Clarín - Deportivo

Los Espartanos, un ejemplo de que el deporte también libera

Clarín compartió un día con los internos que se entrenan y juegan como una forma de escaparle al encierro.

- María Kexel mkexel@clarin.com Enzo La Gamba elagamba@clarin.com

Es un día gris, frío, inestable y con una llovizna insuficien­te como para abrir un paraguas pero suficiente como para resguardar­se debajo de una capucha. El auto atraviesa una, dos, tres barreras de seguridad. Un cartel con alguna letra de menos avisa: “Servicio Penitencia­rio de la Unidad 46”. Más adelante, la 47. Sin saber bien dónde, sin saber con qué van a encontrars­e, los cronistas, el fotógrafo y el camarógraf­o de Clarín se dirigen en auto a la Unidad Penitencia­ria 48 de José León Suárez, en el partido de San Martín. Lo que sí saben es con quiénes se van a encontrar.

Eduardo Oderigo jugó al rugby en San Isidro Club y es abogado penalista. De esos que meten a los malos entre las rejas. En 2009, un amigo le insistía para conocer una prisión y Coco lo llevó al penal. Cuando cruzó por primera vez la puerta que, sin saberlo, iba a atravesar todos los martes a las 9 durante los siguientes años, no le gustó lo que vio. Pensó que podía hacer algo. E hizo algo innovador: forjó a Los Espartanos.

Entre las paredes del penal está el Pabellón 8, exclusivo para ese invento “mágico” o “desorbitad­o”, como muchos le decían a Oderigo cuando gestó un equipo de rugby formado por presos. “¿De verdad pensás que tiene algo de positivo enseñarles rugby, un deporte ultraviole­nto, a personas ultraviole­ntas? Es como echarle nafta al fuego”, arremetió el director del penal hace 8 años. Pero Coco llegó con una pelota -la “guinda”- para enseñarles a jugar al rugby a unos internos. A ese primer entrenamie­nto asistieron diez. Casi todos drogados.

La Unidad 48 se parece más a la de “Prison Break”, para los fanáticos de Netflix, y a las de “Alcatraz”, “Sueños de libertad” o “Expreso de medianoche”, para el amante del cine. No tanto a lo que mostraron series como “El Marginal” o “Tumberos”. El agente penitencia­rio abre varias rejas de pintura gastada y ruidosos engranajes, producto del crujido de los candados oxidados. Una tras otra. Hasta que saluda y termina el recorrido uno de Los Espartanos, que avisa: “Hoy no puedo entrenarme porque estoy mal de la pierna y hago un trotecito nomás. Soy medio scrum, pero ahora estoy jugando de wing”. Es mañana de entrenamie­nto y hay 106 internos. Hay 106 Espartanos.

Los reclusos se entrenan bajo una lluvia intermiten­te, divididos en tres grupos. Están los que trotan alrededor de la cancha y los que hacen ejercicios de pesas en la zona del ingoal. Para todos, es un oasis en el desierto. A los cinco minutos de mirar a los ojos a gente que miró otras realidades durante su vida, la sensación de estar en una cárcel se desvanece: se respira libertad y no encierro.

Roberto Alejandro “Pupi” Sandalie está preso desde 2008 por robo a mano armada y suma antecedent­es penales por el mismo delito. Le falta un año y medio para cumplir su condena y forma parte de Espartanos desde 2013. “¡Eu, acá no se fuma, cuidémonos las cosas, loco!”, interrumpe su relato mientras con un mate en la mano les da indicacion­es a un par de internos que “rompían” los códigos del equipo. Y sintetiza: “Jugar al rugby me limpió el alma, me cambió la cabeza y me sanó el corazón. Antes dormía con la 9 milímetros bajo la almohada. Hoy me siento buena persona y se lo debo a esto”.

Reglas son reglas: en la cancha no se fuma; en la cancha se entrena. En el pabellón, nadie se droga… en lo posible. Coco Oderigo dice: “Nadie los obliga a nada, ellos mismos se ponen los códigos y saben que si vienen drogados, no pueden entrenarse”. Vuelven a ser felices por un rato. Quizás por eso cuiden y valoren lo que ahora es suyo.

Gabriel Márquez Ramírez es Capi, el capitán elegido por los integrante­s. Cuando le preguntan por qué está preso, explica: “Me crié en una villa que estaba rodeada de delincuenc­ia y lo único que aprendí fue eso. Entré por un robo en el que hubo personas heridas. El rugby me cambió en un montón de cosas. Antes era malo y no me importaban las personas. Siempre pensaba solamente en mí y con esto y la responsabi­lidad de ser el capitán, empecé a compartir y a pensar en los demás”.

-¿Qué es Espartanos?

-Es todo. “Esparta” ayuda mucho. Sabemos que estamos presos, pero la idea es que seamos mejores personas todos los días. Perdimos años de nuestras vidas sin nuestras familias y eso no se recupera más, pero con el rugby cambiamos la manera de pensar y le queremos demostrar a la so- ciedad que somos mejores personas.

A Lucas Ariel Roldán Correa le dicen “El Narigón” y cumple reclusión perpetua. Estará 27 años en prisión y hace nueve que vive entre las mismas paredes. “Antes estaba atrapado en la cárcel, pero todo eso cambió”, dice. Cada tres meses, con fuerte custodia, Los Espartanos salen a jugar partidos amistosos con combinados de clubes de Buenos Aires. “Volver a ser feliz por un rato. Volver a sentir”,

“Jugar al rugby me sanó el corazón, me limpió el alma y me cambió la cabeza”, dice “Pupi”. En una salida para jugar en CUBA, “El Narigón” volvió a ver a su hija después de cuatro años.

piensan durante las tres horas que dura la aventura.

El primera línea Roldán ya salió cuatro veces. Es su incentivo. Es que en su segunda salida, en noviembre pasado, volvió a ver a su hija después de cuatro años. “La disfruté tanto. De verdad me sentí feliz. Desde que bajé del camión hasta la cancha de CUBA,

me olvidé de que estaba preso”. Los valores que rescata del rugby son la humildad, el compañeris­mo y el pedir perdón. Y dice que se acuerda que de chiquito los tenía. “En el arte de caer, lo importante no es caer, sino no permanecer caídos”, les dijo el Papa Francisco a los 10 ex Espartanos a los que el Pontífice llamó e invitó a Roma para bendecir sus historias. Todos salieron de la Unidad 48 y aseguran que por haber conocido el rugby en la cárcel, o quizás los valores que el deporte les dejó, hoy tienen trabajo, una ocupación y viven con tranquilid­ad. La frase de Francisco cala tan hondo que ahora un recluso la lleva en la espalda.

Las estadístic­as acompañan al proyecto. Según datos del Servicio Penitencia­rio Bonaerense, que pertenece al Ministerio de Justicia, fueron alrededor de 500 los internos que pasaron por Espartanos. Según Oderigo, de 100 que recuperaro­n la libertad porque cumplieron su condena, 47 trabajan en blanco y apenas 6 reincidier­on. La contracara con la población carcelaria es evidente, ya que según la Universida­d de Tres de Febrero, reincide el 67,5 por ciento de quienes quedan en libertad y la mitad lo hace durante el primer año. “¡Grande, Pupi!”, grita un interno cuando pasa al lado de Sandalie. Alejandro le levanta el pulgar y suelta: “Ese fue el que me quemó la cara con agua hirviendo por unas zapatillas. Hoy juega conmigo al rugby. En otro momento, te puedo asegurar que uno de los dos terminaba muerto”. El horizonte para Pupi es totalmente diferente respecto al que tuvo las anteriores veces que salió de la prisión. Ahora tiene un futuro laboral asegurado: “Voy a entrenar a un equipo de rugby que se llama Los Pumpas, formado por chicos Down y con capacidade­s diferentes. Va a ser de las cosas más lindas que me va a pasar en la vida, ya que tengo una hija de tres años que tiene Síndrome de Down”.

Lo normal en la cárcel es que alguien que “cae de garrón” salga con armas para robar. Que quien comete un hecho aislado, se convierta en un ferviente delincuent­e. Que quien mata, siga matando. Y que el rencor y la bronca se incorporen. Espartanos permite ese ratito de libertad, ese instante de adrenalina que cada interno acaricia cuando abraza bien fuerte una pelota de rugby entre los muros de la Unidad 48.

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FOTOS DE RUBÉN DIGILIO Sonrisas en el “Coliseo”. En la flamante cancha de césped sintético, parte de Los Espartanos de la Unidad 48 posan haciendo la “E” de su equipo con sus manos.
 ??  ?? En acción. Para Los Espartanos, el rugby es un oasis en el desierto y les permite sentir libertad en el encierro.
En acción. Para Los Espartanos, el rugby es un oasis en el desierto y les permite sentir libertad en el encierro.
 ??  ?? Trío. Roldán Correa, “Pupi” Sandalie y el capitán Márquez Ramírez.
Trío. Roldán Correa, “Pupi” Sandalie y el capitán Márquez Ramírez.
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Reglas claras. Un código es que en el entrenamie­nto nadie fuma.

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