Clarín - Deportivo

La madurez como carta de triunfo

Diego Schwartzma­n. Tenista

- María Kexel

Una derrota inexorable; esa famosa y temida "bicicleta". Fue el 5 de abril de 2016 en el Abierto de Houston. "El peor momento de mi carrera", dice el propio Diego Schwartzma­n. Ese 6-0 y 60 ante el chipriota Marcos Baghdatis, además de quedar para la estadístic­a, sembró el puntapié del click, más mental que de juego, que el bonaerense hizo el último año.

Dudó mucho Peque tras la dura derrota: varios allegados y su entrenador en aquel entonces, Hernán Gumy, le recomendar­on que volviese a Buenos Aires para "renovarse y comenzar de nuevo". Otros le aconsejaba­n que siguiera, a pesar de todo. Veintiséis días más tarde obtuvo su primer título ATP en Estambul tras vencer al búlgaro Grigor Dimitrov, que además de perder la final perdió cuatro raquetas por la impotencia. Hoy, Diego Schwartzma­n le dice a

Clarín: "Hay que saber escucharse a uno mismo, sobre todo en los momentos malos”.

Maduro. Reflexivo. Inteligent­e. Sin dejar de ser el que bromea siempre en el grupo, como él mismo se define, el actual 36° del ranking mundial afirma: "Recién tengo 24, pero los años me hicieron crecer mucho. Ahora soy más fuerte mentalment­e. Mejoré y me acostumbré a la idea de querer ser mejor jugador todos los días. Puedo diferencia­r qué cosas me convienen y cuáles no; y entendí que todas las semanas tengo que estar al cien por ciento, y si no estoy, es preferible descansar y no ir a jugar por jugar.

La actuación de Schwartzma­n en el último Roland Garros es un fiel reflejo de la regularida­d y constancia que cosechó. Fue derrota ante Novak Djokovic en tercera ronda del segundo Grand Slam del año por 7-5, 3-6, 6-3, 1-6 y 1-6. “De esa derrota no me voy a olvidar nunca más", admite hoy, y sostiene: "Las sensacione­s fueron increíbles. Ahora que pasaron los días me doy cuenta del gran partido que tuve. Irme ovacionado y aplaudido, con el reconocimi­ento de Djokovic y de todos, hizo que para lo que viene me ponga objetivos y expectativ­as mayores".

"No fue fácil. En el momento me quedó bronca porque podría haber ganado. Apenas terminé me carcomía la cabeza. Vi los puntos que perdí y se hizo difícil porque estuve muy cerca de lograrlo", desliza. Que no le dé igual perder con el número dos del mundo es un signo del crecimient­o del bonaerense, que ahora vive el mejor momento de su carrera. Dice que es producto de la regularida­d y de que logró mantenerse en buen nivel durante mucho tiempo. "Antes quizás tenía momentos de gran tenis, pero era en algunas semanas sí y en otras no. Y eso me hacía muy irregular. Hoy, cuando compito lo hago bien y eso me da tranquilid­ad para preparar cada partido nuevo", explica.

-¿Cuánto tuvo que ver la figura de tu entrenador, Juan Ignacio Chela?

-Me ayudó muchísimo. Él en su carrera nunca tuvo la naturalida­d para jugar al tenis que quizás tuvieron otros, y llegó a estar muy arriba en el ránking porque supo aprovechar sus armas. Trata de inculcarme eso y sobre todo el trabajo para lograr que esté en mi máximo nivel cada semana. Es una persona muy tranquila que se enfoca en el laburo y cuando eso termina le gusta divertirse. Nos estamos llevando muy bien.

En el circuito, su "padre tenístico" es David Ferrer. Desde que se hizo profesiona­l, en 2010, entabló una linda relación con el español que físicament­e siempre tuvo las mismas limitacion­es que él y lo aconseja cada vez que tiene oportunida­d. La afinidad casi fraternal de argentinos y españoles no es una novedad: entre el Masters 1000 de Roma y Roland Garros, Schwartzma­n se entrenó con Rafael Nadal. "Siempre los voy a seguir mirando con admiración porque no puedo entender las locuras que hacen adentro de la cancha -dice de los grandes-, pero me di cuenta de que son normales, con las mismas insegurida­des que yo. Antes los veía como extraterre­stres, pero después los conocés mejor y son más terrenales", confiesa con un dejo de admiración que se filtra en su voz al asimilar que ya es un jugador de elite.

Sabe Diego Schwartzma­n que le queda mucho camino por recorrer. Admite que existe una gran diferencia entre los que encabezan la cúpula del ránking y el resto. Pero en su arrebato de rebeldía juvenil se anima a pensar que puede ganarle a cualquiera. "Convicción, arriesgar en los momentos justos y no dudar. Ellos no dudan aunque estén en un mal momento, y si te pueden pisar, te pisan". Simple , sencillo y claro, Schwartzma­n lo entiende, aunque en el rectángulo la cabeza juega su propio partido. "Cuando enfrento a monstruos a veces me pasa que me olvido quién está enfrente, pero me acuerdo cuando me doy cuenta que le estoy ganando".

Se juega como se vive, es su frase predilecta. Será por eso que su simpatía y esa determinac­ión para hacer historia adentro de la cancha, hacen que viva tiempos felices.

“Recién tengo 24, pero los años me hicieron crecer. Ahora soy más fuerte mentalment­e. Me acostumbré a la idea de querer ser mejor jugador todos los días”.

 ?? RUBEN DIGILIO ?? En jaque. “Ahora me doy cuenta del gran partido que tuve”, dice el Peque sobre su caída ante Djokovic en Roland Garros.
RUBEN DIGILIO En jaque. “Ahora me doy cuenta del gran partido que tuve”, dice el Peque sobre su caída ante Djokovic en Roland Garros.

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