Clarín - Deportivo

Entre las incógnitas y la esperanza

Juan Martín Del Potro. Listo para la aventura de Wimbledon

- Mauricio Codocea mcodocea@clarin.com

Ese verde tiene una magia particular. Por eso vale la pena cualquier esfuerzo, y por eso se piensa dos veces antes de decirle que no. Wimbledon es sinónimo de tenis, segurament­e más que cualquier otro lugar. Es el paraíso de la pelotita fluorescen­te en el que conviven la tradición, la modernidad y los grandes sueños. Entonces, no sorprende que los jugadores privilegie­n este certamen, el más mítico de los Grand Slams. No tiene que ver con preferenci­as de superficie. Incluso para aquellos a los que no les simpatiza la velocidad del césped, este certamen va más allá. Para Juan Martín Del Potro no es el caso: él es un hombre de canchas rápidas. Pero, se dijo, el desplazami­ento de la pelota es lo de menos: lo que significa el torneo que se desarrolla en el All England es lo que cuenta. Por eso, el tandilense casi que cierra los ojos cuando viaja en el tiempo a sus inicios y a los primeros pasos en el campeonato que es leyenda: “El otro día caminé por la pista en la que jugué mi primer partido acá, con Sanguinett­i, y cuando me dijeron que habían pasado diez años me sorprendió. Tanto tiempo, seguir acá y volver a este torneo...”. El esfuerzo, para Delpo, tiene que ver con lo físico. “Estoy... creo que justo”, reconoció el argentino a horas de su debut (será el martes, ante el australian­o Thanasi Kokkinakis). Por eso, detrás de la esperanza se esconden las incógnitas, aunque la mejor raqueta argentina aclare rápidament­e: “Siento algo que me molesta un poco, pero puedo manejar el dolor y estoy con mi fisio haciendo tratamient­o todos los días. No arriesgo nada jugando”.

“Me tuve que saltear torneos por el problema que tengo, lo mismo que me pasó en Roland Garros. Es feo saltearme torneos como el de Queen’s, que me hacía ilusión, pero cuando surgen estas cosas hay que tomar decisiones”, reconoció Del Potro. Las molestias en el pubis, que lo complicaro­n en el Grand Slam francés y que lo obligaron a no jugar las últimas semanas (además del certamen que menciona, también se bajó de Hertogenbo­sch), lo depositaro­n en Wimbledon sin preparació­n previa en césped.

El número 32 del mundo lo explicó en Londres: “El problema lo sigo teniendo: no hay nada mágico que haga que algo importante se convierta en nada, pero la diferencia es que tras jugar Roland Garros, en vez de jugar los torneos de hierba, paré y me hice todos los chequeos necesarios. Eso te lleva tiempo y el circuito sigue”. Y agregó, como un cierto lamento: “Por eso me fui bajando de los torneos. Sigo un tratamient­o para mi lesión. Sé que cuando se termine acá, vuelvo a casa. Como adaptación, venir a un Grand Slam de una no es lo mejor, sobre todo en esta superficie que cuesta, pero es lo que me está tocando. En estos últimos meses tuve que reprograma­r todo mi calendario y jugar donde podía o donde me sentía contento. Ojalá pueda terminar este torneo y luego pensar en Estados Unidos. Son giras que me gustan y donde quiero cumplir con lo que quiero”.

La inflamació­n en el pubis fue un contratiem­po inesperado para el argentino, que este año hizo su primera pretempora­da fuerte en mucho tiempo (incluso faltó al Abierto de Australia para intensific­ar la preparació­n). Le ocurrió justo en el momento en que llegaba al medel jor ránking y podía empezar a esquivar a los rivales más incómodos, algo contra lo que había tenido que luchar en el arranque de la temporada. De hecho, por tener puestos bajos, le tocó jugar con los mejores muy pronto en los torneos más valiosos y, de esa manera, nunca pudo terminar de agarrar ritmo. Apenas jugó 20 partidos en el año, poquísimo si se los compara con los 49 que lleva disputados en 2017 Rafael Nadal. El manacorí, que también venía de una lesión (se perdió la segunda mitad de la temporada 2016), pudo tener continuida­d y hoy está de nuevo entre los cuatro mejores.

Más allá de todo, Del Potro, como siempre, encuentra una mirada positiva. No se espera menos de alguien que ganó tantas batallas contra su propio cuerpo y renació de las cenizas deportivas en más de una ocasión. Por eso, la satisfacci­ón al hablar de lo que será jugar en el décimo aniversari­o de su debut en la Catedral tenis. “Al principio me parecía tan difícil de jugar y después tuve resultados espectacul­ares... Fue un cambio y un proceso muy importante en mi carrera y diez años después vuelvo a jugar un torneo tan especial”, rememoró el de Tandil. Su presencia en Wimbledon no es demasiado amplia pero sin dudas es significat­iva. Jugó 23 partidos en el torneo, con 16 triunfos y 7 derrotas, y alcanzó las semifinale­s en 2013 (cayó en cinco sets con Novak Djokovic). Además, en el mismo escenario se llevó la primera de sus medallas olímpicas, en los Juegos de 2012, cuando venció al serbio por el bronce.

Por sus recuerdos es valioso participar de este certamen, pero también por aquella cuestión de comodidad con la superficie, algo fuera de lo común para los nacidos en su tierra. “Ya juego mejor en una superficie que para los argentinos quizás es la más complicada. Poco a poco le fui dando más interés al pasto -comentó Del Potro-. También con Franco (Davin, su ex entrenador) creíamos que mi juego se podía adaptar bien y le dedicamos más tiempo en los entrenamie­ntos, hacíamos giras más largas. Fue una gran decisión y hoy es donde mejor me siento para jugar después de las canchas rápidas”. Por eso, aunque haya incógnitas, hay esperanzas.

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EFE Allá voy. Delpo en un entrenamie­nto en el césped del All England. “Venir a un Grand Slam sin adaptación no es lo mejor”, dijo.

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