Clarín - Deportivo

La nueva joyita de Fuerte Apache

Futuro. Con sólo 16 años, Thiago Almada ya integra la Selección Sub 20 y sueña con ser el próximo Tevez

- Nahuel Gallotta Especial para Clarín

Los sábados de 2008, en dos lugares del mundo bien distintos, y que sólo podrían conectarse por una pelota, pasaban cosas: en Manchester, de tarde, Carlos Tevez la rompía jugando en el United. Y a su vez, en un departamen­to del Monoblock 2 de Fuerte Apache, de mañana, Thiago Almada (7 años en aquel entonces), se levantaba temprano para mirarlo por televisión.

Horas más tarde, mientras Carlitos se recuperaba del partido en su casa de Inglaterra, el observado era Thiago: jugaba en la canchita de tierra del club Santa Clara (la misma en la que Tevez dio sus primeros pasos) y los vecinos se acercaban para verlo. Los técnicos de otros clubes también, y le ofrecían viáticos. Lo querían de Boca, de River, de Argentinos Juniors y de los clubes de baby fútbol que trabajaban en conjunto con esas institucio­nes. La respuesta de Thiago siempre era la misma: “Me quedo en Santa Clara porque me gusta jugar con mis amigos del barrio”.

Son las cinco de la tarde del miércoles en Fuerte Apache, y Almada, hoy capitán y enganche de la Séptima de Vélez, y una de las máximas promesas del fútbol juvenil argentino, recuerda aquellas mañanas de sábado con el mural de Tevez de fondo. A pesar de sólo tener 16 años recién cumplidos, la semana pasada estuvo concentrad­o en el predio de la AFA, formando parte de la Selección Sub 20. Y todo Fuerte Apache se puso contento: lo felicitaro­n los laburantes, algunos pibes que cumplen condenas en cárceles y hasta la familia Tevez, entre tantos. Es que en el Fuerte están pendientes de cada uno de sus pasos. “Mi sueño es ser el próximo Carlitos Tevez del barrio”, dice, vestido de arriba a abajo por la marca que lo auspicia desde los 12 años, la misma que patrocina al “Apache”. Y rápidament­e aclara: “Aunque Carlitos Tevez hay y habrá uno solo”.

Thiago “Guayo” Almada se crió en el Monoblock 2, aunque pasaba mucho tiempo en el departamen­to de sus abuelos, en el nudo 3. Dice que es de una familia de futboleros: su tío llegó hasta la Reserva de River; su papá, hasta la de San Lorenzo, luego viajaría a jugar a Portugal y a la vuelta abandonarí­a el deporte. Y sus hermanos crecieron pateando en los clubes de Fuerte Apache.

De chiquito se ganaba lo de la Coca y algo para comer por acompañar a un vecino que vendía verduras por el barrio, puerta por puerta. “Tengo la imagen de Thiago jugando al fútbol con monedas en la mano”, recuerda uno de sus hermanos mayores. “Una tarde se le cayó una moneda y en lugar de hacer el gol, corrió hacia atrás, para agarrarla”. A los 4 años comenzó a jugar en Santa Clara y a los 5 ya se entrenaba en Vélez, donde más tarde lo ficharía Eduardo “Pino” Hernández. De aquellos tiempos surgiría su apodo. Queriendo imitar a los más grandes, que decían “eh, guacho”, a él le salía “guayo”, y le quedó.

En el buffet de Santa Clara, “Chicho” muestra las fotos en las que aparece Thiago. Fue su primer entrenador, y lo compara con Tevez, a quien también vio crecer y jugar (otra coincidenc­ia es que los dos estuvieron un año en Villa Real, un club porteño muy elegido por los papás del Fuerte). “Almada es mucho más técnico. Carlitos siempre se destacó por su entrega y sus ganas. Pero con la pelota, Thiago es más. En Fuerte Apache hay muchos pibes con técnica y condicione­s. Sólo que muchos quedan en el camino por cuestiones sociales”, dice.

Ese es un tema muy común en Fuerte Apache: pibes que pintaban para cracks y terminan jugando al fútbol en patios de institutos de menores o cárceles. O que tuvieron que cambiar los entrenamie­ntos por la fábrica, para poder ayudar a sus familias. “En el barrio hay un montón que eligieron el camino malo. Es un camino o el otro, y yo también elegí”, reflexiona Thiago, y recuerda las tardes que por los tiroteos tenía que subir a su casa y quedarse con ganas de patear después de las seis de la tarde. “A mí el barrio me formó como persona y como jugador: criarte jugando en estas canchitas te da ventaja en la técnica, en las mañas, en ir al frente y en las picardías. Y tuve la suerte de que en Vélez me ayudaran a mejorar todo eso. Uno quiere llegar a Primera para sacar adelante a la familia. Pero que se vuelva a hablar de mi barrio por el fútbol y sus jugadores también es una motivación grande para mí”.

Aunque regresa al Fuerte cada vez que tiene un rato libre, Thiago ya lleva un tiempo viviendo en El Palomar, gracias al esfuerzo de su papá, camionero en un reparto de gaseosas. En el barrio, de todas maneras, quedó una parte de la familia y los amigos. Por eso, Thiago siempre vuelve. Y también lo hace cada vez que Carlitos se da una vuelta para comer un asado o jugar un picado. Es que Thiago es allegado a la familia Tevez. Estuvo en el cumpleaños de 15 de la hermana del actual jugador del Shanghai Shenhua y en el festejo de 18 de dos de sus hermanos. “Las últimas veces que lo vi me preguntó cómo me estaba yendo en Vélez. En el barrio muchos me preguntan lo mismo. Pero yo sólo tengo que entrenar. Si se me tiene que dar, se va a dar. Solo sé que, pensando en el día a día, en algún momento se me puede dar el sueño de llegar a Primera y ayudar a mi familia”.

Si ese sueño se concreta, tal vez, el día de mañana algún nene de 7 años se levantará para mirarlo por televisión. Y los medios vuelvan a Fuerte Apache, pero para hablar de dos futbolista­s.: Carlitos y Thiago.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI En casa. Thiago es el enganche de la Séptima de Vélez. Pero sabe que en el Fuerte “aprendí mañas, ir al frente”.
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Todo bien. Tiene mucha onda con Carlitos.

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