Clarín - Deportivo

El partido no fue partido: Rafa no le dio ninguna chance a Wawrinka

Quebró el saque en el sexto game y desde allí construyó una victoria cómoda y fantástica.

- PARIS. ENVIADO ESPECIAL

Rafael Nadal se abraza a la copa de los Mosquetero­s. Y la besa. Como había ocurrido nueve veces en años anteriores, desde la primera en 2005, cuando tenía apenas 19 años y jugaba por primera vez en Roland Garros.

Rafael Nadal recibe la ovación mientras en una de las tribunas cabeceras superiores del Philippe

Chatrier se despliegan tres banderas que le rinden homenaje a su proeza deportiva y en una de ellas se lee “Bravo Rafa”.

Rafael Nadal se sorprende cuando sube al podio Toni Nadal, su tío y formador, y le entrega una réplica de ese trofeo que tanto quiere pero en tamaño natural; la base dice “Décima Rafael Nadal” y tiene escritos todos los años de su consagraci­ón. Rafael Nadal observa el video que le preparó Roland Garros con el repaso de sus diez títulos. Rafael Nadal no puede dejar de llorar... El partido no fue partido. Fue una crónica de una historia anunciada ese 6-2, 6-3 y 6-1 en apenas dos horas y cinco minutos que comenzó a gestarse desde que Nadal quebró por primera vez el saque del suizo Stan Wawrinka en el sexto game. Ahí el campeón sacó la primera diferencia. Y nunca más la soltó. Y fue entonces construyen­do una victoria fantástica que resultó, además, una de las más cómodas de su decena de títulos aquí en Paris.

Otro quiebre más en el octavo game para ganar el primer set y el tercero en el segundo juego del segundo parcial para quedar un poco más cerca de la gloria. Con un par de denominado­res comunes en casi todos los puntos: cuando Nadal se metió adentro de la cancha con su drive y pegaba uno, dos o tres tiros con ese golpe, al cuarto la pelota ya no volvía; cuando Wawrinka buscó asumir los riesgos para dar vuelta el desarrollo del encuentro, jamás encontró huecos del otro lado; y cuando el campeón se transformó definitiva­mente en un frontón contragolp­eador, su adversario se desmoronó para siempre.

Así llegaron al 5-1 del tercer set. Una corrida larga hacia adelante y un toque profundo al fondo de la cancha le dieron el primer punto de ese game final. Un drive largo de Wawrinka aportó el segundo. Fue de un revés cruzado maravillos­o el tercero. Y una media volea de revés del perdedor que picó en su propio campo le dio el último y decisivo. Para que estallara el corazón del mallorquín en mil pedazos. Para que repitiera el rito de estirar sus 185 centímetro­s de estatura y soltar la raqueta en el polvo de ladrillo que más ama y que representa su casa.

Nadal es Roland Garros. El hombre le ganó al torneo.

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