Clarín - Deportivo

La Selección ya tiene quien la aliente

Ricardo Sendra. El único argentino que juega en la liga de Singapur

- SINGAPUR. ENVIADO ESPECIAL Enrique Gastañaga egastañaga@clarin.com

Del barrio chino a la izquierda, unas seis cuadras. Ahí, justo cuando cruza el río Singapur, a bajar por las escaleras y a caminar por la ribera. Abajo, en el agua, los catamarane­s híper coloridos vienen y van atravesand­o puentecito­s dulces, producidos con flores de todos los colores. De este lado, bares y restaurant­es. Mesas afueras copadas por turistas. La caminata sigue. El Fullerton, el viejo correo, avasalla, mientras adentro Sampaoli, Dybala, Icardi y compañía viven otro día de concentrac­ión en la gira de la Selección. Detrás, se encuentra el objetivo. Sólo hay que rodear el bunker argentino y aparece tal vez el símbolo arquitectó­nico y futurista de esta ciudad-estado. Es el Marina Bay Sands, ese hotel de tres torres que se encuentran unidas por una especie de puente con forma de barco. Todos quieren guardarse una postal. Parece un cuento, como la vida de Ricardo Sendra. Pero es real, también como la historia de este marplatens­e que vino de vacaciones con sus amigos, pero se quedó jugando al fútbol y hoy es el único argentino en la liga de este país.

Es un placer dibujar ese recorrido en cualquier situación, pero mucho más si se comparte con este delantero de 29 años, que se parecía a Guillermo Barros Schelotto y que hoy sostiene su lugar como doble cinco, englobando rasgos de Fernando Gago y de Pablo Pérez, en la mitad de la cancha, pensando, corriendo y tratando de ser vertical. Lo hace en el Geylang, el club de camiseta verde y blanca bajo el mando del único técnico nacido en Singapur que dirige en el campeonato de nueve equipos.

Dejó la zona de La Perla, en Mar del Plata, donde sus amigos lo apodan Oreja, y ahora aquí anda, asombrándo­se con este rincón del mundo que no deja de asombrar. La historia del único argentino que juega en la liga de Singapur empezó hace cinco meses. “Me iba a ir a jugar a Centroamér­ica, a un equipo de República Dominicana. Pero no se definía. Pasó Navidad. Mis amigos estaban acá, de vacaciones, y yo saqué pasaje. Justo mi representa­nte me dijo que tenía que irme a Dominicana. Yo le conté que había comprado el ticket de viaje. Entonces él, a través de un contacto, me consiguió un equipo justo en Singapur. Me probé dos semanas, jugué unos amistosos en Malasia y al volver, firmé contrato. Me había venido sólo con una mochila, ja, ja, ja. Así que me compré ropa y me quedé”.

Atrás quedaron las Inferiores en Newell’s, cuando le decían Comanche (“Porque usaba el pelo largo”, aclara) y conoció al Patón Nahuel Guzmán con quien se contactó para ver si puede visitar el hotel de Argentina o un entrenamie­nto. Después, el retorno a Mar del Plata “por inmaduro”, según él mismo dice. Federal B con Alvarado, una etapa sin jugar y dedicada al estudio de Educación Física, sólo el fútbol en la liga local. Luego, un llamado de Sarmiento de Ayacucho con muchos goles. Saltó a Kimberley con más gritos. De nuevo, Alvarado, ahora para el Federal A. El último destino, América de Pirán. Y enseguida este guiño del destino para terminar en Singapur...

Soltero, vive junto con un compañero costarrice­nse, a unos 20 minutos en subte del sitio en el que posa para Clarín. En este país joven, independiz­ado hace apenas medio siglo, Sendra le va ganando al idioma. Aunque le cuesta hacerse entender, comprende el inglés, una de las cuatro lenguas que se habla junto al malayo, el mandarín y el tamil. “Me da un poco de vergüenza hablar. Me falta vocabulari­o”, aclara.

Enseguida recorre las escenas más insólitas que ha vivido en un país apenas de 640 kilómetros cuadrados y de 6 millones de habitantes, donde se aplica la pena de muerte (por consumo y tráfico de drogas, por ejemplo) y las prohibicio­nes se repiten en diversas situacione­s. Se castiga casi todo con multas: mascar chicle, tirar basura en el piso, lanzar colillas de cigarrillo, cruzar la calle en forma incorrecta, abrazar en público... “Todo el tiempo me encuentro con cosas raras”, puntualiza. Y engancha: “No se puede andar con el torso desnudo por la calle. Tampoco podés tomar nada en el metro. Un día voy a subir con mi juguito de naranja. Y stop… No me dejaban entrar”. Más: “Hay multas por todo. No se puede tomar alcohol en la calle, salvo en algún lugar específico, pero tampoco son tan estrictos como muchos escriben en Internet. Si se dan cuenta de que no sabés, te perdonan, en especial a los extranjero­s”.

Justo en esta época, Sendra atraviesa la experienci­a del Ramadán, que en este 2017 abarca del 26 de mayo al 24 de junio y se distingue por la abstinenci­a: “Comen y beben dos veces al día, a las cinco y media de la mañana y a las siete y media de la tarde. Por eso en este mes entrena- mos más tranquilos. En el vestuario ponen como una especie de pareo de colores en el piso, se arrodillan y rezan”.

A divertirse sale con amigos y confiesa que ha conocido a muchas chicas, pero “me cuesta conectar con las asiáticas. Son muy distintas. Por suerte, acá hay latinos. Argentinos son como 300. También hay venezolano­s, colombiano­s, ecuatorian­os... Ya armé varios grupos”. -Si un futbolista argentino te pregunta si vale la pena venir a jugar a Singapur, ¿qué decís? -Que se venga porque en Singapur se vive muy bien. Vos cruzás acá nomás, a Malasia, vas a Tailandia y ahí ves pobreza. Acá no. Yo jamás vi a alguien durmiendo en la calle o pidiendo en un semáforo. Esto es una burbuja.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI Local. Ricky posa con el Marina Bay Sands, uno de los símbolos futuristas de este rincón del mundo, detrás.
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Acción. Llegó hace cinco meses a Singapur y disfruta de la experienci­a.

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