Clarín - Deportivo

Nadal se reinventó, ganó su décimo Roland Garros y agigantó aún más la leyenda

A los 31 años es un tenista más sólido, maduro y con un drive “asesino”. El mejor de la historia en polvo de ladrillo ganó cuatro torneos en 2017 y ya es el 2 del ranking.

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Bestial. De otro mundo. Para alimentar la leyenda. Para ratificar una vez más que se trata del mejor jugador de polvo de ladrillo de la historia. Es el que ya lleva más de una década y media regando con su sudor y su talento todas las canchas del mundo. Es el que se sobrepuso a las molestias de sus rodillas maltrechas -esas que lo obligarán a “convivir con el dolor hasta la hora del retiro”, como aseguran desde hace mucho tiempo en su entorno- y a los vaivenes anímicos que en un momento atravesaro­n al medio su corazón por la separación de sus padres. Pero es un verdadero monstruo del tenis el que acaba de consagrars­e por décima vez en Roland Garros. Rafael Nadal lo hizo. Y lo hizo de nuevo. Con una formidable paliza en la final contra el suizo Stan Wawrinka. Con un poder demoledor que parte de un juego que recuperó toda la confianza.

Tuvo dudas Nadal alguna vez en su carrera. Y flaqueó. Y perdió el número 1 del mundo y también perdió en el torneo que más le gusta ganar. Pero regresó. Y ahora está otra vez a un paso de la cima del ranking aunque, lo más importante para él, es que volvió a levantar esa copa de los Mosquetero­s que no tenía en sus manos desde 2014. Y ahí está Nadal una vez más. En lo más alto del podio de Bois de Boulogne, junto a su tío y formador, el hombre que a los 4 años comenzó a enseñarle todo y hasta lo obligó a ser zurdo para sacar más ventajas deportivas en la cancha. Claro que ahí se acabó el trabajo “sucio” de Toni Nadal. Porque todo lo demás lo puso su sobrino. Y para él es la gloria.

A medida que transcurri­eron las jornadas y los partidos de Roland Garros 2017 una pregunta única fue flotando en el ambiente y varios se la hicieron al propio Nadal y a su tío. ¿Es esta versión la mejor de su vida e incluso superior a la de 2008 cuando tampoco cedió un set en su camino a la final y en el partido decisivo hizo un mamarracho de la figura inmaculada de Roger Federer, al que le permitió ganar apenas cuatro games? Es cierto que el mallorquín sólo perdió 35 juegos -un promedio descomunal de cinco por partido, la segunda menor cantidad de la historia en un Grand Slam detrás de los 32 que entregó Bjorn Borg en Roland Garros 1978- en todo el torneo, pero la respuesta a aquel interrogan­te nunca podría ser una. Porque si bien Nadal ganó de una manera asfixiante desde su debut ante el francés Benoit Paire hasta la final, es imposible saber si sería capaz hoy, ya con 31 años, de encadenar 81 triunfos consecutiv­os en canchas lentas como lo hizo entre 2005 y 2007. Entonces la pregunta debería ser otra, en realidad: ¿fue este Roland Garros el mejor Roland Garros de Nadal? Ahí sí le pelearía de igual a igual a aquel de 2008 en el que ganaba por ímpetu, intensidad y fuerza mental. Pero hoy este Nadal se reinventó y en eso segurament­e mucho tuvo que ver Carlos Moya, quien en diciembre de 2016 se sumó al equipo técnico que además completa Francis Roig luego de que comenzaran las dudas en cuanto al futuro del tío en el banco, quien finalmente se alejará en forma definitiva a fines de la temporada para

tomar las riendas de la academia de Manacor.

¿Y qué ofrece esta nueva versión de Nadal? En lo tenístico, la recuperaci­ón de un drive asesino. “Le añadí un poco más de peso a la punta de la raqueta y así conseguí un poco más de daño con ese golpe; al tener más peso la raqueta sale más rápido y la

pelota corre un poco más”, había avisado a principios de año y cuando ya en París, antes de su primer partido, le preguntaro­n qué era lo mejor de su tenis, dijo: “Mis piernas y mi drive”. Pero también el desgaste físico, la pérdida de la frescura y el paso de los años tenían que compensars­e con otras mejoras. Entonces fue necesario aportar elementos nuevos y hoy es un tenista más maduro y más sólido con caracterís­ticas técnicas de su juego absolutame­nte mejoradas. Y perfectas.

De cara a Nicole Kidman, el rey Juan Carlos y su amigo Pau Gasol entre otras celebridad­es, Nadal obtuvo ayer su 15° Grand Slam y quedó segundo en soledad detrás de Roger Federer en ese rubro. Además se ubicó a sólo un título de igualar a Margaret Court en mayor cantidad de conquistas en un mismo Grand Slam. Demás está decir que hoy volverá a ser el segundo del ranking mundial, que ganó más títulos que nadie en 2017 (cuatro) y que ganó más partidos que nadie también en 2017 (43 victorias con 24 en polvo de ladrillo). Y que además agrandó su paternidad con Wawrinka, a quien superó en 16 de los 19 encuentros que jugaron.

Son números y más números que sirven para hacer crecer el mito. La leyenda es todavía más gigante.

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EFE La única forma de verlo en el piso. Es que Rafa Nadal se tire solo después de ganar Roland Garros.

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