Los Pumas tuvieron todo para tomarse revancha, pero Inglaterra fue demasiado
En la cancha de Colón, 30 mil personas vieron un duelo parejo hasta el 25 iguales. Allí apareció la jerarquía del campeón del Seis Naciones para repetir lo de San Juan.
Revancha. Esta era la palabra que sobrevolaba el aire santafesino como un drone con baterías eternas. El término se mencionaba con los dientes apretados, tras la derrota en los minutos finales el fin de semana pasado contra Inglaterra. Era la oportunidad. Pero fue
sólo eso. Una chance que el equipo argentino sostuvo durante 60 minutos, porque los 20 restantes quedaron para que los europeos plasmaran su jerarde salentador
quía, pese a no llegar con todos sus titulares a disputar estos partidos y a no mostrar un rugby extraordinario.
En la previa se presentaban algunos interrogantes sobre Los Pumas: ¿Podrían repetir lo bueno que habían hecho en San Juan? ¿Corregirían los errores? Pero también surgía otra inquietud. ¿Los ingleses tolerarían ser sometidos otra vez durante buena parte de los 80 minutos como en tierras cuyanas? Las esquirlas del 34-38 a favor de la visita aún repicaban en los talones de los jugadores y también en las casi 30 mil personas que coparon el estadio de Colón. Lo cierto es que empezó con un tropezón. La destreza de los ingleses a la salida de su formación favorita (el line out) les vaque lió un try bajo los palos. Pero la reacción fue inmediata: Joaquín Tuculet perforó la defensa y apoyó. Un try con su sello levantando la guinda por encima de los hombros y lejos del cuerpo rival, giro y apoyo.
Desde entonces, se niveló el resultado. Y el juego. Los aperturas ( Sánchez en Argentina, Ford en los ingleses) repartieron puntos a los palos y la paridad se sostenía. Cada ataque se reflejaba en el tanteador. Y en 13 iguales, en una situación de ataque de Los Pumas (kick cruzado de Sánchez), se elevó por los aires un verdadero crack que cada vez que apareció desniveló: Mike Brown. El fullback tomó la pelota en su campo, cambió de paso y corrió toda la cancha para termine apoyando Piers Francis.
Las estadísticas daban a los argentinos con mayor tenencia, pero faltaba profundidad. Y a los ingleses esto no parecía preocuparles.
El segundo tiempo se presentaba
para el seleccionado local. Cinco puntos abajo y con el equipo de Eddie Jones cada vez más práctico. Fue el momento de un duro cruce cara a cara entre Lavanini y Francis (40 kilos y 12 centímetros a favor del local). Ese duelo pareció encender el rugby: a los pocos minutos, Pablo Matera obstruyó un kick de Pier Francis y, como un carrilero del fútbol con buen pie, se llevó la ovalada con habilidad y anotó. Tomaba temperatura el test match y la esperanza de tomarse revancha parecía visible. Además, el local demostraba que era capaz de capitalizar un error ajeno.
Sin embargo, aquella tenencia no evidenciaba superioridad y quedaban expuestas las fallas en el manejo. Esta situación no podría haber quedado tan manifiesta como con el reverse pass que intentó Jerónimo De La Fuente (en un contraataque prometedor), que terminó con un try de Danny Care. Rápido, el centro rosarino se reivindicó para que su coterraneo Emiliano Bofelli, anotara.
Veinticinco iguales. Hasta allí hubo partido. No más. Los europeos sintieron que era el momento de mostrar algo de lo que son: pusieron la practicidad y los laureles (segundo mejor equipo del mundo, bicampeón del Seis Naciones) y la balanza se desniveló. Tras un line out, el maul avanzó diez metros hasta el try. Y relució la experiencia y sus virtudes George Ford, con una conversión de un ángulo difícil y, luego, con un gran drop.
La ventana de junio se cierra en Jujuy, el sábado, ante Georgia, y por ahora el saldo es negativo. En Los Pumas, pese a momentos de buen rugby, sobrevuela la incertidumbre.