Clarín - Deportivo

Leo Gutiérrez convocó a varias generacion­es para su despedida

Además de los Dorados, fueron compañeros de Olimpia (VT), Atenas, Boca y Peñarol. El Poli desbordó de emoción.

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MAR DEL PLATA. ESPECIAL En las tribunas hay más de un pibito que, cuando Leonardo Gutiérrez de- butaba en la Liga Nacional, allá por 1993, ni siquiera había nacido. Pero igualmente sienten esa idolatría por el tipo más ganador de la historia del certamen doméstico como los padres que los acompañan. En Mar del Plata, en el Polideport­ivo que tantas veces lo vio festejar con la camiseta de Peñarol, ante unas 4000 personas, dice adiós dentro de la cancha. Ya habrá tiempo de seguir, ahora desde el banco, pero hoy es tiempo de disfrutar con los amigos y colegas que, así como aquellos chicos y sus papás, son de camadas diversas.

Hay varios hombres significat­ivos que no pueden estar, parte de esa Generación Dorada de la que Leo fue puntal. Hugo Sconochini y Fabricio Oberto, por caso, que le dejan videos a la distancia. Pero también están, sobre el parquet marplatens­e, otros símbolos como Andrés Nocioni o Luis Scola e históricas leyendas co- mo Marcelo Milanesio y el Pichi Campana. Y en el medio están, entre muchos otros, el Pipa Gutiérrez, Jorge Zulberti, Germán Sciutto (compañero de pibe en San Martín de Marcos Juárez), Carlos Alemanno, Raymundo Legaria, Selem Safar, el Mili Villar, Facundo Campazzo, Eduardo Dominé y hasta Pato Garino y Nico Brussino, los más pibes de la nueva horneada de la Selección.

El ingreso lo tiene con música de La Renga y presentado por el Chapu, que no duda en reconocerl­o como “el mejor jugador en la historia de la Liga y el mejor amigo que me dio el baloncesto”. Después del partido, que es casi una reunión de amigos con poca marca y mucho disfrute, llegan los momentos más emotivos. Allí aparece para cerrarse el espectácul­o deportivo Francisco - Pepo, para todo el mundo- con el que compartió plantel sobre el final de su carrera y quien ahora lo enfrenta en un uno contra uno en el que, como todo hijo, quiere vencer a papá: hasta intenta dejarlo en ridículo con un caño.

Queda tiempo, sin embargo, para la sorpresa que le sacará un torrente de lágrimas al gran protagonis­ta de la noche: su hijita Mora, de 8 años, que sin miedo alguno -cuestión heredada, indudablem­ente- se para ante el público presente y entona el tema de moda, Despacito, con su violín. Luego vendrán los videos, los saludos de Fernanda, su esposa; de Norma, su mamá, y los abrazos y los besos y los reconocimi­entos. Y, claro, la palabra de Gutiérrez, que antes manifestó: “Lo más grande que me deja este deporte, fuera de los campeonato­s y los logros individual­es, es la amistad de estos grandes. Es difícil comparar eso con un logro deportivo: habría que juntarlos todos”. Más allá de esa declaració­n, quedará una chance más para dirigirse a su gente por última vez como jugador: “Gracias por todo. De verdad. Los quiero mucho a todos”. Seguirá metido, pero el Leo jugador ya es leyenda.

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FABIÁN GASTIARENA Con los amigos. Magnano, Scola, Gaby Fernández, Nocioni, Leo, Vartanian (utilero de la Selección), Montecchia y Pepe Sánchez.

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