Clarín - Deportivo

Un camino al título sin sobresalto­s y una final con récord

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Guillermo Vilas venía de perder en la segunda ronda de Roma y esa derrota sorpresiva para quien a esa altura de 1977 ya había ganado tres de sus 16 títulos de aquella temporada, le permitió llegar a París con el tiempo necesario para preparar hasta el último detalle el asalto a Roland Garros.

Junto a Ion Tiriac eligieron el lugar para entrenarse: La Faisanderi­e. Allí, donde mucho antes de aquel 1977 se cazaban faisanes y hoy es una de las tantas sedes que tiene Stade Francais, el club más importante de París, el marplatens­e se preparó a conciencia desde el mismo día de su arribo a la capital francesa. “No venía con mucha confianza pero un día le metí tres globos con top a Ion en una práctica y me empecé a relajugado­s: jar”, contó Vilas.

Lo demás es historia conocida. Triunfos ante el yugoslavo Zeljko Franulovic -su verdugo de Roma- (61, 6-2 y 6-4), al chileno Belus Prajoux -el único que le sacó un set- (2-6, 6-0, 6-3 y 6-0), al sudafrican­o Bernard Mitton (6-1, 6-4 y 6-2), al estadounid­ense Stan Smith (6-1, 6-2 y 6-1), al polaco Wojtek Fibak (6-4, 6-0 y 6-4) y al mexicano Raúl Ramírez (6-2, 6-0 y 6-3) en las semifinale­s. Faltaba solamente un paso que lo separaba de la gloria. Faltaba apenas el estadounid­ense Brian Gottfried, quien le había ganado ese año las finales de Baltimore y Palm Springs, aunque Vilas lo había superado en la Copa Davis apenas un puñado de semanas antes.

Aquella final todavía tiene el récord de menor cantidad de games sólo fueron 21. Y el gran “culpable” fue el propio Vilas, con esa contundenc­ia abismal reflejada en aquel 6-0, 6-3 y 6-0.

“Dos horas antes de la final sabía la táctica que iba a utilizar: correr, correr y correr. Jugué totalmente perfecto aquel día porque sabía cómo molestarlo”, confesó quien definió el título luego de que una volea de revés de Gottfried se fuera incluso más allá de la “calle” de dobles. “Me fui a dormir pensando en que al otro día tenía que irme al otro torneo y sin haberme dado cuenta de lo que había logrado. Pero a la noche me desperté y me cayó la ficha...” Guillermo Vilas era el campeón de Roland Garros. Había hecho realidad su sueño. La leyenda había empezado.

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