Driussi, con tranquilidad, transformó en gol.
Ni tiempo para festejar tuvo San Lorenzo. Pero, inesperadamente, otro partido estaba por comenzar, uno que ninguno de los dos DT imaginó en la previa. ¿La razón? La lesión de Driussi.
Es que Gallardo hizo ingresar a Alonso, pero nada sería lo mismo. Sin su goleador, River perdió movilidad y, aunque suene ilógico, presencia en el área rival, ya que el uruguayo se desvaneció entre Angeleri y Caruzzo. Parecía que el momento de San Lorenzo había llegado. Pero las limitaciones propias volvieron a jugar en contra: las pinceladas de Belluschi y las intemitencias de Ortigoza no fueron suficientes para doblegar a River, que sin ser el de las últimas fechas era superior. Con más entrega que fútbol, los de Núñez acorralaban a su rival. Pero, otra vez, un error
de Batalla: tras su mala salida, Díaz marcó el 2-1 casi sin quererlo.
Gallardo pateó el tablero: metió a Larrondo, y de repente River pasó a jugar con cuatro delanteros y un doble nueve destinado a cabecear todo lo que le tiraran. Pero la idea quedó en un mero deseo, ya que los centros tardaron en llegar, como si a a los jugadores les costara sacarse el chip de buscar por lo bajo a Driussi y Alario. Del otro lado, Aguirre acertó en los cambios: Mercier, con toda su experiencia, acomodó el medio, y Botta, aún impreciso para definir, le dio un poco de oxígeno.
San Lorenzo festejó a lo grande: terminó el domingo dentro del grupo que clasificaría a la próxima Libertadores. River, en tanto, sufrió uno de esos golpes que pueden ser determinantes: desaprovechó su gran chance, perdió a su goleador por lesión y, con la victoria de Boca, quedó a cuatro puntos de la cima. ¿Habrá lugar para la épica?