Los hinchas están felices
Ajeno a la polémica Tevez-Riquelme, Boca se plantó en Mar del Plata como un aspirante serio al título. Anotaron Pavón, Centurión, Gago (penal) y Silva. La gente, que llenó dos tribunas, se fue cantando “que de la mano de los Mellizos...”. El miércoles en
Boca está feliz. En Mar del Plata, y con más de diez mil almas con el corazón azul y amarillo que se disfrazaron de neutrales, el equipo de Guillermo Barros Schelotto empezó a ensayar la vuelta olímpica con la que sueña desde hace tiempo. Después de otra semana con turbulencias dialécticas, se paró firme, aplastó a Aldosivi, pegó otro golpe fuerte sobre la mesa en esta recta final, mostró carácter de lider del torneo, se reencontró con ese equipo goleador y ahora va a Bahía Blanca (juega el miércoles pero puede festejar el martes si se dan otros resultados) con el objetivo de ganar para sumarle otra estrella a en esa galaxia que tiene el club en su escudo. La gente que pagó una fortuna por una entrada se fue del gélido José María Minella cantando que de la mano de los Mellizos todos la vuelta van a dar porque vieron a un equipo que entendió que las finales había que jugarlas como lo hizo ayer. Y ya se aseguró un lugar en la Libertadores 2018.
Boca primero lo ganó y después lo jugó. Y que valga el juego de palabras. Porque hasta que Pavón hizo ese golazo con su sello (el remate desde larga distancia) le había costado hilvanar conexiones entre las líneas pese a que, como casi siempre en este equipo diseñado para lastimar, habia tenido sus oportunidades. Y tras ese festejo contenido que dejó disfónico a más de uno de los valientes que se bancaron el frío en la platea descubierta, el puntero no dejó dudas. El premio al retornado Centurión (le pegaron como para darle una nueva bienvenida y no tuvo la mejor de sus noches) fue ese gol que le obsequió Vega pero que se ganó por insistir en una presión elevada. También fue un mimo anímico para alguien que pasó demasiado tiempo fuera de las canchas y demasiado en los canales que no tienen que ver con el fútbol.
Boca, como ante Independiente en la fecha pasada, destruyó cuando pudo y se sostuvo desde el pie de Pablo Pérez y fundamentalmente de Gago, capitán y líder que entendió los momentos de un partido clave. Ambos, claro, cubieros a sus espaldas con ese incansable morocho Wilmar Barrios que, pese a caminar raro, pisa fuerte en la mitad de la cancha.
Lo de Aldosivi, que venía invicto ante tres de los poderosos (San Lorenzo, Independente y Racing), se limitó al corazón de Luguercio, al te- són de Brum y poco más. Porque no supo cómo y porque Boca tampoco le dejó alternativas: otra vez Jara y Silva -más allá de su gol y su gran partido-mostraron que no ofrecen tantas soluciones ofensivas pero que en su rol defensivo es difícil que los sorprendan. Primero marcan y luego atacan, como cuenta el ABC del puesto que ocupan. Y al cabo, eso necesitaba este puntero que por momentos mostró una mandíbula floja pero que halló en el final del torneo una defensa nueva que a puro grito e indicación jugó otra vez concentrada los 90 minutos y se fue con el arco en cero.
A los de Barros Schelotto les quedó largo (el DT insistió en despertar a los suyos en el comienzo del complemento) el partido porque estaba resuelto mucho antes de ese penal que Gago le pidió a Benedetto para patear. Allí sólo quedó lugar para que Bentancur, recién llegado desde Corea del Sur, vuelva a jugar un ratito, para que Bou intente reencontrarse con la red, para que Silva le metiese un zurdazo furioso a la goleada y para que los hinchas disfrutaran, por fin, de una victoria a lo campeón, con vals en las tribunas.
Pasó la primera de las tres finales y Boca la ganó con su ADN asesino. Pero “hay que ganar un partido más”, avisó el DT. Y es así. Queda un último paso para este Boca que lleva 15 fechas en lo más alto de la tabla pueda festejar de verdad. De Mar del Plata se fue feliz. Como para que a Román y a Tevez, dos bosteros de ley, se les dibuje una sonrisa en la cara.