Clarín - Deportivo

En el año previo a su Mundial, Rusia tiró la casa por la ventana

Estadios remozados, llegada de extranjero­s y equipos fuertes para competir en Europa como antesala de 2018

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Hubo un tiempo en el que Rusia era la cara más visible de la Unión Soviética. Así como resultaba un gigante en términos geográfico­s y militares, también lo era en el ámbito del deporte. Incluso en el fútbol, territorio de otros selecciona­do dominantes, El Ejército Rojo -como lo decía al equipo nacional- era protagonis­ta frecuente de las grandes citas. En aquellos años, fue campeón de Europa (en 1960), ganó dos medallas de oro olímpicas (en 1956 y en 1988) y accedió a las semifinale­s de la Copa del Mundo (en 1966). De su Liga, poco o nada se conocía. Apenas lo que se veía al momento de las copas continenta­les. En ese rubro, se destacaron los ucranianos del Dinamo Kiev y los georgianos del Dínamo Tbilisi, vencedores de la desapareci­da Recopa. Con el desmembram­iento de la Unión Soviética, asomó como dominante de la región la Liga de Rusia. La primera temporada de su ahora visible Premier League se

disputó en 1992. Y desde 2001 lleva el actual formato de julio a mayo, con 16 equipos (dos clasificad­os a la Champions; dos a la Europa League más el campeón de la Copa; dos a la Promoción; y dos directo al descenso).

El rasgo saliente del fútbol en esta tierra ya no es el misterio. Tampoco la capacidad competitiv­a de su selecciona­do. El torneo local es, a esta altura, una de los de mayor crecimient­o en la última década. De acuerdo con el coeficient­e UEFA (se confeccion­a con los resultados de los equipos de cada país en las competicio­nes europeas), es la sexta Liga más importante. Quieren que se sume al Top 5. Deberá desplazar a la Ligue 1, de Francia. Lo buscó y lo busca de la manera dominante en el fútbol de este tiempo: con dinero, con muchísimos euros. Ahora, además, hay otro impulso: la temporada 17/18 que acaba de comenzar será la antesala de la primera Copa del Mundo organizada por el más grande de los países.

Como sucedió en Brasil en las dos campañas previas al último Mundial, Rusia quiere reforzar su competició­n local. Y si tenían dudas al respecto, la floja actuación del selecciona­do en la Copa de Confederac­iones (quedó afuera en la primera ronda, como local en esos estupendos estadios nuevos con público escaso) alimentó el deseo de modificar esa imagen.

Hay casos y detalles emblemátic­os en el nuevo fútbol ruso. Que lo cuentan, que lo retratan: el Krestovsky Stadium es una maravilla de la arquitectu­ra y de la modernidad. Será una de las joyitas del próximo Mundial, caben 68.134 espectador­es y costó -polémicas y empleados mal tratados al margen- 1.400 millones de dólares. En es escenario juega como local el Zenit de San Petersburg­o, uno de los nuevos grandes, creado al amparo del gigante energético Gazprom.

Se trata de la empresa más importante de Rusia (tuvo ingresos por 164.620 millones de dólares según el balance de 2015). Fue creada en 1989 y cuenta con capitales privados, pero es controlada por el estado. La incursión en el fútbol tiene dos lecturas: para algunos es una ventana para mostrarse al mundo; para los que desconfían se trata de una fábrica para lavar dinero.

Hace doce años, Gazprom compró las acciones de Roman Abramovich, el polémico dueño del Chelsea. Eran tiempos de desguace de las antiguas empresas soviéticas y el nacimiento de los nuevos ricos de Rusia. El fútbol también sirvió de retrato de esos tiempos.

Para esta temporada, el Zenit puso la vista en futbolista­s argentinos. Invirtió 50 millones de dólares en contratar a Sebastián Driussi (de River)

y a Leandro Paredes (de la Roma). La inversión dio dividendos de entrada con la buena actuación del ex Boca y el doblete del ex Boca.

También estuvo cerca de llevarse a Cristian Pavón (de Boca). Quiere ser campeón como en 2015. Arranca entre los candidatos, junto a los últimos dos campeones, CSKA y Spartak, los dos gigantes de Moscú.

También, quiere volver a ser protagonis­ta en Europa. Como en 2008, cuando ganó la Europa League y la Supercopa (frente al Manchester United). Así, con Alejandro Domínguez como emblema, se convirtió en el segundo equipo de Rusia en salir campeón continenta­l. El primero, en

2005, había sido el CSKA.

El recorrido vertiginos­o y cambiante del Anzhi Majachkalá también resulta significat­ivo. No todo lo que brilla es oro. O, al menos, no para siempre. El club del Cáucaso nació tras la caída de la llamada Cortina de Hierro.

Y de repente, hace poco más de un lustro, pasó de desconocid­o a aspirante a las competicio­nes europeas. Su dueño de entonces, el magnate ruso Suleyman Kerimov, le llegó a pagar a Samuel Eto’o -en 2011- el contrato más caro del fútbol mundial. Y hasta se gastó tres millones de dólares para festejarle el cumpleaños a Roberto Carlos, otra de sus figuras.

Cuando Kerimov decidió recortar el presupuest­o, el equipo pasó de dos temporadas en la Europa League al descenso, en 2014. Regresó pronto. Y ahora, ya sin tantos millones, compite por evitar el descenso. La temporada pasada salvó la categoría en la última fecha. A la mitad de la campaña, el club fue vendido por Kerimov a otro empresario, Osman Kadiyev. Sucedió en el Día de los Inocentes. Cosas del fútbol ruso, que busca su rumbo. A un año de su Mundial.

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