Froome se floreó en París y quedó a un título de ser leyenda
CONQUISTÓ SU CUARTO TOUR DE FRANCIA El británico de raíces africanas se llevó su victoria más reñida y en 2018 irá por el récord de cuatro íconos.
Allí está él, en lo más alto de un podio amarillo en medio de los Campos Elíseos de París, enfundado en una camiseta también amarilla con los brazos en alto. Allí está, con el imponente Arco del Triunfo de fondo y lágrimas en los ojos, festejando una nueva victoria en una de las más importantes pruebas ciclistas del mundo y escribiendo su nombre en la historia. La emoción lo desborda y no es para menos. Porque él, Christopher Froome, acaba de conseguir su cuarto título en el Tour de Francia -el tercero al hilo-, para quedar sólo a uno del selecto club de pentacampeones de la prestigiosa prueba gala.
“Estoy orgulloso. Cada Tour es un capítulo de la historia. Hay algo mágico cuando pasas tres semanas pensando en este momento. Y es un gran honor ser mencionado entre los grandes de la historia”, comentó el británico, que el próximo año irá por el récord de cinco trofeos que ostentan los franceses Jacques Anquetil y Bernard Hinault, el belga Eddy Merckx y el español Miguel Indurain, máximos ganadores de la prueba luego de que el estadounidense Lance Armstrong fuera despojado de sus siete coronas por doping.
Nacido en Nairobi hace 32 años, Froome vivió su niñez y su adolescencia en África, razón por la cual no tiene la misma popularidad ni reconocimiento en su país que Bradley Wiggins y Mark Cavendish. Pero él, hombre sencillo y de sonrisa fácil, nunca hizo caso a las críticas ni a los desprecios de sus compatriotas que no lo consideran británico.
En 2010, ya con la ciudadanía brisionante tánica, se incorporó al equipo Sky y los festejos no tardaron en llegar. En 2013 ganó su primer Tour, logro que repitió en 2015 y en 2016. Sumó además siete trofeos en el Critérium du Dauphiné y dos bronces olímpicos, en las contrarreloj de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Año a año fue forjando su leyenda y ayer escribió la página más importante de su exitosa carrera.
La edición 2017 del Tour fue uno de los mayores desafíos de su carrera. El británico no tuvo el dominio abrumador de años anteriores, pero volvió a consagrarse apoyado en su experiencia, su gran rendimiento en las pruebas contrarreloj y el impre- trabajo de su equipo Sky.
El español Mikel Landa, que finalizó cuarto, el polaco Michal Kwiatkowski y el alemán Christian Knees dejaron de lado sus aspiraciones personales y trabajaron para llevar a Froome al primer escalón del podio. “Nunca hubiera conseguido esto sin mis compañeros”, reconoció quien lideró durante gran parte de las tres semanas de competencia, pero recién pudo relajarse tras la contrareloj de la 20ª etapa en Marsella, en la que aseguró la victoria.
Con el triunfo en el bolsillo, ayer se paseó por las calles de la capital francesa para completar la última etapa, bebiendo champagne junto a sus compañeros y recibiendo desde arriba de la bicicleta los saludos de sus rivales, que le palmeaban la espalda y lo felicitaban a medida que lo iban cruzando durante el recorrido de 103 kilómetros que unió Montgeron y los Campos Elíseos.
“Todas mis victorias en el Tour son especiales a su manera. Esta será recordada como la más luchada”, afirmó Froome con razón. Es que más allá de esa hegemonía en la general - cedió la punta sólo una vez, al italiano Fabio Aru tras quedarse sin piernas en la 12ª etapa, pero la recuperó la jornada siguiente-, fue su triunfo más ajustado y el único que consiguió sin ganar ninguna etapa. Terminó con sólo 54 segundos de ventaja sobre el colombiano Rigoberto Urán, la revelación de la carrera.
Froome, el ciclista británico con corazón africano, ya tiene un lugar propio entre los más grandes del ciclismo mundial.
En cada etapa, la batalla fue diferente. El rendimiento de mis rivales me han llevado a un gran nivel. Estoy orgulloso”. Fue mi Tour de Francia más reñido. Es un sentimiento maravilloso. Los Campos Elíseos nunca decepcionan”.